Consolidación del Estado Franquista y Resistencia Republicana durante la Guerra Civil Española

El Gobierno de Negrín y la Resistencia Republicana

La Resistencia a Ultranza

Los hechos de mayo mermaron la influencia de los anarquistas y fortalecieron a los comunistas, quienes gozaban de gran influencia gracias al apoyo de la URSS a la República. Tras la dimisión de Largo Caballero, se formó un nuevo gobierno liderado por el socialista Juan Negrín, con Indalecio Prieto como Ministro de Defensa. Este gobierno excluyó a los sindicatos CNT y UGT, incluyendo solo a partidos políticos. El gobierno de Negrín, que duró hasta el final de la guerra, se centró en la resistencia de la República, aunque sin descartar un acuerdo con el enemigo. Su programa de los Trece Puntos contemplaba la permanencia de la República mediante elecciones democráticas tras el conflicto, pero Franco rechazó cualquier negociación. A partir de marzo de 1938, la escasez de alimentos y productos básicos se agudizó en el territorio republicano, pero Negrín insistió en la necesidad de resistir. La caída de Cataluña a principios de 1939 y el exilio de los líderes republicanos evidenciaron el inminente fin de la República.

La Zona Sublevada: Construcción de un Estado Totalitario

Militarización y Mando Único

En la “zona nacional”, se impuso un orden basado en la disciplina militar y la proclamación del estado de guerra. La muerte accidental del general Sanjurjo en Lisboa el 20 de julio de 1936, principal líder del golpe, y el fracaso de la insurrección, que derivó en una guerra, plantearon el problema del liderazgo militar. El 24 de julio se creó la Junta de Defensa Nacional, compuesta por militares y presidida por Miguel Cabanellas, el general de mayor rango entre los sublevados. Su misión era gobernar el territorio ocupado y sus primeras medidas incluyeron la prohibición de todos los partidos políticos, la suspensión de la Constitución y la paralización de la reforma agraria. Para dirigir la guerra, el general Francisco Franco ganó adeptos, especialmente tras liberar el Alcázar de Toledo y conseguir el reconocimiento de Hitler y Mussolini como único interlocutor para negociar su apoyo. El 30 de septiembre, los militares lo eligieron jefe del Alzamiento. Poco después, un decreto lo nombró Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos españoles, y la Junta fue reemplazada por una Junta Técnica del Estado.

La Creación del Partido Único

A partir de octubre de 1936, en la “zona nacional” se estableció un mando militar único, se prohibieron los partidos del Frente Popular y los sindicatos, y solo se permitieron Falange Española y de las JONS (cuyo fundador, José Antonio Primo de Rivera, fue fusilado por los republicanos) y Comunión Tradicionalista. A principios de 1937, inspirado en el modelo de Estado alemán e italiano de partido único y líder con plenos poderes, Franco promulgó el Decreto de Unificación, creando un partido único: Falange Española y Tradicionalista de las JONS, que unificaba a falangistas y carlistas e integraba a todas las demás fuerzas “nacionales”. Franco se convirtió en Jefe Nacional de este partido, que adoptó el uniforme con camisa azul de Falange, la boina roja carlista y el saludo fascista. La resistencia de algunos carlistas y falangistas a la unificación fue reprimida con el destierro o la prisión.

El Gobierno de Burgos

El proceso de institucionalización del nuevo Estado franquista culminó a principios de 1938 con la formación del primer gobierno de Franco, quien era Jefe del Estado y Presidente del Gobierno. El nuevo Estado se inspiraba en el fascismo y defendía un modelo social basado en el conservadurismo y el catolicismo. Se suprimieron las libertades religiosas, políticas y sindicales, se impuso la censura en los medios de comunicación, se eliminaron los estatutos de autonomía y se restableció la pena de muerte. La construcción del Estado franquista estuvo acompañada de una violencia extrema, que conllevó la aniquilación de los vencidos. También se aprobó la primera de las Leyes Fundamentales: el Fuero del Trabajo, inspirado en el fascismo italiano, que establecía un sindicato único para empresarios y trabajadores, prohibiendo las huelgas y las reivindicaciones obreras. Se respetó la influencia de la Iglesia Católica, que publicó una Pastoral Colectiva de los Obispos en apoyo a los sublevados. El nuevo Estado derogó las leyes de matrimonio civil y divorcio y frenó la reforma del culto. La “zona nacional” se había transformado en un Estado totalitario.