Evolución del Arte Paleocristiano, Bizantino y de Al-Ándalus: Arquitectura y Decoración

Arte Paleocristiano y Bizantino

Las Pinturas de las Catacumbas

Catacumba significa agujero, era el nombre de un distrito periférico de Roma situado en una hondonada de la Vía Appia y en sus proximidades se encontraba un cementerio subterráneo, donde se trasladaron los cuerpos de San Pedro y San Pablo. Después, los peregrinos medievales designaron por extensión con esta palabra todos los hipogeos funerarios. Es falsa la creencia de que los cristianos eligieron las catacumbas para esconder los cuerpos de los mártires y evitar la profanación durante las persecuciones; el derecho romano tenía por sagrada e inviolable cualquier sepultura, con independencia de las creencias religiosas que tuviera el fallecido en vida. El origen de las catacumbas se encuentra en los arenarios que habían perforado los romanos en el subsuelo de la ciudad para extraer materiales de construcción. Cuando se agotaban, los cristianos aprovecharon estas canteras para transformarlas en cementerios y añadieron nuevos túneles. El resultado es un laberinto de estrechas galerías que se llamaban criptas. Éstas se ensanchaban formando cámaras cuadradas o poligonales; son cubículos donde recibían sepultura los restos mortales de los atormentados en las cárceles, quemados, apaleados o víctimas de las fieras en el anfiteatro, el resto reposaban en nichos abiertos en las paredes de los corredores. Estas fosas podían ser rectangulares (loculi) o semicirculares (arcosolia), se superponían en varios pisos cuando el terreno escaseaba y el lugar estaba prestigiado por la cercanía de un testigo carismático que había entregado su vida por la fe. Estas madrigueras eran oscuras y silenciosas. La decoración pictórica que cubría criptas y cubículos expresaba un mundo diferente, luminoso y optimista. El lenguaje gráfico representado procede de Oriente. Eran temas del mundo animal y vegetal, a los que se otorga un significado místico: la paloma, símbolo del alma; el pavo real, símbolo de la eternidad; la vid y la espiga, símbolos eucarísticos. El principal protagonista fue el pez, la palabra en griego IKHTHYS contenía las iniciales de Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador, y simbolizaba que los neófitos se convertían también en peces al recibir el bautismo en la piscina. En el siglo III comienzan a surgir los episodios del Antiguo y Nuevo Testamento, y con estos últimos, la imagen del Señor y de la Virgen. Al querer realizar la efigie de Cristo, nadie recordaba en el siglo III sus rasgos. Estas omisiones eran fruto de la mentalidad judía, a cuya sociedad había prohibido Moisés hacer imágenes desde el momento en que sorprendió a los israelitas en el desierto adorando un becerro de oro cuando bajaba del monte Sinaí con las Tablas de la Ley. Ante tales carencias, los pintores tuvieron que inventar la iconografía, acudiendo al Buen Pastor, que alegorizaba a Jesús salvando el alma del fiel. La fuente literaria estaba en la catequesis de San Lucas, cuando refiere la parábola de la oveja perdida que, al encontrarla, la pone sobre sus hombros lleno de alegría. Otra caracterización que recibió fue la de Maestro: el guía que imparte la divina sabiduría, según se reconoce Cristo a sí mismo en el evangelio de San Mateo. Lo representa como un filósofo enseñando a sus apóstoles y discípulos. Después se pintó a la Virgen como madre, sentada con el niño en el regazo, y a la iglesia como Orante con los brazos extendidos.

La Cristianización de la Basílica

Con la promulgación del Edicto de Milán por Constantino en el año 313, los cristianos abandonan la clandestinidad de las catacumbas para practicar la religión confesional del Estado, Iglesia e Imperio quedan desde entonces asociados. El primer problema arquitectónico era que no podían aprovechar los templos paganos, dado que los viejos dioses olímpicos demandaron un culto al aire libre y sus edificios religiosos eran solo relicarios para custodiar la imagen mitológica. En cambio, la comunidad evangélica necesitaba una iglesia espaciosa. La solución fue cristianizar la basílica romana, era la gran sala pública de reuniones utilizada civilmente como tribunal de justicia y lonja comercial. Tras un periodo de adaptación, los cristianos abandonaron las basílicas profanas y comenzaron a construir otras de nueva planta, adecuadas a sus ritos. Así surgió una tipología uniforme y novedosa que ha llegado a nuestros días debido a su excelente uso funcional. Es un edificio alargado, separado por columnas en tres o cinco naves, la central es más ancha y elevada. Esta diferencia de altura permitió incorporar bajo el techo una hilera de ventanas por donde penetraba la luz. Al final de la nave principal se abría un arco del triunfo que comunicaba con un brazo transversal formando una cruz latina. El diseño de cruz y el sistema de iluminación respondía a un planteamiento paleocristiano práctico e ideológico. En medio del transepto había un ábside semicircular orientado hacia Jerusalén que simbolizaba la cabeza de Cristo. Era el presbiterio que estaba presidido por la mesa de altar y la cátedra del obispo. En sus proximidades se construyeron dos dependencias: la sacristía y la prótesis, donde se preparaban las especies eucarísticas. Precediendo este espacio se habilitó un atrio porticado con una fuente para los catecúmenos, solo los bautizados podían entrar en la basílica. Tenían en la fachada dos torres-campanarios. Durante el siglo IV, al mando de Constantino, hay que destacar las basílicas de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros. La basílica de San Pedro del Vaticano se inauguró en el año 329 junto al circo de Nerón. Santa Sabina fue levantada después del Saqueo de Roma por Alarico. De elegantes proporciones, la sobriedad de sus mármoles y la apertura de tres ventanas en el ábside son características arquitectónicas paleocristianas a partir del siglo V. En Tierra Santa la basílica se fundió con una rotonda abovedada en la cabecera, en las que se guardaban las grandes reliquias palestinas de Cristo. Así los peregrinos podían orar en las naves y luego visitar el santuario marcado por el paso de Jesús. En las provincias norteafricanas del Imperio romano y en la Bética surge un nuevo tipo de basílica, caracterizada por tener ábsides contrapuestos en los extremos de la nave central: uno en la cabecera y otro en los pies.

Edificios Bizantinos y la Cúpula

Bizancio era una colonia oriental griega que Constantino renombró con el nombre de Constantinopla. Después de la invasión de Roma heredará la legitimidad del Imperio, cimentando durante la Edad Media su autoridad en tres pilares: la cultura griega, la estructura del Estado y la fe cristiana. En el 527, Justiniano fue elegido en Constantinopla como emperador de los romanos, permaneciendo 38 años en el poder e inaugurando la primera edad de oro bizantina. El historiador Richard trazó su retrato físico y su silueta moral: ”rechoncho y feo; consciente de las prerrogativas y deberes de su exaltada posición cerca de Dios; dueño de sí mismo y ascético en su vida personal; indiferente a las conversaciones sociales, casado con Teodora, una bailarina joven y bella; diplomático sagaz y organizador, hábil para escoger a los mejores colaboradores y para reforzar el sistema administrativo y legal del imperio. Religioso y convencido de restablecer la ortodoxia y conducir la Iglesia dentro de sus dominios y fuera de ellos”. Así aparece en el mosaico de San Vital, aureolado con el nimbo de su dignidad, acompañado del obispo Maximiano y de los políticos de su corte, revestido de sedas y alhajas y colmado de ofrendas el santuario. Justiniano agrupó las leyes en un código jurídico, reconquistó los territorios bárbaros mediterráneos usurpados, convirtiendo de nuevo ese mar en un lago romano, combatió a paganos y herejes para reducirles a la autoridad del papado, aspiró a unificar sus posesiones mediante costosas empresas arquitectónicas. El elemento que las caracteriza será la cúpula: destierra las basílicas y apuesta por los edificios de planta central. Los orígenes de este diseño se encontraba en los martyria de Tierra Santa e interpreta la imagen del cosmos: la cúpula es el cielo y la sala de oración la tierra. El emblema arquitectónico del gobierno de Justiniano será la iglesia metropolitana de Santa Sofía, iniciada en el 532 y consagrada en el 537. La celeridad consiste en alternar hiladas de ladrillo con capas de mortero. Las crónicas contemporáneas indican que se utilizaron tejas porosas con el fin de aliviar el peso de la cúpula y que se importaron mármoles de todas las provincias para prestigiar el monumento. En la inauguración el poeta Pablo Silenciario exclamó que la cúpula parecía estar suspendida del cielo por una cadena de oro, y el historiador Procopio se admiró de la habilidosa conjunción de sus partes flotando unas sobre otras. La leyenda popular dice que un ángel resolvía a Justiniano las dudas técnicas que planteaba la fábrica y la tradición revela que el emperador al ver el templo terminado sentenció: Salomón te ha vencido. Los autores de esta etérea y audaz obra fueron dos científicos, Antemio e Isidoro, geómetras, matemáticos e inventores de ingenios mecánicos. En el centro de un rectángulo plantaron cuatro pilares para sujetar a 55 metros del suelo una cúpula nervada sobre pechinas. Y aquí reside su originalidad y grandeza: apoyar la cubierta sobre cuatro puntos en vez de sostenerla sobre un tambor circular, como en el Panteón romano. Los empujes los contrarrestaron con semicúpulas y ábsides escalonados en los de los flancos, dejando libres los costados restantes para habilitar tribunas desde donde poder presenciar el ceremonial litúrgico. Un atrio se extendió delante de la iglesia. El espacio interior estaba decorado e iluminado por los rayos del sol que penetraban a través de las 40 ventanas de la cúpula. La Iglesia de los Santos Apóstoles fue iniciada en el 536 y acabada en el 550. Fue destruida por el turco Mehmed para levantar en su lugar una mezquita cuando Constantinopla pasó a denominarse Estambul, aparece reproducida en relicarios de plata e ilustrada en libros miniados. Era la iglesia local de los bizantinos de Bizancio. Tenía planta de cruz griega con una cúpula en el centro y cuatro de inferior tamaño en cada uno de los brazos, absorbían su peso y actuaban de contención.

La Decoración Musivaria (Mosaico)

El arte bizantino adoptó el mosaico como revestimiento mural. Hornearon multicolores teselas cuadradas de pasta vítrea y las combinaron con piezas laminadas de oro, plata y nácar. Los decorados del taller imperial fijaron una iconografía oficial y adjudicaron un lugar en el templo para cada asunto sagrado. El ábside se reservó a Cristo en Majestad que aparece sentado sobre el globo del universo. Le cortejan ángeles y santos como un emperador entronizado. A partir del año 431 en el que Concilio de Éfeso condenó a los herejes nestorianos por negar que la Virgen fue la Madre de Dios, se presentó también en la cabecera de la Iglesia a la Theotokos: María sentada con el niño en brazos, sirviéndole de sede. Hacia ello convergen desde el fondo de las paredes laterales una comitiva respetuosa de santos siguiendo el mismo ritual que se practicaba en las procesiones litúrgicas según relata el libro de las ceremonias. Escenas del Antiguo y Nuevo Testamento continuaban destacando el papel didáctico y afirmaron de la ortodoxia encomendando al mosaico. Este esfuerzo creador emprendió bajo su gobierno una lucha implacable contra las imágenes y sus adoradores. La crisis iconoclasta la inicia León III en el año 726. La medida encubría otros intereses: extirpar el poder del monacato y desamortizar sus propiedades. El enfrentamiento partidario estaba servido y no se saldó hasta el año 843 cuando la emperatriz Teodora anatemizó a los iconoclastas. A lo largo de un siglo la única iconografía que se representó en los templos fue la cruz desnuda, el trono vacío sobre el que descansaba el libro de las escrituras o los atributos de la Pasión y los campos de flores y pájaros. Con los emperadores macedónicos la decoración musivaria conocerá un renacimiento entre los siglos X y XII, la segunda Edad de Oro. El retrato del emperador Miguel VI, prosternado ante la imagen del Pantocrátor que parece estar pidiéndole perdón por la recalcitrante herejía de sus antecesores. Los temas iconográficos se renuevan, su localización en el templo varía y las figuras pierden hieratismo, sufren cierto alargamiento y ganan en gesticulación. La fase teológica es sustituida por una corriente piadosa en la que triunfan los valores afectivos. El Pantocrátor, el Dios Todopoderoso con atuendo y ademanes de monarca, pasa a ocupar la cúpula. La virgen se mantiene en la concha del ábside pero ya no es la Theotokos, sino la Hodegetria, de pie, esbozando una tierna sonrisa hacia el Niño que se mueve entre sus brazos. Los programas se enriquecen con la presencia de la Deesis: la plegaria de María y la Anastasis: el descenso de Jesús a los infiernos. Tanto los centelleantes fondos dorados y azules como los modelos y sus actitudes influirán en la pintura románica y gótica.

Arte de Al-Ándalus

Arte e Islam

Mahoma con 40 años recibe el encargo de anunciar el Corán en nombre de Alá. La revelación se produjo en el verano del 610 mientras oraba en una cueva cerca de La Meca, se convirtió en el último Profeta de la Humanidad. El arcángel Gabriel le mostró el texto completo del mensaje divino compuesto por 114 capítulos que constituían la guía espiritual de los musulmanes. Durante ocho siglos se rezó a Alá y se habló árabe en la Península Ibérica. Las fechas extremas de esta civilización coinciden con los años en los que sus tropas invasoras cruzaron el estrecho de Gibraltar derrotando en la laguna de La Janda al rey godo don Rodrigo, y en la que los Reyes Católicos toman Granada completando así la Reconquista. Al-Ándalus fue un oasis para sus habitantes. En las viviendas domésticas de un pueblo beduino se hacía culto al agua y a la vegetación. Las casas eran concebidas para la vida íntima, tenían un patio interior donde se hundía una alberca constelada de plantas que perfumaban las alcobas; en cambio, las fachadas exteriores resultaban anodinas y se alineaban irregularmente formando calles estrechas con revueltas quebradas. Las ciudades hispano-musulmanas eran laberínticas, pero su numerosa población, su actividad comercial y el equipamiento artístico contrastaba con las carencias urbanas de la España cristiana. En el centro neurálgico del caserío se alzaba la mezquita: lugar de oración, centro de enseñanza islámica, tribunal de justicia y sitio privilegiado de meditación, solaz espiritual y comunicación entre los hombres. Su estructura es muy sencilla, se inspira en el oratorio profesional que el profeta Mahoma construyó en el patio de su casa de Medina, con ramajes y troncos de palmera para ocultarse del sol. Tenía tres partes ordenadas en eje longitudinal: una sala cubierta (quibla); un espacio al aire libre (sahn) rodeado de pórticos y dotado de la fuente de abluciones (sabil) para que los fieles se purificaran antes de entrar en el recinto sagrado; y el alminar que da un acento vertical a la horizontalidad de la mezquita. Alminar significa faro, desde su azotea el muecín convocará a orar cinco veces al día a los creyentes: al alba, al mediodía, al comienzo de la tarde, al crepúsculo y por la noche. La plegaria comienza con la invocación ritual y se acompaña de inclinaciones y prosternaciones, puede realizarse individualmente en cualquier lugar con la condición de que el suelo esté limpio. El viernes a mediodía los varones adultos deben acudir a la mezquita donde el imán dirige un sermón a la asamblea, mezcla de arenga política y plática religiosa, subido en el mimbar. A esta ceremonia asiste el califa que se protege de atentados. El monoteísmo islámico condena la impiedad de los ídolos. En las mezquitas, para expresar lo invisible, la razón divina y el orden conceptual del Universo se acude a una gramática decorativa en la que está ausente la figuración. El ornato es geométrico a base de polígonos, estrellas y lazos combinados; el epigráfico tiene inscripciones coránicas; y el vegetal estilizado o ataurique. Arabesco procede de abstraer las vides, hojas de acanto y roleos de la tradición romana. En el palacio, en los baños y en los edificios civiles la prohibición de representar seres humanos o animales queda abolida. La mezquita presenta algunos elementos arquitectónicos típicos del arte islámico: el arco de herradura y el capitel. La evolución del capitel hispano-musulmán revela la vitalidad de la estética musulmana. Los alarifes reaprovecharon capiteles romanos y visigodos que obtenían de restos, pero en el siglo X se crea un modelo personal que aparece en los días de la gloria del califato

cordobés y se prolongará durante todo el periodo Taifa; el capitel corintio de avispero tiene este nombre por los orificios que perforan el trépano al estilizar las hojas de acanto. Este capitel andalusí tiene grabadas inscripciones religiosas. A finales del siglo XII se creó el capitel encintado. Los nazaríes desarrollan el de mocárabes y el de ataurique, decorado con piñas y veneras. Ambos descansan en fustes muy delgados que se anillan en la parte superior. Las ciudades hispano-musulmanas gozaron de edificios públicos que prestan belleza y embrujo a la población. Al lado de la gran mezquita estaba el mercado, que los árabes llamaron zoco y los turcos bazar. Las tiendas se distribuyen según el prestigio de los artículos. Libros y perfumes ocupaban el lugar más próximo a la entrada de la mezquita; luego los establecimientos de los cambistas, los puestos de alimentación y de utensilios domésticos. Los géneros caros se venden en la alcaicería, que es un recinto cerrado dentro del mercado, cubierto y custodiado. En las calles próximas abundan los funduq, con establos y almacenes en la planta baja y habitaciones para huéspedes en los pisos. La madrasa era la escuela teológica coránica; el maristán el hospital y el hammam los baños para el aseo personal, con horario de mañana para los hombres y turno de tarde para las mujeres. Eran de servicio gratuito y con el tiempo surgieron los baños turcos que eran construidos sobre manantiales termales, cuyo vapor calma el espíritu y suaviza la piel. Entre los mausoleos el tipo más frecuente fue la qubba, que era una sala cuadrada cubierta con una cúpula. El compromiso islámico con la guerra santa motivó que en las zonas fronterizas y puertos estratégicos se construyera el convento fortificado o ribat, provisto de patio de armas y baluartes en los ángulos.

Arte Califal

Después del año 750, el centro de gravedad del Islam se trasladó de Damasco a Bagdad; el corazón político pasa desde las riberas mediterráneas de Siria a la cuenca mesopotámica iraquí. El cambio se hace en todos los órdenes. Los Abasíes derrotaron a los Omeyas asesinando a todos sus príncipes menos a Abd-Rahman I que se refugió en el norte de África. Su evasión terminó en Córdoba donde en el 756 estableció un emirato independiente que supuso el inicio de la fragmentación política del Islam en numerosos estados. Es un sirio que echó raíces en al-Ándalus. En el 929, su sucesor dinástico se autoproclama califa rompiendo la autoridad espiritual de los abasíes. Se inicia entonces el momento estelar de al-Ándalus, cuya capital fue Córdoba que se convierte en la más poblada de occidente y también en la más culta. Los ejércitos califales son el terror y la humillación de los cristianos.

La Mezquita de Córdoba

Es el monumento medieval más bello del Islam occidental y el mejor exponente de la civilización musulmana en al-Ándalus. Su palmeral de columnas, sus arquerías con dovelas de piedra blanca y ladrillo rojo, que al apearse sobre fustes oscuros dan la impresión de estar suspendidas del techo y sus mágicas pantallas de arcos entrecruzados filtrando visualmente el mihrab ofrecen un espacio sacro discontinuo que superan con creces al de las mezquitas de Siria y Jerusalén, precedentes inmediatos de la cordobesa a los que emula y supera. Actualmente tiene hechas cuatro ampliaciones que entre los siglos VIII y X las realizaron los emires y los califas omeyas. Ninguno de los añadidos perjudica la unidad del conjunto. El núcleo germinal se debe a que se asentó un oratorio sobre el solar de la basílica visigoda de San Vicente compuesto por doce crujías transversales cortadas por once naves longitudinales que corren en dirección al muro de la quibla. Estas naves están formadas por arquerías dobladas para elevar la altura del edificio: la arcada inferior de herradura y la superior de medio punto. Los fustes y los capiteles son reaprovechados de obras romanas anteriores salvo la hilera que conforma la nave central elaborada con restos visigodos. La primera fase por Hisam I dotó al patio de tres elementos: una galería para las mujeres, un pabellón de abluciones y el alminar junto a la puerta de ingreso. Ambos dibujaban en planta un cuadrado perfecto. La segunda etapa de Abd al-Rahman II rompe

el muro de la quibla añadiendo ocho crujías al oratorio y cerrando con saqifas los dos flancos del patio que faltaban. Columnas y capiteles siguen siendo de acarreo. Las obras las dirigieron los mayordomos eunucos. El califa Abd al-Rahman III agranda la superficie del patio, planta olivos, cipreses y laureles, y rehace el alminar imponiendo una torre prismática. Su hijo agrega doce crujías más a la sala de oración. El 17 de octubre del 961 encargó el proyecto a su chambelán, que firmó su intervención con tres obras ejemplares: un lucernario en la actual capilla de Villaviciosa, cubierto por una imponente cúpula nervada y acotado mediante un abanico de arcos polilobulados y entrecruzados sobre columnas rosas y azules; en la maqsura se repite la fórmula anterior triplicada; y el mihrab concebido en forma de habitación por primera vez en la historia del arte islámico. Acto seguido solicitó al emperador de Bizancio el envío de un musivario para decorar el interior de las cúpulas de la maqsura y la fachada del mihrab. Cuenta un historiador que el artesano llegó de Constantinopla con 320 quintales de teselas de mosaicos que enviaba el rey de Bizancio como regalo y que en el mes de junio del año 966 se terminaron las obras.

La cuarta fase corresponde al ministro Almanzor. El director de la obra se ve forzado a ensanchar lateralmente todo el recinto con ocho naves. Esto le obligó también a extender el patio. El edificio ganó en capacidad, pero el mihrab quedó descentrado. Cinco siglos después el obispo de Córdoba ordenó empotrar un crucero catedralicio en las ampliaciones que mutiló el edificio, transformando y rompiendo su alzado. Carlos V aprobó su construcción, pero se arrepintió más tarde y reprochó a los canónigos cordobeses el atentado artístico. La falta de respeto al símbolo arquitectónico de la dinastía Omeya en al-Ándalus se consumó años más tarde con el revestimiento cristiano del alminar.

La Ciudad Palatina de Medinat al-Zahra

Fue la capital gubernamental del califato islámico en occidente, mientras que Córdoba continuó siendo la megalópolis agrícola, comercial y religiosa. Su función responde a dos necesidades de Abd al-Rahman III: dotar al Estado de una plataforma político-administrativa que controlará los territorios de al-Ándalus y del Magreb separados por el estrecho, y prestigiar la dignidad califal. La importancia que concedía éste a su nueva sede como centro de poder y representación del culto a su personalidad, queda reflejada en un texto autógrafo que se graba en las paredes del recinto. Las obras comenzaron en el 936, llegaron a trabajar 10 000 obreros en su construcción y todos los días se colocaban 6000 sillares y se invertían 400 cargas de yeso y cal acarreadas por 1500 acémilas. El número de sus columnas fue de 4300, la mayoría de mármoles de colores. Se financió con un tercio de los impuestos. Un geógrafo árabe sitúa la ciudad en la ladera de la sierra, recortada sobre un paisaje de almendros e higueras y escalonada en tres terrazas jerárquicas: la superior con las dependencias palatinas entre huertas y albercas; la intermedia con jardines separando las oficinas burocráticas de las viviendas reservadas a los ministros del régimen; y la baja con la mezquita, la Casa de la Moneda, el centro artesano oficial, el zoco y las casas de la población segmentadas en barrios. El plano era rectangular y se defendía con una muralla acantonándose en los costados los cuarteles de caballería e infantería para la guarnición. Un gran parque zoológico con fieras y pajareras de aves exóticas completaba el núcleo urbano. La estructura arquitectónica del Salón Rico y su decoración mural suponen la definición de arte califal que luego copiarán los Taifas en sus palacios. El arco de herradura con proporción canónica de tres partes de alto por cuatro de ancho, y el capitel de avispero irrumpen motivos y técnicas persas con el tema del árbol de la vida. Abd al-Rahman III con piel rosada y ojos azules, vivió aquí la recta final de su vida. Poco antes de morir sufrió una depresión que le condujo a la melancolía. Era incapaz de hablar sin lágrimas, pero se recuperó y dictó su testamento.

Arte Almohade

Los almohades eran tribus sedentarias procedentes de las montañas del Alto Atlas. Su nombre significa “los que reconocen la unidad de Dios”. Este pueblo bereber y dogmático consideraba blasfemos a quienes endosaban atributos humanos a Alá. Su lucha política y espiritual se centró inicialmente contra los almorávides. En el 1143 se apoderaron del territorio magrebí y el 1149 atravesaron el Estrecho ocupando las ciudades de Sevilla, Córdoba y Badajoz. La culminación de este nuevo poder se alcanzó en 1195 cuando asestaron una derrota aplastante a los castellanos en la batalla de Alarcos. Para conmemorar esta victoria el califa Abu mandó fundir cuatro esferas de bronce que coronarían el alminar de la Giralda. Dos décadas después iniciaban su descomposición al abrir a las tropas cristianas las puertas del alto Guadalquivir. En el terreno artístico los almohades despreciaban el lujo y vuelven a la sencillez más extrema. Su arquitectura era austera, de ladrillo y con espacios vacíos para descansar la vista. En Sevilla realizaron la Mezquita mayor y la torre albarrana del Oro.

La Mezquita y la Torre del Oro de Sevilla

LA MEZQUITA se edificó entre 1172 y 1176. El oratorio tenía 17 naves y fue derribado en 1401 para construir en su lugar la actual catedral gótica. Solo se conserva el patio y el espléndido alminar. La situación del alminar es incorrecta porque se halla descentrado en el muro oriental, cuando debía elevarse en la pared norte junto a la Puerta del Perdón. Tal inexactitud responde a problemas de cimentación. Al empezar en 1184 el príncipe de los alarifes se topó con un manantial y en la búsqueda de un terreno firme le llevó hasta donde se alza. Se inició la obra en piedra, se interrumpió y en 1188 Alí de Gomara la prosiguió en ladrillo cortado, inaugurándola en 1198. García Lorca la llamó “torre enjaezada” al comparar las labores de rombo que tapizan sus cuatro frentes con el alegre atalaje bordado de un arnés. LA TORRE DEL ORO forma parte de la reedificación almohade de las murallas de Sevilla. Su misión era impedir el paso por la ribera izquierda del Guadalquivir y controlar la entrada de navíos en el puerto. Para ello contaba en la otra orilla de un fortín desde el que se tendía una cadena que al ser tensada bloqueaba el tráfico fluvial. Se inició en 1220. Tiene planta dodecagonal y presenta dos cuerpos superpuestos. Ha sido relacionada con la custodia de los caudales americanos. También se ha dicho que estuvo totalmente alicatada con cerámica de reflejo metálico proyectando brillos dorados. Un historiador del siglo XVI la describe enlucida de almagra en su base y revestida de azulejos en su parte superior.

Arte Nazarí

Tras la conquista del Guadalquivir se inició una política de vasallaje y alianza con los monarcas castellanos, astutamente seguida por los sultanes granadinos posteriores. Su sumisión tributaria y las disputas dinásticas entre los reyes cristianos permitieron a los nazaríes conservar durante dos siglos y medio el rincón oriental andaluz. Nada más establecerse en Granada, los nazaríes iniciaron la construcción de una acrópolis sobre el cerro de la Sibika, que recibirá el nombre de Alhambra o castillo rojo por el color de la arcilla utilizada. El arquitecto Torres Balbás compara este edificio con un enorme barco anclado entre la montaña y la llanura. Este se distribuye en tres núcleos independientes: la alcazaba militar, los palacios reales y una ciudad autónoma urbanizada con calles estrechas y serpenteantes donde residen los altos cargos de la corte, funcionarios, artesanos, y personal de servicio, y donde se alzan la Casa de la Moneda, mezquitas, cementerios, aljibes y baños públicos. Muhammad situó la alcazaba con un patio de armas para la guarnición en el ángulo más alto y saliente de la colina. Abriendo una acequia con caudal propio desde el río Darro. Su heredero Muhammad II construyó el Generalife: una finca agropecuaria en la ladera del cerro contiguo, con un primoroso pabellón de recreo. Después Muhammad III incorporó la cultura del agua y la jardinería a la meseta de la Alhambra ordenando construir el Partal. El esplendor de la Alhambra aparece en la segunda mitad del siglo XIV en sus robustos exteriores que enmascaran una fastuosa ornamentación interior. Se reconstruyeron las puertas y torres de la muralla. Entre los accesos destaca la Puerta de la Explanada con una estructura interior acodada, y la torre más sobresaliente fue la de Comares que fue concebida como sede oficial del trono y salón de embajadores. Está revestida de materiales frágiles y pobres como el barro, el yeso y la madera. Su esplendor está en su techo, su suelo y sus cuatro paredes. Cada monarca tenía que construirse su propia residencia, por eso se edifica el Cuarto de los Leones que es un patio de crucero con una fuente de doce leones en el centro que expulsan chorros de agua. En los cuatro frentes del patio se abren otras dependencias: la Sala de Mocárabes, la Sala de los Reyes, la Sala de los Abencerrajes y la Sala de las Dos Hermanas.