El Romanticismo
La Revolución francesa, las guerras napoleónicas que azotan Europa y la crisis interna de los sistemas de Antiguo Régimen provocan la pérdida de la fe en la Razón. Como reacción, aparece una nueva sensibilidad que se caracteriza por conceder un valor primordial al sentimiento, a la exaltación de las pasiones, a la intuición, a la libertad imaginativa y al individuo. El romanticismo es, ante todo, una manera de sentir.
La pintura Romántica
La pintura romántica rechaza las convenciones neoclásicas, las reglas, supone un momento de renovación técnica y estética de importantes consecuencias para el futuro. Utiliza diferentes técnicas: el óleo, acuarelas, grabados y litografías. La textura comienza a ser valorada en sí misma y aparecen las superficies rugosas junto con las formas más sutiles. La pincelada es libre, viva y llena de expresividad. Desaparece la línea frente al color. Se recupera la potencia sugestiva del color, liberándose las formas y los límites excesivamente definidos. Es el agente emocional de primer orden. La luz es importantísima y se cuidan sus gradaciones dando un carácter efectista y teatral. Las composiciones tienden a ser dinámicas, marcadas por las líneas curvas y los gestos dramáticos. Algunos autores como Friedrich prefieren esquemas geométricos más reposados. Los temas son variados. Se cultiva el paisaje como recurso para transmitir los estados de ánimo, dominado por lo infinito de la naturaleza ante la que el hombre aparece relegado y oprimido. Otros temas son las revoluciones políticas, los desastres, religiosos, retratos, lo exótico y fantástico.
El Romanticismo alemán
La figura más importante es Friedrich (1774-1840). La representación de la naturaleza alcanza la expresión más elevada donde el hombre cumple el insignificante papel de espectador frente a la magnitud del paisaje. Algunas de sus obras son Salida de la luna sobre el mar o Viajero sobre un mar de niebla.
El Romanticismo francés
El autor más representativo es Eugène Delacroix (1798-1863), maestro del color, la representación del vigor, de la voluntad y de la energía contenida. Delacroix se consagra como el máximo exponente del romanticismo con su obra La Matanza de Quíos, donde reflejaba la carnicería realizada por las tropas turcas contra los griegos. Pero la obra más notable es el cuadro que conmemora la Revolución de 1830 y que lleva por título La Libertad guiando al pueblo.
El romanticismo inglés
En los últimos años del siglo XVIII, Inglaterra aporta su contribución a la pintura del paisaje romántico a través de la figura de Turner (1775-1835). Su obra expresa la preocupación por el color y la luz que utiliza de manera revolucionaria al representar los medios por los que el color parece propagarse a través de la atmósfera: niebla, vapor y humo. Con su obra Lluvia, vapor y velocidad, se convierte en abanderado de la pintura moderna.
La Arquitectura del Siglo XIX: Historicismos, Edificios de Hierro y Cristal, y el Modernismo
El siglo de la industrialización
El siglo XIX es un tiempo de gestación. La nueva sociedad, la nueva cultura industrial, necesitaba una respuesta arquitectónica a sus necesidades y esta respuesta, que no será dada satisfactoriamente hasta el siglo XX, se elabora durante el XIX. Es un período en el que se entrecruzan diferentes tendencias, con una cierta confusión, pero sobre todo está marcado por el enfrentamiento entre tradición arquitectónica y las nuevas técnicas, materiales y necesidades aportados por la revolución industrial. Esto provoca la existencia de dos tendencias artísticas que se prolongan a lo largo de todo el siglo:
La arquitectura Historicista
Los arquitectos románticos de la primera mitad del siglo XIX revivieron, simultáneamente, varios estilos históricos: el neobizantino, el neorrománico, el neogótico, el neorrenacimiento, el neobarroco y los derivados del arte islámico en oriente y en España. Pero ninguno tuvo la fuerza para imponerse a los demás. Es un retorno a los estilos pasados. Tanto en sus aspectos constructivos como en los decorativos tiene caracteres tradicionales, es una arquitectura de pocas novedades. Se construyen edificios de diversa índole como iglesias, palacetes, y se utiliza para cada uno un estilo diferente dependiendo del cliente y del artista. El Neogótico fue el estilo más importante. En Francia Viollet-Le-Duc se dedicó a la restauración de las catedrales góticas. En Inglaterra destaca el Parlamento de Londres, de tradición gótica, mientras que su imperio colonial le proporciona influencias orientales, sobre todo de la India, como es el caso del Pabellón del Príncipe de Gales.
La arquitectura del Hierro
Nace en relación a la revolución industrial, que ofrece otras posibilidades y necesidades. Aporta una nueva visión de la construcción muy diferente a la tradicional, lo que supone cambios no solo de materiales, sino de técnicas de construcción, valores plásticos, tipologías, etc. El material que utilizan es el hierro (hierro colado) de gran consistencia, más elástico indicado para soportes de gran carga. Desde 1845 se impone el acero de producción industrial y se generaliza el uso del cristal. En los revestimientos de los muros se utilizan materiales tradicionales (mampostería, ladrillo, piedra,…). Los muros son simples cerramientos de los edificios sin otra función ya que la carga está sustentada por un armazón interno. Los soportes aislados suelen ser columnas de fundición trabajadas como las clásicas y pies derechos de hierro laminado más resistente para cargas de gran empuje o construcciones amplias. Las cubiertas son techumbres de armazón metálico de diferentes formas o bóvedas metálicas cubiertas con láminas de cristal, teja o pizarra. La decoración hecha en metal es casi inexistente pero aparece a menudo otra decoración de materiales tradicionales en los revestimientos externos. En el espacio interno aporta un nuevo concepto espacial de extensión indefinida, amplia, despejada y luminosa. Muestra respeto por la simetría, proporción y armonía pero no teoriza sobre esto. Se centró en la construcción de edificios acordes con los nuevos tiempos: puentes, fábricas, invernaderos, estaciones de ferrocarril, mercados, edificios para exposiciones, lo que significa el nacimiento de nuevas tipologías. Creó una nueva tradición constructiva que se ajusta al principio de que la forma sigue a la función. Se impone lentamente a mediados del XIX con sus innovaciones: construcción en esqueleto que permite edificar en altura, las paredes de vidrieras casi continuas, la planta libre y origina una nueva visión arquitectónica. Avances como el invento del ascensor dio como resultado el edificio en altura: el rascacielos. Los incendios en ciudades construidas de madera, permitirán reconstruir rápidamente la ciudad con estos edificios, como fue el caso de Chicago. Los edificios más significativos son: el Palacio de Cristal de Paxton (Londres 1850-51), la Galería de las máquinas de Dutert y Contamin, la Torre de Gustavo Eiffel (París 1889), la Estación de Atocha y el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid.
La Escuela de Chicago
A finales del siglo XIX esta arquitectura conoce un gran apogeo en EE.UU. Los centros de negocios se centralizan y se hace necesaria la construcción en altura para rentabilizar el valor de los terrenos. El desarrollo de los ascensores y las estructuras metálicas se conjugan produciendo una nueva arquitectura, la de los rascacielos, basada en un sentido utilitario y funcional. El representante de esta escuela es Louis Sullivan que realiza el Auditorio de Chicago, los almacenes Carson, etc.
El modernismo
A caballo entre los siglos XIX y XX surge un estilo artístico fugaz pero de gran intensidad, el Modernismo, transmisor de la herencia cultural de siglo XIX y fundamento de muchas de las corrientes arquitectónicas del XX. El modernismo es un fenómeno complejo que se produce en las ciudades de aquellos países por donde se alcanza un cierto desarrollo industrial. Pretende ser el reflejo de una sociedad moderna y activa para hacer una ciudad alegre, nueva y elegante. Es el estilo de una rica y refinada burguesía de fin de siglo, la más preparada social e intelectualmente. A pesar de las diferentes interpretaciones y nombres que recibe en los países en que se desarrolla, mantiene unas características más o menos comunes:
- En materiales junto con los tradicionales se utilizan el hierro y el vidrio de forma constructiva y decorativa.
- Los muros tiene un modelado plástico y sinuoso con formas caprichosas y los soportes son columnas, con aspectos de tallos vegetales, y pilares de piedra con formas fantásticas.
- Las cubiertas son estructuras metálicas con revestimiento de vidrio coloreado de poco peso permitiendo libertad de formas y espacios abiertos.
- La decoración es un elemento importantísimo. Las superficies curvas y la decoración floral y ondulante dan forma a los edificios y recubren los muebles y las paredes. Las algas marinas, los lirios, los tulipanes, las mariposas, las vestiduras y los largos cabellos femeninos se unen en una curiosa mezcla con un sentido orgánico. Están realizadas en cerámicas, relieves o vidrieras y el color es un elemento fundamental.
- La falta de simetría y las extrañas formas que a veces adoptan los planos, revelan un alto grado de racionalización en la integración de todos los elementos del edificio: interiores y exteriores, escaleras y habitaciones, materiales y decoración, todos los elementos de la casa se ajustan al estilo creando una atmósfera íntima.
Víctor Horta es el pionero en Bélgica y en toda Europa. Su obra La casa Tassel de Bruselas es la primera manifestación de este estilo.
El Modernismo en España
El desarrollo industrial de Cataluña permite incluirla en las corrientes artísticas europeas y “el modernisme” alcanza un desarrollo y una vigencia mayores que en otros lugares, pues se prolonga hasta los años veinte.
Muchos arquitectos hacen que Barcelona cobre especiales tonos modernistas como Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner y Josep Puig i Cadafalch.
Antoni Gaudí (1852-1926): Es el mejor y más creativo arquitecto de la época del Modernisme. Su arquitectura es más audaz y libre de prejuicios técnicos y formales que la de su tiempo y demuestra la capacidad de la arquitectura como vehículo de expresión lírica, de no estar casi siempre limitada por el utilitarismo y las tradiciones. El Capricho de Comillas, El palacio Episcopal de Astorga con elementos neogóticos, La reforma de la casa Batlló donde las paredes se ondulan, La casa Milá, llamada también “la Pedrera”, el parque Güell, y La Sagrada Familia. Recibe el encargo en 1883 y trabaja toda su vida en ella, en especial en sus últimos años. Es un proyecto de grandes dimensiones que no llegó a terminarse. Constituye uno de los más audaces y sorprendentes monumentos religiosos de nuestro siglo en el que se conjuga una fértil fantasía con una avanzada solución estructural.
La Pintura del Siglo XIX
El Impresionismo
El crecimiento capitalista y la industrialización desencadenan un desarrollo sin precedentes que transforman radicalmente a Europa. La concepción de la realidad cambia a un ritmo vertiginoso y todo esto afecta profundamente al arte. Los conceptos de espacio y tiempo se transforman, las comunicaciones son cada vez más rápidas, la fotografía permite ver cosas que el ojo humano no percibía. Ante este mundo cambiante, el arte pictórico de la segunda mitad del siglo XIX ofrece el camino del impresionismo que supone el origen del arte contemporáneo después de las experiencias postimpresionistas. El medio por el que los artistas conseguían su aceptación era a través de los Salones o Exposiciones Nacionales. Para un pintor el no ser aceptado en un Salón suponía su marginación y su fracaso. La decisión de incluir o excluir las obras competía a los jurados formados por autoridades académicas cuyos criterios se basan en las tradiciones más conservadoras y se rechazaban las obras originales que suponían una ruptura con el arte oficial. En 1863 se organizó una exposición con las obras que el jurado no había admitido. A esta exposición se la llamó “Salón de los rechazados”, entre los que se encontraba Manet y algunos años más tarde, en 1874, organizan la primera exposición impresionista: Monet, Renoir y Pissarro, entre otros. Se utiliza el óleo sobre lienzo principalmente, aunque también el pastel sobre papel. Los impresionistas descubren que no existe el tema insignificante sino cuadros bien o mal resueltos. Hacen una recuperación de lo banal que favorece la atención a los problemas formales. Hay una marcada preferencia por los paisajes tanto rurales como urbanos; interesa la captación de lo fugaz – el agua, el humo, aire…-. Son paisajes reales, no compuestos, donde aparecen elementos considerados feos como el ferrocarril, las estaciones,… También hay escenas intranscendentes, de ocio – bailes, tabernas-. Nueva valoración de la luz. El color no existe, ni tampoco la forma; sólo es real para el pintor la relación aire-luz. De este modo, la luz es el verdadero tema del cuadro y por esto repiten el mismo motivo a distintas horas del día. La calidad y la cantidad de luz (no la línea o el color) es la que nos ofrece una u otra configuración visual del objeto. Esto les obliga a pintar al aire libre y a emplear una factura rápida capaz de captar algo tan cambiante. Los cuadros son muy luminosos y claros. El color está directamente relacionado con la luz. Utiliza colores claros, vivos y puros que se aplican de forma yuxtapuesta para que la mezcla se produzca en la retina: es lo que se llama mezcla óptica. Con este recurso se gana viveza cromática. Las sombras dejan de ser oscuras y se reducen a espacios coloreados con las tonalidades complementarias, ya que el color se hace más vigoroso acercándolo a su complementario (ej. el rojo y el verde se potencian mutuamente). El negro desaparece por considerar que no existe en la naturaleza por esto el sombreado no se realiza a la manera tradicional coloreando las sombras. Pincelada suelta, corta y rápida. Para traducir mejor las vibraciones de la atmósfera rehuyen cualquier retoque de las pinceladas y prefieren la mancha pastosa y gruesa. La línea desaparece y son la pincelada y el color los valores dominantes. El modelado al modo tradicional, con gradaciones de color y luz, no existe y con el tiempo se acabará disolviendo las formas y volúmenes en impactos luminosos y cromáticos. Pintura al aire libre. Esta proyección hacia los lugares abiertos viene impuesta por la temática pero más todavía por el deseo de “limpiar de barro” los colores, de verlos y reproducirlos puros, y de hallar un correctivo a la composición demasiada mecánica, de pose, del estudio. Nueva valoración del espacio ilusorio. No hay interés por el espacio que finja profundidad, desaparece la concepción tradicional del cuadro como escaparate o ventana. Se pretende que sea algo vivo, un trozo de naturaleza, por lo que se huye de la perspectiva y la composición tradicional. En muchos cuadros lo llamativo es el encuadre que corta figuras y objetos como el objetivo de una cámara fotográfica.
Monet (1840-1926): El más poético de los pintores impresionistas. Uno de los primeros objetivos de Monet es fijar la inmediatez de la sensación visual. Para ello escoge los motivos acuáticos, destacando los efectos de la luz sobre el agua. Su preocupación por las variaciones luminosas según la hora del día le lleva a ejecutar varios cuadros simultáneamente sobre el mismo motivo: La catedral de Ruan, Acantilados,…El cuadro de Monet Impresión: sol naciente sirve de pretexto para que un crítico irónicamente bautice a este grupo con el nombre de impresionistas.
Renoir (1841-1919): Es al mismo tiempo un revolucionario y un artista con un fuerte peso de la tradición. Con tonalidades fuertes, rojas y amarillas, capta las vibraciones de la luz ondulante entre hojas. Prefiere como motivo al ser humano, sobre todo la mujer, que para él expresa la belleza., así puede admirarse en su obra más famosa Le moulin de la Galette.
Degas (1834-1917) Es un impresionista de la forma más que del color. En muchos cuadros la luz brillante de la atmósfera es desplazada por la luz de las candilejas; la irisación de las ondas de es en él brillos de faldas de bailarinas captadas en momentos fugaces. Considera que la forma tiene valor en sí misma y conserva su volumen. Siente especial interés por la figura humana como en sus temas de bailarinas.
El Postimpresionismo
El impresionismo con su afán por captar la luz del natural había ido disolviendo las formas en su ambiente y todos los elementos del cuadro habían ido perdiendo volumen, dibujo y sentido del espacio. En los últimos años del XIX y principios del XX nos encontramos con unos pintores que partiendo del impresionismo derivan hacia una pintura personal que anuncian algunos de los movimientos pictóricos más importantes del siglo XX. El postimpresionismo supone entre otras cosas una recuperación de la importancia del dibujo y de la preocupación por captar no sólo la luz sino también la expresividad de las cosas y de las personas iluminadas.
Van Gogh (1853-1890): Se establece en Arlés entusiasmado por la luz de la Provenza pinta figuras y paisajes de formas serpenteantes flamígeras que traducen su fuego interior. Es un apasionado del color como vehículo para expresar las frecuentes depresiones y angustias que padeció. Su pincelada es muy característica, sinuosa, cursiva y espesa; los colores son a veces agresivos con contrastes no frecuentes – amarillo sobre naranja-. Abre las puertas al expresionismo del XX. Autorretrato, Noche estrellada, La siembra,…
Paul Gauguin (1848-1903): Se inicia en el impresionismo con Pissarro. Deja una vida confortable, y se instala pobremente en París y Bretaña y después se traslada a Tahití, donde pinta sus series de mujeres tahitianas. Destaca por el uso tan expresivo que hace del color con tonos fuertes, vivos y muchas veces arbitrarios que dispone en grandes planos delimitados por ritmos lineales curvos. Tiene dos temas preferentes: el mundo exótico de Tahití y el “primitivismo” de Bretaña. Su obra es preferente del simbolismo y su sentido del color influirá en los fauvistas y expresionistas. Renuncia a la perspectiva, suprime el modelado y las sombras e identifica la sensación de plano igual que en las pinturas japonesas.
Paul Cézanne (1839-1906): En su pintura se recupera el volumen gracias a la geometría, el dibujo y la definición de las formas mediante pinceladas que han sido llamadas constructivas; todo esto sin renunciar al color de gran intensidad mediante los contrastes y las sombras coloreadas. En sus cuadros se potencia el primer plano y realiza pequeñas distorsiones fruto de la utilización de más de un punto de vista (bodegones). Su pintura es el punto de arranque del cubismo y ha influido en coloristas como Matisse. Los jugadores de cartas, la montaña de Santa Vitoria..
La Escultura: Rodin (1840-1917)
Al mismo tiempo que se desarrolla en la pintura la corriente impresionista, el arte escultórico inicia la búsqueda de un nuevo lenguaje que esté en consonancia con los planteamientos estéticos que surgen a finales del XIX. La obra escultórica de Rodin replantea los presupuestos del realismo, asume algunos de los planteamientos del impresionismo como la valoración del fragmento y la importancia de la sensación luminosa. Es el primer escultor que consigue que lo que parece un boceto sea visto como una obra acabada. Todo ello lo consigue gracias a una gran facilidad para el modelado, replanteando bajo nuevos criterios la configuración del espacio escultórico mediante superficies y volúmenes sobre los que la luz crea fuertes contrastes. Obras importantes son: Los burgueses de Calais, Balzac y El Beso.