1. La Experiencia como Fuente del Conocimiento
Dentro de la filosofía moderna, articulada en torno al sujeto, y frente al racionalismo de Descartes, el empirismo toma la experiencia como la fuente y el límite de todo nuestro conocimiento. Por lo tanto, rechaza el innatismo de ideas cartesiano; todos sus contenidos dependerán de lo experimentado. Estos reciben el nombre de percepciones, las cuales se dividen en impresiones e ideas. Las impresiones son datos inmediatos de la experiencia (pasiones, emociones) y que pueden clasificarse en simples o complejos y de sensación (frío) o de reflexión (odio al frío). Las ideas son copias atenuadas de estas impresiones, que surgen al reflexionar sobre las sensaciones anteriores, por lo que también se dividen en simples o complejas. La relación original-copia entre impresiones e ideas sirve a Hume para formular su criterio de certeza: una proposición será verdadera si sus ideas se corresponden con alguna impresión, al resultarnos imposible pensar en algo que no hayamos percibido previamente.
A partir de las ideas, Hume distingue dos tipos posibles de conocimiento:
- Relaciones de ideas: son cuestiones que dependen exclusivamente de la actividad racional, independientemente de su existencia, definiéndose como necesarias y verdaderas, siempre que respeten el principio de contradicción.
- Cuestiones de hecho: son conocimientos regulados por la experiencia y definidos como contingentes, siendo su contrario lógicamente posible. Por lo tanto, se regirán por el criterio de causalidad.
Las relaciones de ideas serán las encargadas de delimitar lo posible, desde el punto de vista lógico, mientras que las cuestiones de hecho definirán las condiciones en las que se desarrollen nuestras vidas.
2. Crítica a las Definiciones Generales
Basándose en la experiencia sensorial, Hume niega que conozcamos la definición general. Estas definiciones siempre proceden de reducir los conceptos a sus características comunes, empleando el método de la inducción. Sin embargo, esta vía presenta una gran deficiencia, nunca será exacta pues nunca podremos experimentar todos los casos posibles. No obstante, esta clasificación de la realidad resulta necesaria por su utilidad y conveniencia para con la sociedad. Con esta crítica, Hume sienta las bases del método de verificación de la ciencia actual basado en la falsación.
3. Crítica a la Idea de Sustancia
Hume define la sustancia como aquello que constituye el sustrato de las cualidades. La sustancia únicamente será verdadera si conocemos la impresión de la que procede, por lo que necesariamente la idea de sustancia deberá ser la copia de alguna impresión. Hume llega a evidenciar un uso deficiente del lenguaje, pues los términos, en sí mismos, no son más que la suma de unas propiedades perceptivas concretas, que la razón se ha acostumbrado a asociar de manera simultánea gracias a la experiencia. Sin embargo, todavía queda la posibilidad de que la sustancia proceda de una impresión de reflexión, hipótesis que Hume rechaza ante la imposibilidad de definir la sustancia como una emoción o pasión. Con estos razonamientos, el filósofo escocés llega a la conclusión de que la sustancia no es una idea verdadera. El criterio de certeza de Hume únicamente permite ratificar la veracidad del pensamiento, cualidad de dicha sustancia pensante, y no la existencia del alma como tal.
4. Crítica a la Idea de Causalidad
Para explicar el flujo de ideas de la mente, Hume distingue tres leyes de asociación de ideas: semejanza, contigüidad y causalidad, centrando sobre esta última su estudio. Así, Hume estudia las relaciones de causa-efecto, concluyendo que, además de los dos fenómenos conectados por el nexo causal, existen otras tres impresiones invariables: la contigüidad espacial, la prioridad temporal de la causa sobre el efecto, así como la sucesión constante de ambos. Sin embargo, esta unión constante no implica la existencia de una conexión necesaria, pues la primera procede de la experiencia, mientras que la segunda es producto de nuestra imaginación y nuestra tendencia a suponer sobre el futuro. Podemos afirmar que la idea de una conexión causal necesaria no es verdadera. Sin embargo, la razón acaba imponiéndola por una mera razón práctica y utilitaria, confiando en el hábito y en la costumbre de que lo sucedido en el pasado vuelva a suceder en el futuro. De este razonamiento, se infiere el gran problema achacado al empirismo de Hume: la pérdida del valor predictivo de la ciencia.
5. De la Certeza a la Creencia
La aplicación del criterio de certeza a los pilares de la Metafísica tradicional acaba restringiendo drásticamente los límites de nuestro conocimiento. Toda relación causal que creíamos conocer no era más que eso, una creencia de que el hábito experimentado en el pasado se repetiría en el futuro. Así, con la crítica a la causalidad, los únicos valores que maneja la razón son aquellos procedentes de la experiencia que sí pueden integrar certezas morales. Con estos razonamientos, Hume adoptará un fenomenismo escéptico; el hombre no puede conocer la realidad sino sólo fenómenos aislados mostrados por la experiencia. Este escepticismo se define como moderado, aceptando la creencia, y no la certeza, como una guía práctica para la vida, reivindicando el papel del instinto y los automatismos naturales en ciertas certezas básicas para la supervivencia del individuo.