Evolución Política de Al-Ándalus: Emirato, Califato y Reino Nazarí

Evolución Política de Al-Ándalus

Emirato Dependiente (714-756)

Durante sus casi ocho siglos de existencia, Al-Ándalus pasó por varias etapas en su evolución política. La primera fue el Emirato Dependiente (714-756), una fase inicial en la que la península ibérica era solo una provincia del califato de Damasco. Estaba gobernada por un valí o emir (una especie de gobernador) que representaba al califa. En este tiempo, hubo mucha inestabilidad política y conflictos intensos entre los propios musulmanes, que eran un grupo muy diverso étnicamente: árabes, bereberes y sirios. Estas diferencias provocaban tensiones y dificultaban la creación de una identidad unificada, reforzando así las divisiones.

La mayoría de los problemas venían del intento de las tribus árabes por controlar el gobierno de la península y de la manera desigual en que se repartieron los territorios conquistados. Los árabes ocuparon las tierras más fértiles, como las del Guadalquivir, Levante y el Ebro, mientras que los bereberes fueron relegados a zonas montañosas y a la Meseta, áreas mucho menos favorables para la agricultura. Esto generó descontento entre los bereberes.

Durante este período, las campañas militares continuaron, aunque hubo algunas derrotas importantes que detuvieron el avance musulmán hacia el norte:

  1. Batalla de Covadonga (722): Aunque esta batalla no fue significativa para los musulmanes, la tradición cristiana la consideró un evento crucial porque permitió que el pequeño núcleo cristiano de Asturias mantuviera su independencia.
  2. Batalla de Poitiers (732): Los francos frenaron la expansión musulmana hacia el otro lado de los Pirineos, poniendo un límite al avance islámico en Europa occidental.

Emirato Independiente (756-929)

En el Emirato Independiente (756-929), ocurrió un cambio importante. En el año 750, en Oriente Medio hubo una rebelión liderada por grupos persas que expulsaron al califa de Damasco y asesinaron a casi toda su familia, los Omeyas. Con el nuevo califa, Abul-Abbas, comenzó la dinastía de los Abasíes y la capital del califato se trasladó a Bagdad. Abd al-Rahmán I, uno de los pocos miembros de los Omeyas que sobrevivió, escapó y llegó a la península ibérica. En el año 756, tomó el poder y se proclamó emir independiente, lo que significaba que Al-Ándalus ya no dependía políticamente del califato, aunque aún reconocía su autoridad religiosa.

Para consolidar su control en Al-Ándalus, Abd al-Rahmán I aumentó los impuestos, estableció un grupo de seguidores leales en los cargos públicos y organizó un ejército mercenario con bereberes, eslavos, y otros. A partir de su sucesor, Abd al-Rahmán II, Al-Ándalus alcanzó una estructura estatal completa. Sin embargo, esta organización centralizada se vio amenazada porque algunas provincias fronterizas (conocidas como marcas) buscaban independizarse de Córdoba, la capital. Las revueltas en Zaragoza, Toledo y Mérida durante el reinado de al-Hakam I demostraron que el poder central tenía dificultades para controlar todo el territorio. Además, algunos cristianos que vivían en Al-Ándalus (mozárabes) se rebelaron debido al aumento de impuestos, lo que debilitó aún más el poder del emir.

Hacia el año 900, Al-Ándalus se dividió en múltiples reinos pequeños llamados taifas, y la influencia del emir se redujo casi exclusivamente a Córdoba. Al mismo tiempo, el avance de los reinos cristianos del norte representaba una amenaza creciente. En resumen, el Emirato Independiente fue una etapa de consolidación y reorganización del poder musulmán en Al-Ándalus, aunque estuvo marcada por tensiones sociales, tanto entre los grupos musulmanes como con la población cristiana y judía.

Califato de Córdoba (929-1031)

Con la llegada al poder del emir Abd al-Rahmán III (912-961), se produjo un cambio importante que detuvo la fragmentación de Al-Ándalus. Abd al-Rahmán III consiguió acabar con las rebeliones internas, destacando la revuelta del muladí Umar en el castillo de Bobastro (Málaga). En solo 20 años, controló todo el territorio andalusí, detuvo el avance cristiano en la meseta norte, y obligó a reyes y condes a ser sus vasallos, quienes le pagaban tributos. En el año 929, Abd al-Rahmán III consolidó completamente la independencia de Al-Ándalus al proclamarse califa, lo cual lo hacía independiente tanto en el ámbito político como en el religioso. Esto significaba que ya no reconocía la autoridad espiritual del califa de Bagdad y que él mismo era el líder religioso, o “príncipe de los creyentes”. Con esta proclamación, reivindicaba la legitimidad de la dinastía Omeya, la cual había sido derrocada por la dinastía abasí en el año 750. Además, esta declaración también fue una estrategia para demostrar poder frente a la expansión de los fatimíes en el norte de África.

Abd al-Rahmán III estableció relaciones diplomáticas con el emperador de Bizancio, aumentando la influencia internacional del califato de Córdoba. Residiendo en el alcázar de Córdoba, cerca de la gran mezquita, también ordenó construir una magnífica ciudad-palacio llamada Madinat al-Zahra, ubicada al oeste de Córdoba. Esta se convirtió en su residencia oficial y el centro del poder político de Al-Ándalus.

El califato de Córdoba marcó el apogeo del poder musulmán en la península ibérica y fue también la época de máximo esplendor cultural y artístico de Al-Ándalus, sobre todo durante el reinado de Al-Hakam II, hijo y sucesor de Abd al-Rahmán III. En el aspecto militar, Almanzor (“el victorioso por Dios”) fue la figura más destacada, ejerciendo el poder en nombre del califa Hisham II. Durante su gobierno, el califato se transformó en una dictadura militar, sustentada en las victorias de su ejército. Almanzor llevó a cabo numerosas campañas contra los núcleos cristianos del norte, realizando incursiones destructivas y de saqueo, sin intención de ocupar los territorios. Tras la muerte de Almanzor en 1002, el califato entró en un periodo de crisis marcado por luchas entre facciones rivales. Finalmente, estas tensiones provocaron la desintegración del califato de Córdoba, que se dividió en numerosos reinos de taifas.

La Unificación Almorávide (1086-1145)

Tras la conquista cristiana de Toledo en 1085, que fue un golpe estratégico clave, los reyes musulmanes de Sevilla, Granada y Badajoz pidieron ayuda a los almorávides, un grupo de musulmanes muy ortodoxos que habían establecido un imperio en el norte de África. Su líder, Yusuf ibn Tashfin, llegó a la península en 1086 y derrotó al ejército de Alfonso VI en la batalla de Zallaqah (también conocida como Sagrajas, en Badajoz), tras lo cual volvió al norte de África. En 1090, Yusuf ibn Tashfin regresó a la península, esta vez con la intención de incorporar los reinos de taifas hispanos al imperio almorávide, logrando conquistarlos uno por uno. Sin embargo, el dominio de los almorávides en Al-Ándalus no duró mucho debido a varios factores:

  1. Pérdida de territorios: La incapacidad de los almorávides para recuperar Toledo y la pérdida de lugares como Zaragoza debilitó su prestigio militar entre los musulmanes de la península.
  2. Fanatismo religioso: La postura religiosa rigurosa de los almorávides generó descontento no solo entre cristianos y judíos, sino también entre muchos musulmanes, quienes añoraban la tolerancia y libertad de pensamiento que antes caracterizaba a Al-Ándalus.
  3. Ascenso de los almohades: A mediados del siglo XII, surgió en el norte de África un nuevo movimiento político y religioso, el de los almohades, que se extendió mientras el imperio almorávide se debilitaba.

Para 1145, el poder de los almorávides se había desintegrado, y Al-Ándalus volvió a fragmentarse en varios reinos de taifas (los llamados “segundos reinos de taifas”), lo que provocó un periodo de inestabilidad y división.

Los Almohades y la Segunda Unificación (1146-1232)

Los almohades fueron los líderes de un segundo intento de reunificación de los reinos de taifas en Al-Ándalus. Provenían de un imperio establecido en el norte de África y, con el propósito de acabar con los restos del poder almorávide, cruzaron a la península Ibérica. Allí, lograron incorporar a sus territorios los nuevos reinos de taifas que habían surgido después de los almorávides, aunque a veces con gran dificultad. La unificación completa de Al-Ándalus bajo los almohades se logró en 1172, y Sevilla se convirtió en la capital de su imperio en la península.

A finales del siglo XII, los almohades alcanzaron su máximo poder, destacándose con victorias importantes sobre los cristianos, como la batalla de Alarcos en 1195. Sin embargo, los reinos cristianos se unieron y, en 1212, derrotaron a los almohades en la batalla de Las Navas de Tolosa. Esta derrota marcó el inicio de la decadencia del poder almohade en la península y un nuevo impulso para la reconquista cristiana. A medida que los almohades perdían fuerza, volvieron a surgir reinos de taifas, aunque todos cayeron ante el avance cristiano, excepto el reino de Granada, que logró sobrevivir sometiéndose al vasallaje del rey Fernando III de Castilla y León.

El Reino Nazarí de Granada (1232-1492)

El reino nazarí de Granada fue fundado en 1232 por Muhammad I, quien pertenecía al linaje árabe de los Nasrí o Nazaríes. Muhammad I se rebeló contra los almohades y se proclamó sultán en su pueblo natal, Arjona. Tras obtener el apoyo de varias localidades, se estableció en Granada en 1237. Este reino abarcaba un territorio mayor que la actual provincia de Granada y estaba dividido en tres grandes regiones o coras: Elvira (con Granada como capital), Rayya (con Málaga como capital) y Pechina (con Almería como capital).

Durante sus dos siglos y medio de existencia, Granada estuvo marcada por conflictos internos. Además, la presión del reino de Castilla obligó a sus emires a alternar entre la guerra y la paz, pagando tributos y reconociendo la supremacía del rey de Castilla cuando era necesario. Finalmente, en una guerra de diez años (1482-1492), los Reyes Católicos lograron conquistar el reino de Granada, integrándolo en la Corona de Castilla y poniendo fin al último estado musulmán en la península, ocho siglos después de las primeras incursiones de los musulmanes.