Desarrollo del Pensamiento de Platón
Platón busca continuar la labor iniciada por su maestro Sócrates, oponiéndose al relativismo moral de los sofistas, una tendencia que considera perjudicial. Su objetivo es establecer conceptos éticos universales, tema central de sus primeros diálogos, aunque a menudo la cuestión queda sin resolver. Además de esta preocupación ética, Platón tiene una intención política, estrechamente ligada a la anterior, ya que considera que los gobernantes deben guiarse por ideales trascendentes y absolutos, en lugar de su propia ambición. Finalmente, Platón también aspira a resolver una cuestión científica: dado que los seres de este mundo están en continuo cambio y movimiento, no puede haber ciencia sobre ellos. Por lo tanto, Platón, heredero de la visión de Heráclito y discípulo de Sócrates, sostiene que las definiciones deben referirse a aquello que no está sujeto a cambio perpetuo, denominando a este objeto de la ciencia como “idea”. Así, cuando Platón desarrolla su teoría de las ideas en sus diálogos de madurez, afirma que existe un bien en sí mismo, que es la idea de bien, así como una idea de virtud, de justicia, etc.
Teoría de las Ideas y Dualidad de Mundos
La teoría de las ideas, cuya primera formulación aparece en Fedón, Fedro y República, implica una dualidad de mundos: un mundo de las ideas y un mundo de las cosas, el mundo inteligible y el mundo sensible. El mundo de las ideas está compuesto por las ideas, a las que Platón atribuye ciertas propiedades: cada idea es el ser verdadero, esencia, trascendente y perfecta. Las ideas no deben entenderse como construcciones mentales del sujeto, aunque son necesarias para un conocimiento verdadero. Por el contrario, las cosas del mundo sensible, al ser plurales y cambiantes, no son ideas, no son auténticos entes, por no ser únicos e inmóviles. El mundo sensible, material, en el que vivimos, es el mundo del movimiento, de las cosas que nacen y mueren, es el mundo de la pluralidad. Es el mundo de las sombras, de las apariencias, que, por ser las únicas que hemos visto desde nuestro nacimiento, erróneamente consideramos como auténticos entes. El mundo sensible tiene entidad en la medida en que se parece o se relaciona con la idea. Esta relación se puede explicar de dos modos: por imitación, entendiendo que las cosas sensibles son una copia imperfecta y engañosa del mundo inteligible, o por participación, entendiendo que las cosas del mundo sensible participan, al igual que las ideas pero en menor grado, de la idea suprema que es la idea de bien.
Conocimiento y Reminiscencia
El mundo físico es inteligible, comprensible a partir del mundo de las ideas. Para explicar cómo conoce el hombre, Platón introduce la teoría de la reminiscencia. La reminiscencia es la idea de que todo conocimiento es un recuerdo de las verdades que el alma posee de manera innata; por lo tanto, conocer no es más que recordar aquello que ya se sabía, y se sabía porque el alma ya había contemplado las ideas. Ahora bien, para alcanzar el conocimiento verdadero, aquel que solo se tiene cuando se han conocido las ideas, se necesita un método que proporcione una educación o formación al alma. En este fragmento vemos un ejemplo de esta educación por medio del diálogo, pues Sócrates, a través de sus preguntas, pretende alcanzar la verdad. Si el conocimiento se obtiene por reminiscencia, la enseñanza de los sofistas es innecesaria, como se muestra en el diálogo Menón de Platón. Sin embargo, la teoría de la reminiscencia desaparece en los diálogos platónicos posteriores, y Platón se centra en la dialéctica, que inicialmente era una forma de argumentación mediante preguntas y respuestas, en una estructura de diálogo, pero que a partir de la República experimenta una notable transformación. En el Fedón, el Fedro y la República, la dialéctica se presenta como un método de ascenso de lo sensible a lo inteligible y, en algunos de los llamados «diálogos últimos», como el Parménides, el Sofista y el Filebo, como un método de deducción racional de las ideas.
Antropología y Estructura Social
La dualidad de mundos tiene consecuencias en la concepción antropológica y social platónica. Desde la perspectiva antropológica, el hombre tiene una dualidad: un principio que pertenece al mundo de las ideas, el alma, y otro al de las cosas, el cuerpo. Gracias a la semejanza del alma con las ideas, el alma es principio de inteligibilidad, racionalidad y conocimiento. Pero, como explica Platón en el mito del carro alado, las almas son castigadas a encarnarse en los cuerpos, que son materiales y pertenecen, lógicamente, al cosmos sensible. Platón explica la relación del alma con su propio cuerpo como la del jinete con el caballo o el piloto con el navío. El alma es, por lo tanto, no solo distinta del cuerpo, sino extraña a él, una cárcel para el alma, cuya unión es antinatural y forzada. Platón distingue, en los diálogos de madurez, tres ámbitos o partes del alma, cada una con una característica propia y una virtud que le pertenece y a la que aspira. Las tres partes son el alma racional, de la que acabamos de hablar, el alma irascible, fuente de pasiones nobles, y el alma concupiscible, fuente de pasiones inferiores. Solo el alma racional es inteligible o, lo que es lo mismo, inmaterial y, por tanto, incorruptible, es decir, inmortal.
Ética y Virtudes del Alma
Esta teoría sobre el alma, que aún no aparece en los diálogos socráticos, permite a Platón fundamentar su teoría ética. Dado que el alma se compone de tres partes, cada una tendrá una virtud que le es propia. La sabiduría es la virtud propia del alma racional, dirige toda la vida práctica y pone orden en los pensamientos, disponiendo el alma para huir del mundo engañoso de las apariencias y preparándola para la contemplación de las entidades superiores. La valentía, la virtud propia del alma irascible, regula las pasiones nobles y generosas, haciendo que el hombre se sobreponga al sufrimiento y al dolor cuando es necesario para el cumplimiento del deber. La templanza, la virtud propia del alma concupiscible, se encarga de la moderación en las pasiones inferiores del hombre. El equilibrio o armonía entre todas las partes será la justicia, tanto del hombre como de la ciudad.
La Polis Ideal y la Estructura Social
Platón se esfuerza principalmente por diseñar una polis ideal, en la que se daría la justicia entre las partes, y estas partes se definen analógicamente a partir de la teoría del alma. La sociedad debe estructurarse en tres clases sociales, y a cada una le corresponde una función distinta en orden al bien común. No son clases cerradas, a modo de castas, sino que se pertenece a cada una no por nacimiento ni libre elección propia, sino por asignación hecha por los gobernantes, según las cualidades naturales de los niños, a los que se debe dar una preparación específica según la clase asignada. Las tres clases son: la clase de los gobernantes, a quienes corresponde la parte racional de la polis y están encargados de dirigirla; los guardianes, a quienes corresponde la parte irascible de la polis y están encargados de defenderla; y los trabajadores o productores, a quienes corresponde la parte concupiscible o inferior de la polis y están encargados de producir los bienes materiales que la sociedad necesita.
Organización Política y Educación
Se trata de una organización política estrictamente jerarquizada, pues no todos los hombres están igualmente dotados por naturaleza ni deben realizar las mismas funciones. En cada uno predomina un tipo de alma, y ha de ser educado de acuerdo con las funciones que debe realizar, aunque Platón propone idéntica educación y funciones para hombres y mujeres. El Estado platónico es, ante todo, una institución educativa. Por otro lado, la existencia de los ciudadanos está en función del bien de la colectividad y, por eso, Platón prevé la abolición de la propiedad privada y de la familia para las clases superiores. De este modo, gobernantes y guerreros estarán a salvo de los peligros de la ambición personal o de casta.
El Filósofo-Rey
Para Platón, por lo tanto, quien debe gobernar la ciudad es el filósofo-rey, pues este, al guiarse por el alma racional, es capaz de contemplar la idea de bien y, al descubrir el orden ideal de la polis, puede proporcionar normas para la conducta moral y política de los ciudadanos. Aquel que contemple la idea de bien será capaz no solo de un conocimiento del bien, sino de un modelo que le permitirá obrar de acuerdo con este bien. Se trata de un gobierno, por lo tanto, monárquico o aristocrático, pero en el que la aristocracia es una aristocracia de la virtud y el saber.
Contexto Histórico, Sociocultural y Filosófico de Platón
Marco Histórico: La Grecia Clásica
El marco histórico en el que Platón escribe sus diálogos es la Grecia clásica, donde la ciudad es el centro de toda actividad económica, social y política. En ella se encuentran los mercados, las escuelas y gimnasios, el teatro y los templos. La ciudad en esta época es un estado independiente, con su propia constitución y sus propias leyes, de territorio reducido —en el que vive la población rural— y con un número de habitantes no muy grande. Platón propone que sean unos 5.000 los ciudadanos, porque todos deben poder conocerse. La Hélade, en la época de Platón, siglos V-IV a.C., es un conglomerado de aproximadamente cinco mil ciudades, cada una con autogobierno, y un territorio más amplio que la Grecia actual, abarcando también las costas de Asia Menor, el sur de Italia, Sicilia y numerosas islas del Mediterráneo. Atenas, donde vive Platón, a principios del siglo V a.C., consagra su supremacía sobre las otras ciudades tras la victoria sobre los persas en las guerras médicas, pero las rivalidades entre las ciudades son continuas, y solo la época de Pericles supone un período de paz relativa. Atenas es una democracia, constantemente amenazada por la oligarquía y la tiranía, que se basa en la “isonomía” (igualdad ante la ley) y la “isegoría” (derecho a hablar en la asamblea). La Grecia clásica ignoró el sistema democrático representativo, por lo que todos debían participar en la Asamblea (Ecclesia). De ahí la importancia de educar a los jóvenes para convertirlos en buenos ciudadanos, lo que se refleja en que la cuestión principal de varios diálogos de Platón sea si la virtud, la excelencia del hombre, es enseñable. Este modelo político será imitado por muchas otras ciudades, pero también se enfrentará a la oposición interna y externa. La primera procede de la propia aristocracia ateniense, que se resiste a perder los privilegios tradicionales. La oposición externa corre a cargo de la vecina Esparta, que ve su régimen aristocrático-militar amenazado por la expansión de los ideales democráticos. La ciudad democrática hizo posible la eclosión de la filosofía, pero ni en general los filósofos ni en particular Platón sintieron gran simpatía por la democracia.
Estructura Social y Vida Pública
La ciudad griega se basa en gran parte en el trabajo de los esclavos, que carecen de los derechos de los ciudadanos libres. Los ciudadanos libres se despreocupan de las actividades económicas: muchos son propietarios de tierras, y el trabajo físico queda relegado a los esclavos. En cuanto a las actividades remuneradas, mal consideradas por los hombres libres, son cedidas a los numerosos extranjeros que llegan a Atenas atraídos por la economía floreciente y las libertades democráticas. La ciudad, además, entrega una cierta cantidad diaria a los magistrados, a los jurados de los tribunales, a los soldados e incluso —a partir del siglo IV a.C.— a todos los ciudadanos los días que participan en la Asamblea. Esto explica que el ciudadano de Atenas se dedique, sobre todo, a la vida pública, y que la vida pública sea uno de los problemas principales de la filosofía platónica. La “libertad” del ciudadano, que permite al hombre libre el “ocio” necesario para participar en los asuntos políticos o en discusiones filosóficas, como la del fragmento, se apoyaba en la existencia de los esclavos, la marginación de las mujeres, que recluidas en las casas se dedicaban a su administración, y la laboriosidad de los extranjeros, que se dedican al comercio, los pequeños oficios o las artes. El ambiente social permite entender muchos rasgos de la filosofía platónica. Es una filosofía movida por el interés de saber y no por un fin utilitario, que solo es posible para los hombres que pueden dedicarse al ocio. Es una filosofía fundamentalmente teórica y contemplativa, que prima la construcción de modelos ideales y que descuida los avances de la técnica y desvaloriza el trabajo productivo.
Religión y Mito en la Grecia Clásica
Un aspecto cultural importante que explica por qué Atenas se convirtió en el centro del pensamiento filosófico es la pérdida de vitalidad de la religión. La religión griega poseía características que hacían a sus mitos especialmente vulnerables: no había un sacerdocio estable que garantizase y mantuviese la ortodoxia doctrinal, existían diversas versiones de cada mito, y para los griegos eran menos importantes las creencias que las prácticas del culto. No es extraño, por tanto, que surgieran interpretaciones alegóricas o racionalistas de los mitos (ya desde el siglo VI a.C., con Teágenes de Regio) o que se desechasen los mitos para buscar una explicación racional de la realidad. Sin embargo, Platón no rechaza los mitos, sino que los introduce y los utiliza en sus diálogos para tratar cuestiones como la inmortalidad del alma o los grados del saber. A pesar de ello, hará una crítica demoledora a los poetas en la República, expulsándolos de su ciudad ideal, ya que sospecha que con sus mitos, este creador de fantasmas que es el poeta hacedor de apariencias, no solo engaña, convive con la apariencia y la presenta como verdad, sino que además nos hace peores y más miserables.
Orígenes de la Filosofía Occidental
La filosofía occidental se inició en el siglo VI a.C. en las colonias fundadas por los griegos en las costas de Asia Menor (Jonia) y en Italia meridional. La sabiduría primitiva se encontraba depositada en los mitos de las religiones, y cuando se empezó a utilizar la razón (lógos) de modo exclusivo, surgió la filosofía (y la ciencia). Por eso suele definirse la aparición de la filosofía como el “paso del mito al lógos”. Es posible distinguir dos tendencias entre estos primeros filósofos griegos, llamados también “presocráticos”. La primera tendencia es fundamentalmente científica: sus representantes, llamados con frecuencia “físicos”, puesto que su interés se centraba en la naturaleza (physis, en griego), sustituyeron las representaciones antropomórficas de los mitos por elementos naturales. El primer filósofo conocido, Tales de Mileto, afirmó que todo se compone de un solo elemento primitivo y eterno, el agua, dotado de movimiento propio. Anaximandro de Mileto consideró que el principio de todas las cosas es el ápeiron, es decir, “lo indefinido”, “lo indeterminado”; su carácter indefinido permitió explicar la derivación de todas las cosas mucho mejor que un elemento determinado como el agua. Para Anaxímenes de Mileto, el principio primordial y único era el aire, y explicó el doble proceso mediante el cual todo procede del aire por medio de la rarefacción y la condensación. La teoría de los cuatro elementos de Empédocles de Agrigento (tierra, aire, agua y fuego) tendrá amplia aceptación en los siglos siguientes. Esta tendencia culmina con Demócrito de Abdera, contemporáneo ya de Sócrates y Platón, quien explica el cosmos a partir exclusivamente del movimiento de caída en el vacío de partículas minúsculas, homogéneas e indivisibles que llamó “átomos”.
Influencias en el Pensamiento de Platón
La otra tendencia es más bien mística y/o metafísica (aunque el término no existía todavía), y está representada por Pitágoras y su escuela y Parménides de Elea. Esta segunda corriente será la que más influencia tendrá en Platón, y así este filósofo aceptará de la escuela pitagórica la doctrina de la inmortalidad y la transmigración de las almas y la investigación sobre la esencia matemática del cosmos. En el Menón, un problema matemático sirve para comprobar la reminiscencia; en la República —diálogo de madurez— las matemáticas se presentan como el penúltimo grado de conocimiento anterior a la intuición directa de las ideas; y en el Timeo —obra de vejez— el universo es organizado por el Demiurgo a partir de modelos matemáticos. Platón recogerá la reflexión abstracta acerca del “ser” y el “no-ser” que Parménides expuso en forma de poema. Justamente por admitir las tesis parmenideas acerca del ser, Platón rechazará la filosofía de los físicos o jónicos porque la naturaleza es el mundo de la generación, de las cosas que nacen y perecen, el mundo de las apariencias de las cuales solo podemos tener opiniones y no verdadera ciencia, como sostenía Parménides. Cuando Platón realiza una duplicación del mundo, en un mundo inteligible de las ideas y un mundo sensible de las cosas, dota a las ideas de los atributos del ser de Parménides —cada idea es única, eterna, inmutable e inalterable, solo captable por la inteligencia— mientras que, siguiendo a Heráclito, considera que el mundo sensible está dominado por el devenir, la contradicción y el flujo permanente. Este tipo de reflexiones, acerca de la naturaleza y acerca del ser, se agotarán en el siglo V a.C., y son substituidas por una reflexión filosófica sobre el hombre y su papel en la ciudad, es decir, que se centra en problemas éticos y políticos. Es el “giro antropológico” protagonizado por Sócrates y los sofistas, que también tendrá su repercusión en la filosofía de Platón, siempre preocupado por los problemas de la ciudad.
Sócrates y los Sofistas
El marco filosófico que conoció Platón en su juventud se muestra claramente en este fragmento. Aquí Sócrates dialoga con uno de sus alumnos, como en otros diálogos discute en las calles con sus conciudadanos, se encuentra con filósofos extranjeros recién llegados a Atenas o participa en un banquete que no deriva en orgía, sino en discusión filosófica. Sócrates entiende la filosofía como una búsqueda colectiva y en diálogo. Él no pretende poseer la verdad, ni poder encontrarla por sí solo. Cada hombre posee dentro de sí una parte de la verdad, pero debe descubrirla con la ayuda de otros. Así se explican las dos partes del método socrático: la ironía y la mayéutica. La ironía es el arte de hacer preguntas tales que hagan descubrir al otro su propia ignorancia. El que cree saber cae entonces en la cuenta –acorralado por las preguntas de Sócrates– de que no sabe nada. Se ve, así liberado de ese falso saber que le impide buscar la verdad. Entonces comienza la mayéutica (arte de la comadrona, por alusión al oficio de su madre), consistente en el arte de hacer preguntas tales que el otro llegue a descubrir la verdad por sí mismo. Sócrates, pues, no comunica doctrina alguna, ni parece tener doctrina propia y, sin embargo, por su actividad fue juzgado y condenado a muerte. Condenado a beber la cicuta, rehusó la huida que le habían preparado sus amigos y discípulos, y pasó sus últimas horas discutiendo con ellos acerca de la inmortalidad del alma y las ventajas de morir, como nos muestra Platón en su diálogo Fedón.
Los sofistas, personajes que aparecen a menudo en las obras de Platón y que este filósofo presenta como los antagonistas de Sócrates, eran extranjeros enormemente cultos y conocedores, a través de sus numerosos viajes, de las diversas formas de pensar y vivir de los demás griegos. Estos sabios tenían una actitud relativista e incluso escéptica, pues habían podido comprobar en sus viajes que no hay dos pueblos que tengan las mismas leyes ni las mismas costumbres. Al ser extranjeros, no podían intervenir directamente en política, pero formaban a la mayoría de los políticos atenienses. En su educación daban especial importancia a la oratoria y la erística, enseñando a convencer en la Asamblea pública y ganar pleitos en los tribunales, pues todavía no había abogados y cada uno debía defenderse por sí mismo. Los notables discursos de los sofistas debieron causar gran conmoción en Atenas, pues Aristófanes se llegó a quejar de que los atenienses preferían escucharles a acudir al teatro. En estos discursos se ponía en tela de juicio la polis en su forma tradicional, realizando una aguda labor crítica e impulsando nuevas ideas. Estas ideas y sus enseñanzas se prestaban a todo tipo de manipulaciones por parte de personajes ambiciosos e individualistas de la época y, no es de extrañar, pues, que la figura del sofista aparezca revestida de una notable ambigüedad.