La Revolución de Septiembre de 1868
El Alzamiento Militar y el Gobierno Provisional
En septiembre de 1868, se produjo un alzamiento militar liderado por el almirante Topete contra el gobierno de Isabel II. Las tropas de la reina se enfrentaron a los sublevados. Prim y Serrano consiguieron el apoyo de los ciudadanos de Cádiz para defender la libertad, el orden y la honradez. En los días siguientes, Prim sublevó a Málaga, Almería y Cartagena. Tras la batalla de Alcolea, cerca de Córdoba, el gobierno dimitió y la reina se exilió a Francia, donde fue acogida por Napoleón III.
En muchas ciudades españolas se crearon Juntas Revolucionarias que organizaron el levantamiento y lanzaron llamamientos al pueblo. Entre sus demandas se encontraban la libertad, la soberanía nacional, la separación de la Iglesia y el Estado, la abolición de las quintas, el sufragio universal, la supresión de los impuestos de consumos, la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes, el reparto de la propiedad privada y la proclamación de la República.
A principios de octubre, los unionistas y progresistas propusieron a la Junta de Madrid la creación de un Gobierno Provisional de carácter centrista, marginando al resto de las fuerzas políticas. El general Serrano fue nombrado regente, y el general Prim, presidente. El nuevo ejecutivo ordenó disolver las juntas y la Milicia Nacional.
La Constitución de 1869 y la Regencia
El Gobierno Provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes para satisfacer las demandas populares. En España, gobernaban progresistas, unionistas, demócratas, carlistas y republicanos. Las Cortes se reunieron en febrero y elaboraron una nueva constitución, que fue aprobada el 1 de junio de 1869.
La Constitución de 1869, la primera constitución democrática de España, establecía los derechos de manifestación, reunión y asociación, la libertad de enseñanza y la igualdad para obtener empleo. También garantizaba la libertad de expresión y de culto, aunque el Estado se declaraba católico. La Constitución proclamaba la soberanía nacional y establecía un Estado monárquico, aunque el poder legislativo residía en las Cortes.
La regencia recayó sobre Serrano, mientras que Prim se convirtió en jefe de Gobierno hasta que se encontrara un nuevo monarca. Los países europeos acogieron con satisfacción el nuevo gobierno, ya que esperaban que contribuyera a la recuperación económica y al intercambio comercial.
El Intento de Renovación Económica
El nuevo gobierno, conocido como “La Gloriosa”, buscaba reorientar la política económica mediante el librecambismo y la apertura al capital extranjero. El ministro de Hacienda restableció en 1870 la contribución de consumos, que había sido suprimida anteriormente. Se estableció la peseta como unidad monetaria.
El problema más grave era la elevada deuda pública, que llevó a una crisis. Para solucionarla, se promulgó la Ley de Minas en 1871, que permitía la venta de yacimientos mineros a compañías, principalmente extranjeras. Con esta medida se pretendía obtener ingresos para devolver los préstamos.
La Constitución de 1869 se basó en los principios liberales democráticos, pero frustró las aspiraciones de algunos grupos políticos. Durante la regencia, el campesinado reclamaba un mejor reparto de la tierra, mientras que en las ciudades se protestaba contra los consumos, las quintas y el aumento de los precios. Los obreros, por su parte, luchaban por mejorar sus condiciones salariales y de trabajo.
Llegaron a España las ideas internacionalistas, y se produjo la “Primera Internacional”, con las ideas del anarquismo y el socialismo, lo que creó una nueva organización de clases.
Las Fuerzas Políticas y el Auge del Republicanismo
El Nuevo Panorama Político
A partir de 1868, se configuraron cuatro grandes tendencias políticas:
- A la derecha, los carlistas, defensores del catolicismo y la monarquía tradicional, y los moderados, partidarios de Isabel II. Parte de la burguesía financiera y económica apoyaba a la reina depuesta.
- A la izquierda, el Partido Republicano Federal. Los federalistas defendían una forma republicana de gobierno y la separación de la Iglesia y el Estado, y se oponían a la intervención del ejército en la política. Dentro del partido había dos corrientes: los “benévolos”, que abogaban por un federalismo impulsado desde el gobierno, y los “intransigentes”, que defendían una república federal construida desde abajo, con territorios independientes que luego se unirían.
- También existía un grupo de “unitarios”, que rechazaban el federalismo y defendían una república unitaria de corte conservador.