La Segunda República Española: Bienio Radical-Cedista, Revolución de 1934 y Elecciones de 1936

La Segunda República: El Bienio Radical-Cedista (1933-1936)

El llamado “bienio derechista” de la Segunda República Española puede dividirse en dos etapas: los primeros nueve meses y medio, hasta octubre de 1934, de gobierno radical; y desde entonces hasta febrero de 1936, con un gobierno radical-cedista. El 16 de diciembre, Alejandro Lerroux formó un gobierno con solo miembros de su partido. El apoyo parlamentario de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) se obtuvo con la condición de emprender un programa de rectificación de la acción legislativa del bienio anterior.

La gestión de los radicales durante los nueve meses de enero a octubre de 1934 fue bastante difícil, pues además de sufrir frecuentes crisis ministeriales por los desacuerdos que entre ellos mismos había, la actuación del gabinete estuvo completamente mediatizada por la presión de la CEDA, cuyos votos eran vitales para el gobierno. Junto a ello, a los pocos días de la victoria del centro-derecha, el 8 de diciembre, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) desencadenó una insurrección armada que se extendió principalmente por Aragón y Rioja, y en numerosos pueblos del sur.

Polarización Política y Formación de Bloques (1934)

Durante el año 1934, las posiciones se decantaron y el país se polarizó definitivamente entre “las derechas” y “las izquierdas”, como entonces se llamaban.

  • Derecha: Se formaron tres grupos básicos: Falange Española y de las JONS, Renovación Española y la CEDA.
  • Centro: Quedaba el Partido Radical, desprestigiado. Fuera del gobierno, cabe situar a partidos como el de Miguel Maura, de derecha republicana moderada, o el Partido Nacionalista Vasco (PNV).
  • Izquierda: La izquierda republicana se reconstruyó a lo largo de 1934, tras el fracaso electoral. En abril nació Izquierda Republicana, liderada por Manuel Azaña, que integró la vieja Acción Republicana, el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) de Marcelino Domingo y la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga. En septiembre, Diego Martínez Barrio fundó la Unión Republicana.
  • Grupos Obreros: Los grupos obreros se radicalizaron claramente. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) giró a la izquierda. El Partido Comunista de España (PCE) también abandonó el enfrentamiento con el PSOE. Solo la CNT se mantuvo al margen, en parte porque su capacidad de acción se vio mermada tras el fracaso de diciembre de 1933.

En Cataluña, la Esquerra Republicana de Catalunya seguía siendo hegemónica.

La Revolución de Octubre de 1934

En este contexto se produjo la Revolución de Octubre de 1934. El clima de enfrentamiento en las Cortes, los continuos conflictos en el campo, los incidentes en la universidad entre la Federación Universitaria Escolar (FUE) y los falangistas (incluidos dos asesinatos de dirigentes juveniles) y la tensión política existente entre el gobierno y los nacionalistas, además de la radicalización de la opinión pública, generaron una situación explosiva que llevó a la izquierda obrera a preparar la insurrección armada.

La posible entrada de la CEDA en el gobierno se identificaba desde la izquierda como el triunfo del fascismo. Hacía un año y medio del ascenso al poder de Hitler en Alemania, y la CEDA no ocultaba su admiración por el nazismo alemán. El temor se confirmó cuando, tras acordarlo los dirigentes cedistas en un borrascoso septiembre, el 1 de octubre se produjo la crisis ministerial y el día 4 se formó gobierno con tres dirigentes cedistas incluidos. Esa misma tarde, los dirigentes socialistas dieron la orden de huelga.

Desarrollo de la Insurrección

El 5 de octubre, el paro fue general en todas las ciudades del país; no así en el campo, donde la movilización era muy difícil tras el fracaso de la huelga de junio. Pero en Asturias, la movilización se convirtió en una insurrección armada revolucionaria. Todos los obreros asturianos se alzaron en armas, perfectamente organizados y preparados. En dos días controlaron toda la provincia, destituyeron a las autoridades y conquistaron la propia capital en duros combates contra el ejército y las fuerzas de orden público. Organizaron además los suministros, mantuvieron la producción en la siderurgia, cubrieron los servicios sanitarios y la vigilancia, y se organizaron en comités de gobierno.

Sin embargo, el movimiento fracasó en Madrid. El gobierno reaccionó rápidamente y en la noche del mismo día 4 las tropas fueron acuarteladas, por lo que los insurrectos no pudieron apenas hacerse con ninguno de los centros de poder previstos. Los principales dirigentes socialistas y comunistas fueron detenidos el día 8, mientras se sucedían los combates callejeros.

En Cataluña, el apoyo del propio Lluís Companys hizo triunfar por unas horas la revolución, allí ligada a la reivindicación nacionalista; pero dos días después, el general Domingo Batet, tras hacer bombardear la Generalitat, consiguió recuperar el mando y obtuvo la rendición del gobierno catalán.

En el resto del país, el paro fue total en los primeros días, y en muchos lugares se produjeron conatos de insurrección, sobre todo donde los obreros de filiación socialista eran la mayoría. Pero no llegaron a cuajar al estar aislados entre sí y al no contar con apoyo campesino. Tampoco la CNT quiso unirse a la sublevación. Por eso, hacia el día 12 la insurrección había sido sofocada en todas partes, salvo en Asturias.

La Represión en Asturias

Para combatir la revolución asturiana, el gobierno entregó plenos poderes militares al general Francisco Franco, que hizo traer tropas de la Legión y colocó al frente de las operaciones al general Eduardo López Ochoa. El día 10, los legionarios desembarcaron en Asturias y comenzaron a reconquistar casa por casa la ciudad de Oviedo, frente a una resistencia obrera feroz. La misma resistencia se produjo en toda la cuenca minera, hasta que, finalmente, el día 19 se pactó una rendición. Cuatrocientos guardias civiles se encargarían en los días siguientes de la limpieza y represión posteriores.

Consecuencias de la Revolución

El balance de octubre de 1934 fue durísimo: 1051 muertos y el doble de heridos entre los insurrectos, 284 muertos y 900 heridos entre las fuerzas del orden y el ejército. A ellos hay que añadir miles de heridos no cuantificados.