Novela Bizantina
Las Etiópicas y sus traducciones originan un nuevo subgénero renacentista. Son narraciones que despiertan gran interés entre el público por las inquietudes que provocaban los viajes marítimos y los descubrimientos geográficos. Gran parte de las aventuras transcurren en países, islas y mares exóticos. La tensión está garantizada gracias al esquema argumental, con aventuras más verosímiles que las novelas de caballerías. Está protagonizada por una pareja de jóvenes enamorados, bellos y castos, que son separados hasta el final, cuando se unen. La estructura gira en torno al viaje. Representa el enfrentamiento de los protagonistas consigo mismos y con el mundo, que es superado con ayuda de la gracia divina. Deben enfrentarse a múltiples impedimentos (fortunas y trabajos), los cuales dificultan el desenlace de la historia. Constituyen pruebas por las cuales los héroes muestran su castidad y fe en la divinidad.
Pruebas habituales:
- Piratas: Moros que pueden ocasionar esclavitud o muerte, o también enamoramientos.
- Tormentas: Naufragios.
- Islas: Aislamiento en un mundo desconocido, separación o reencuentro.
- Cautiverio: Prueba más dura, acaba con la huida de los amantes, que utilizan engaños acompañados habitualmente por otros cautivos.
En España, el héroe de la novela bizantina, joven y casto, tiene como principal objetivo el amor. Con el tiempo se transforma en peregrino, símbolo del hombre cristiano. El viaje es una peregrinación de carácter religioso. Las novelas bizantinas fueron acentuando progresivamente sus rasgos morales y didácticos, alejándose del modelo griego.
Discurso: Incorpora recursos narrativos de Heliodoro y Aquiles Tacio, como el comienzo in medias res y la interpolación de historias. Al interrumpirse el relato, se producía la suspensión de la narración, uno de los recursos más admirados. Los episodios intercalados otorgaban variedad a la trama, además de aclarar aspectos y ser utilizados con valor ejemplar.
Novela Pastoril
La fuente más importante es La Arcadia, de Jacopo Sannazzaro (1456-1530). Sus orígenes se hallan en los narradores griegos Teócrito y Longo, y en el poeta latino Virgilio. Algunos elementos pueden rastrearse en algunas novelas de caballerías (Los amores de Clareo y Florisea), también en las églogas dramáticas (Juan del Encina) y en las églogas líricas de Garcilaso de la Vega. Relaciona el ambiente bucólico con el cortesano; dicha mezcla (en su época) permite una lectura en clave en la que se transmitían alusiones a personas y sucesos reales, que actualmente se nos escapan. También se construye mediante el viaje: los personajes se desplazan en busca de la felicidad.
Hay dos tipos de acciones en la historia:
- Presente: lenta.
- Pasado: constituida por los relatos de los pastores.
A lo largo del viaje se suman historias de problemas amorosos de otros personajes, que se comunican y comparten. Los personajes son pastores idealizados, con comportamiento de cortesanos, que se caracterizan por su castidad. Sobresale el protagonismo de algunos personajes femeninos. El espacio donde habitan y dialogan es un mundo ideal, un espacio bucólico, arcádico, es decir, un locus amoenus.
Discurso: Coincide con la novela de aventuras: comienzo in medias res e interpolación de historias intercaladas. Es importante el diálogo, lo cual restringe el papel del narrador. Se limita a ceder la palabra a los personajes, iniciar y concluir escenas, y realizar breves descripciones. No intercala digresiones; casi toda la historia es transmitida por intervenciones de los personajes, que utilizan el discurso dramático. El diálogo puede ser interrumpido por dos procedimientos:
- Cartas: Intercambio de cartas. A diferencia de la novela sentimental, no son un elemento constructivo básico.
- Poemas: A veces son nudos del relato y cuentan sucesos necesarios para entender la historia; otras veces, solo son descansos en la narración.
Novela Celestinesca
En el siglo XVI y parte del XVII, hay textos que siguen, en mayor o menor medida, el modelo de la Tragicomedia de Calisto y Melibea. Son historias que narran amores desarrollados con ayuda de los criados del enamorado y de una alcahueta. Tienen un marcado carácter erótico. No son puramente realistas, pero ofrecen un cuadro verosímil de la sociedad de la época.
Novela Sentimental
En la primera mitad del siglo XVI el número de obras de este género es reducido. Destacan a finales del XV las de Juan de Flores y Diego de San Pedro, continuamente reeditadas. Los nuevos títulos siguen desarrollando el tema de la pasión desdichada e incluyen sucesos históricos, además del relato epistolar. La producción de estas novelas cesó después de 1550.
Novela de Caballerías
Es un subgénero con un extraordinario desarrollo. Alcanza su apogeo entre 1510 y 1560. Otras obras seguían el modelo de la narrativa caballeresca medieval. En la segunda mitad del siglo disminuyó su avance, pero su popularidad dura hasta las primeras décadas del XVII. En el período renacentista, se escribieron continuaciones del Amadís de Gaula y de su serie rival, Palmerín de Oliva (1511). Al caballero enamorado y heroico se le suma el caballero cristiano en lucha contra los infieles en Constantinopla y, más tarde, el caballero aventurero. Estas últimas son de una imaginación desbordante y pretenden deslumbrar al lector.
Novela Morisca
Evoca la vida de la frontera entre Castilla y el último reino musulmán en el siglo XV. A diferencia de la novela de caballerías (que alternaba lugares reales y ficticios), estas tienen una toponimia real. El relato más célebre es la Historia del Albencerraje y la hermosa Jarifa, que aparece impreso en una Crónica de 1561 e intercalado en la edición de 1562 de La Diana. Dos personajes masculinos, el moro Abindarráez y el caballero castellano Rodrigo de Narváez, presentan rasgos caballerescos: valor, generosidad, sentido del honor, etc. El concepto del amor de la novela es el de las novelas de caballerías. El Abencerraje propone la idea de la convivencia posible entre musulmanes y cristianos.