Evolución Política y Constitucional en España: Del Estatuto Real de 1834 a la Revolución de 1868

Del Estatuto Real de 1834 a la Revolución de 1868: Un Recorrido por la Historia Política de España en el Siglo XIX

El Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837

  • Estatuto Real (1834): Este documento basaba la soberanía en el rey y las Cortes, que eran bicamerales. El rey tenía iniciativa legal, pero faltaba la soberanía nacional y el reconocimiento de los derechos fundamentales del ciudadano. Diversos movimientos revolucionarios provocaron el surgimiento de juntas locales y provinciales.
  • Constitución de 1837: Los progresistas implantaron la soberanía nacional y una amplia declaración de derechos. Además, consiguieron el equilibrio entre la Corona y las Cortes, y organizaron los poderes políticos. De esta constitución derivó la Ley de Ayuntamientos de 1840.

La Regencia de Espartero

Al amparo de la Ley de Ayuntamientos, surgió un movimiento insurreccional que obligó a la regente a recurrir a Espartero, quien acabó asumiendo la regencia. Durante su gobierno, se consolidó el desarrollo de la Constitución y la desamortización. Sin embargo, su regencia fue inestable debido a la escisión del progresismo y al retraimiento de los moderados, que intentaron derribarlo mediante pronunciamientos. Destacan el fracaso del pronunciamiento de O’Donnell, seguido de la revuelta de Barcelona en 1842, y el de Narváez, que se hizo con el poder. Para evitar una nueva regencia, se adelantó la mayoría de edad de la infanta Isabel, dando comienzo al reinado de Isabel II.

El Reinado de Isabel II (1843-1868)

El reinado de Isabel II fue un periodo conservador en el que se consolidó el régimen liberal y sus instituciones, aunque se produjo un debilitamiento por la exclusión de los progresistas. Podemos destacar dos fases:

Década Moderada (1844-1854)

Narváez institucionalizó el régimen liberal. Se normalizaron las relaciones entre la Iglesia y el Estado mediante el Concordato de 1851, y se reformó la administración pública.

  • Constitución de 1845: Esta reforma de la Constitución de 1837, de signo moderado, defendía la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes bicamerales, y concedía más prerrogativas a la Corona.
  • Concordato de 1851: La Iglesia aceptó las desamortizaciones y rectificó el patronato regio (derecho del rey a elegir los candidatos a obispos). El Estado reconoció la confesionalidad católica, concedió protección civil a la Iglesia y reconoció su intervención en la enseñanza.
  • Reformas Administrativas: Se creó la Guardia Civil, se disolvió la Milicia Nacional, se promulgó la Ley de Organización de los Ayuntamientos, se reformó el sistema tributario y la instrucción pública, se modificó la legislación electoral y se elaboró el Código Penal de 1848.

La Revolución de 1854 y el Bienio Progresista (1854-1856)

Los problemas internos entre los moderados, el pronunciamiento de la “Vicalvarada” liderado por O’Donnell y el Manifiesto de Manzanares redactado por Cánovas del Castillo, llevaron a Isabel II a llamar a Espartero, iniciándose un nuevo gobierno progresista.

  • Ley de Desamortización General de Madoz (1855): Afectó al clero secular y a los ayuntamientos, provocando la ruptura de las relaciones con la Iglesia y la oposición entre moderados y diputados progresistas.
  • Constitución de 1856 (“Nonata”): Aprobada por las Cortes pero nunca promulgada, era similar a la Constitución de 1837.
  • En 1855 también se promulgó la Ley de Ferrocarriles, así como la de Sociedades de Crédito, Banca y Minería.

Estos acontecimientos provocaron conflictos sociales y se exigió la abolición de impuestos y el abaratamiento de alimentos. Esto llevó a la sustitución de Espartero por O’Donnell.

El Gobierno de la Unión Liberal y la Crisis del Régimen Isabelino (1858-1868)

Tras un breve gobierno de O’Donnell, la reina llamó a los moderados dirigidos por Narváez, quienes gobernaron hasta 1858. Este bienio supuso un retorno a las instituciones anteriores a 1845, lo que llevó a O’Donnell a organizar la Unión Liberal, un partido integrado por progresistas y un sector moderado. A partir de 1858, O’Donnell presidió el gobierno, que fue el más estable de la época, destacando la prosperidad económica —el boom de los ferrocarriles— y la estabilidad política, con intervenciones en el exterior. Sin embargo, las divisiones internas, los levantamientos campesinos y republicanos, y el fracaso del programa de conciliación liberal originaron la caída de O’Donnell en 1863.

Desde 1863 hasta 1868, se sucedieron diversos gobiernos, creció la oposición al régimen isabelino y se evidenció el agotamiento del régimen político de los moderados. Por primera vez, los intelectuales actuaron desde la universidad, como en la Noche de San Daniel el 10 de abril de 1865, en la que fueron reprimidos por la Guardia Civil, infantería y caballería del ejército por su apoyo al sector cesado.

El Pacto de Ostende y la Revolución de 1868

En 1866, progresistas y demócratas exiliados acordaron un programa mínimo en el Pacto de Ostende (Bélgica), que incluía el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal. La muerte de O’Donnell en 1867 empujó a los unionistas hacia la causa revolucionaria, que culminó en la Revolución de 1868, también conocida como La Gloriosa.