1. El Racionalismo
El racionalismo sostiene la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad, pues el mundo está regido por leyes racionales. El filósofo racionalista más importante es Descartes. Descartes se propone establecer un fundamento sólido para las ciencias con el fin de eliminar sus errores e imperfecciones y así lograr un conocimiento cierto. Para este propósito, considera que el instrumento más adecuado es la propia razón dirigida por un método seguro. Este método descarta, por dudoso, todo aquello que conocemos por la experiencia: los sentidos son poco fiables y pueden inducirnos a error. Por eso, debemos basarnos exclusivamente en la razón, que es capaz de intuir los primeros principios indudables o ideas innatas, y deducir a partir de ellas el resto de conocimientos. Las ideas innatas son ideas de nuestra mente que no provienen de la experiencia, sino que son producidas por la sola facultad de pensar y que son principios universales e inamovibles. En cuanto a los límites del conocimiento, los racionalistas afirman que el conocimiento humano es potencialmente ilimitado: si utilizamos bien la razón (de ahí la importancia del método) podremos alcanzar cualquier conocimiento. El error no es fruto de nuestras limitaciones, sino de una incorrecta utilización de nuestras facultades cognoscitivas. Por tanto, se puede alcanzar la verdad por medio de la razón. El hecho de lograrlo o no dependerá únicamente de nuestra voluntad y perseverancia para dirigir correctamente nuestra razón.
2. El Empirismo
El empirismo sostiene que la experiencia es la única fuente de conocimiento: todo conocimiento empieza y acaba con la experiencia. La razón es incapaz de producir ningún conocimiento; como mucho, puede reflexionar sobre los datos que le proporciona la experiencia. Los filósofos empiristas más importantes han sido Locke y Hume.
Locke estableció los principios del empirismo moderno: según él, no existen ideas innatas, todo conocimiento comienza en los sentidos. No hay más fuente del conocimiento que la experiencia externa (sensación) o la experiencia interna (reflexión). Cuando pensamos, no hacemos más que combinar ideas cuyo origen está en la experiencia.
Hume, siguiendo a Locke, afirma que nuestra mente recibe de la experiencia un haz de impresiones y las organiza por medio de las leyes de asociación de ideas, formando así todo tipo de ideas complejas e incluso imaginarias. Una idea es una imagen o representación mental de una impresión que se produce en nosotros cuando reflexionamos sobre algo. Según Hume, la experiencia es el límite de todos nuestros conocimientos: todos los conocimientos se reducen a impresiones e ideas. Las ideas son, simplemente, imágenes de las impresiones que se producen en nosotros cuando reflexionamos sobre dichas impresiones. Por tanto, toda idea de la que no encontremos la impresión de la que deriva debe ser rechazada: esto sucede con las ideas de “sustancias”, “almas”, “Dios” y con las ideas innatas cartesianas. A estas ideas no corresponde ninguna impresión; son únicamente ideas complejas creadas por nuestra imaginación. Solo queda, por tanto, aceptar lo que proviene de la experiencia, rechazando así la metafísica racionalista.
3. La Síntesis Kantiana
Kant hace una síntesis en la cual tiene en cuenta tanto las ideas de los racionalistas como las de los empiristas. Así, formula el problema de los orígenes y los límites del conocimiento desde un nuevo punto de vista: para Kant, el objeto de conocimiento es el resultado de una síntesis entre lo que nos es dado (el conjunto de estructuras formales que ordenan las impresiones sensibles) y aquello que aportamos nosotros (las categorías o estructuras a priori del entendimiento).
La cosa conocida (“fenómeno”) resulta de la elaboración de los datos que percibimos por los sentidos, por nuestra forma de conocer, por nuestra mente. La experiencia y la razón, pues, se necesitan mutuamente para poder producir conocimiento.
Por otro lado, Kant establece límites al conocimiento humano. Estos límites vienen dados por la experiencia y por nuestra subjetividad: solo conocemos la realidad de los fenómenos (es decir, aquello que yo percibo y tal y como yo lo percibo).
Sin embargo, lo que la realidad sea en sí misma (“noúmeno”) es para nosotros un misterio, pues no podemos despojarnos de nuestra subjetividad para captar las cosas-en-sí o noúmenos. Debemos conformarnos con un conocimiento limitado por nuestra propia forma de percibir. Por lo tanto, según Kant, se puede decir que el conocimiento humano parte de las sensaciones, que posteriormente elaboramos con la razón, y dicho conocimiento tiene unos límites.