Este texto constituye un fragmento clásico de Aristóteles en el que aparecen varias ideas centrales de su teoría política. En primer lugar, expone la naturaleza social del ser humano, la tendencia natural que tienen las personas de agruparse con los miembros de su misma especie para formar comunidades, desde la más simple, la unión familiar o casa, pasando por la aldea, hasta llegar a la ciudad, agrupación a la que las demás tienden. La propia explicación de la ciudad va unida a la idea de naturaleza, arraigada en toda la teoría aristotélica. La ciudad no es elegida libremente, sino que el desarrollo de las diversas agrupaciones y la constitución final del Estado ya viene programada naturalmente: la ciudad es finalidad en sí misma. Esta concepción choca con las ideas convencionalistas de los sofistas al explicar la constitución de la sociedad. Por otro lado, Aristóteles explica que el ser humano es social en mayor medida que otros animales por la posesión del lenguaje, esta característica que nos confiere la capacidad moral, que junto a la capacidad intelectual, es exclusiva de nuestra especie. De este modo, vincula el lenguaje con la moralidad y ambos con la política. Aristóteles también distingue entre la palabra y la voz. Esta última concede la posibilidad de manifestar y expresar sensaciones de placer o displacer, cosa que es compartida con otros animales que también viven agrupados, pero no es suficiente para proveer del sentido de justicia que sí da el lenguaje.
Comparación con Platón
Pretendo comparar la teoría de Aristóteles con la de su maestro, Platón. Ambas comparten la visión de lo que es ciencia. El motivo es que la ciencia solo puede tener como objeto de investigación lo que es universal, que no es susceptible de cambio. En este sentido, son herederos de la búsqueda del concepto universal que inició Sócrates que los aleja del relativismo y de la retórica de los sofistas. Sin embargo, Aristóteles se distancia de Platón en su concepción del origen y del proceso del conocimiento. Aristóteles sostiene que el conocimiento comienza con la experiencia sensible, Platón en cambio, afirmó que el ser humano conoce las ideas mediante la razón, que no depende de la experiencia. El proceso de conocimiento según Aristóteles se inicia con las sensaciones que nos informan de lo particular. A partir de esta información empírica, la facultad del entendimiento agente, abstrae y construye el concepto. Para Platón lo universal está antes que lo particular. El conocimiento de la idea es previo e indispensable para acceder a la comprensión de los objetos concretos, que imitan imperfectamente a aquella. La distinción de lo particular y lo universal en Aristóteles es mental, ya que lo universal está inserto en lo particular. En Platón, el conocimiento es recuerdo de lo que el alma contempló en el mundo de las ideas.
Ética Aristotélica y su Relación con Hume y Kant
A continuación, relacionaré la teoría ética aristotélica con las de Hume y Kant. Aristóteles propone una ética naturalista y teleológica. La vida buena puede alcanzarse si logramos desarrollar nuestra naturaleza racional. Se trata de llevar a cabo una vida conforme a esa naturaleza, una vida razonable. Esto requiere el ejercicio continuado de la virtud en nuestras acciones. La virtud moral consiste en situarse en el término medio como resultado de un proceso de deliberación racional en el que se evitan los extremos. En este proceso es clave la virtud intelectual de la prudencia, que nos orienta en la elección de los medios convenientes para conseguir la felicidad. Hume considera que lo que nos impulsa a actuar moralmente no es la razón, son las emociones. No es el cálculo deliberativo, como en Aristóteles, sino un sentimiento de aprobación inmediato ante las acciones. La razón analiza las consecuencias sociales y personales de los actos morales. La discusión entre ambos reside en determinar cuál es el fundamento de los juicios morales: ¿la razón o la emoción?
El debate ético de Kant parte de la crítica de este a las éticas materiales. Aristóteles dota de contenido concreto al bien e indica qué hacer para lograrlo. Kant califica esta ética de heterónoma, la norma moral deriva de instancias ajenas al propio sujeto: el contenido del bien radica en la búsqueda de la felicidad. Kant por el contrario propone una ética autónoma en la que la norma moral derive de la propia razón del sujeto. Es una ética formal que no indica qué hacer, sino cómo actuar. Una conducta tiene valor moral si la ha guiado la buena voluntad o ha sido una acción por puro respeto al deber, es decir, a la ley moral que está en la razón y a la que se adhiere. Así la ley moral se convierte en un imperativo categórico.
Reflexiones Personales sobre la Felicidad y la Actualidad de Aristóteles
Expondré mi opinión en dos partes. En primer lugar, abordaré el tema de la felicidad, y posteriormente me centraré en aspectos de su filosofía que destaco por preferencias personales y su actualidad. Aristóteles plantea el hecho de que la felicidad es el bien supremo, lo máximo a lo que podemos aspirar, y se pregunta en qué consiste dicha felicidad y los requisitos para alcanzarla. Ese fin puede ser compartido por cualquier individuo, sin embargo, hay personas que llevan a cabo proyectos de vida, que en principio, parecen reportar escasa o nula felicidad. Podemos pensar en situaciones como: un médico que utilice su periodo de vacaciones para ir a la India a ayudar en zonas empobrecidas, un misionero, un voluntario de protección civil. Con estos casos no sería descabellado pensar que la idea aristotélica de la eudaimonia pierde credibilidad. En mi opinión, una cuestión controvertida es la idea de que esa felicidad consiste en llevar una vida basada en la sabiduría. No creo que el conocimiento aporte siempre felicidad. Además, Aristóteles se muestra pragmático en dos aspectos. Primero, su idea de que la felicidad máxima la da el conocimiento, pero a su vez, concede que no todas las personas pueden acceder a esa felicidad y sí alcanzarla con el desarrollo de las virtudes del carácter. El segundo hace alusión a la necesidad de poseer una serie de bienes como base mínima sobre lo que cimentar la felicidad. Alguien que viva en la pobreza con una salud deteriorada, que carezca de afecto, difícilmente puede alcanzar la felicidad. Este argumento aristotélico en mi opinión es muy sólido y aplicable a cualquier época.
Por último, valoraré con brevedad algunas cuestiones que me han resultado sugerentes de la figura y del pensamiento de Aristóteles. Este filósofo tiene el mérito, a mi juicio, de haber sistematizado gran parte del saber filosófico y científico del mundo antiguo. Me parece admirable la diversidad de interés que perseguía y su grado de maestría en tan diferentes terrenos del saber. No sé si en la época actual, de gran especialización del conocimiento sería posible encontrar a alguien con ese bagaje intelectual. Pienso que sería muy difícil. La relación maestro-discípulo, que mantuvieron Platón y Aristóteles es modélica: aúna amistad, respeto, y libertad del pensamiento, alejada de cualquier tentación de sumisión acrítica. En cuanto a su teoría moral, autores como Fernando Savater siguen la estela de lo reflexionado por el pensador griego sobre la vida feliz. Hoy, la felicidad, interesa, como decía Aristóteles (se diga de muchas maneras), y no se sabe bien qué es. Este tema interesa y por tanto vende, como se puede comprobar en el éxito de los libros de autoayuda. Quizás hayamos olvidado la explicación de la vieja filosofía aristotélica, que tiene un marcado carácter sapiencial.