Según estudios científicos, los factores que determinan nuestra felicidad y el porcentaje en que lo hacen son: el valor de referencia (50%), las circunstancias (10%) y la actividad deliberada (40%).
El valor de referencia es el nivel de felicidad estable a lo largo de nuestra vida, que procede de nuestra dotación genética y es incrementado o disminuido puntualmente por las circunstancias.
Circunstancias como estar casados o solteros, ser feos o hermosos, ricos o pobres, jóvenes o ancianos e incluso enfermos o sanos no influyen en la felicidad más que en un 10% y sólo durante un tiempo breve. Los estadounidenses más ricos reconocen un nivel de felicidad superior al de los obreros que trabajan para ellos.
¿Por qué los cambios en la vida apenas influyen en la felicidad?
Por el fenómeno de la adaptación hedónica, por el que nos acostumbramos con notable capacidad a los acontecimientos o circunstancias, a los cambios fisiológicos y sensoriales, tanto malos como buenos.
Modelo de los Estados del YO
Nuestros sentimientos, pensamientos y acciones se corresponden a uno de los siguientes tres estados diferenciados:
- El estado Padre: Englobaría las actitudes tanto de cuidado (Padre Nutricio) como de crítica (Padre Crítico). Se crea a partir de los mandatos y creencias de nuestros padres o figuras adultas de referencia y se mantiene fiel a ellos. Es dogmático y automático, aunque podemos modificarlo con intervención del estado adulto y así quedarnos con las creencias más acordes con nosotros mismos. Las afirmaciones provenientes del estado padre crítico pueden sernos muy útiles, por ejemplo: “Ve con cuidado si te metes en la piscina después de comer”, o también limitadoras, por ejemplo: “La vida es sufrimiento”. Respecto al padre nutricio, incluye frases del estilo: “Qué bien se te da el fútbol”, “qué niño más cariñoso eres…”, además de las actitudes de cuidado en general.
- El estado Adulto: Es lógico y racional. Tiene en cuenta las circunstancias externas, así como la información de los estados padre y niño. Es desde esta instancia desde la que podemos introducir cambios en nuestro modo de funcionamiento con mayor facilidad. El estado adulto tendría en cuenta la creencia de que es peligroso mojarse después de comer y también las ganas infantiles de bañarse cuanto antes. Además de esto, recogería información del entorno como la temperatura del agua, lo copiosa que ha sido la comida, la probabilidad de sufrir un corte de digestión, la posibilidad de adaptarse paulatinamente al contacto con el agua… y con todos estos datos tomaría una decisión razonada.
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El estado Niño: Recoge aquellas reacciones más naturales e intuitivas. Desde este estado, nos sentimos, pensamos y reaccionamos de la misma manera en que lo hacíamos cuando éramos niños. El estado niño incluye:
- El niño natural, es decir las reacciones más instintivas y vitales. Por ejemplo: las ganas de reír a carcajadas o de hacer una pataleta si no ha conseguido lo que quería.
- El niño rebelde, el cual se opone a lo propuesto por el padre. Por ejemplo: “¡No pienso pagar esta multa!”.
- El niño sumiso, que acata las órdenes, sin cuestionarlas. Es el que frena y baja la ventanilla ante la visión de un control de alcoholemia.
Pasos para incrementar la felicidad
- Practicar la gratitud y el pensamiento positivo: Manifestar gratitud por lo que tenemos y por lo que somos. Gracias por estar sanos, porque mi familia está sana. Gracias por tener trabajo.
- Cultivar el optimismo: Se trata de la expectación global acerca de un futuro positivo, es decir, la creencia de que uno puede alcanzar sus objetivos.
- Evitar pensar demasiado y las comparaciones sociales: Dedicar excesivo tiempo a reflexionar sobre los propios problemas o acontecimientos adversos incrementa las emociones negativas.
- Practicar la amabilidad: Realizar actos altruistas aumenta la felicidad. Escuchar a alguien con atención, visitar a un anciano, donar sangre, etc.
- Cuidar las relaciones sociales: Cuanto más feliz sea una persona, más probable es que tenga un gran círculo de amigos y compañeros.
- Desarrollar estrategias para afrontar: Capacidad para aliviar el dolor, el estrés o el sufrimiento provocados por un acontecimiento o una situación negativa.
- Aprender a perdonar: Para perdonar hay que empatizar con el agresor para llegar a un acuerdo de reconciliación.
- Fluir más: Hay que ir incrementando las dificultades para mantener el mismo grado de estimulación. Intenta convertir las actividades cotidianas y el trabajo en un estado de flujo.
- Saborear las alegrías: Aprender a disfrutar de las experiencias positivas de la vida.
- Comprometerse con tus objetivos: Perseguir las propias metas y aspiraciones aporta mucha felicidad, porque nos brinda un propósito definido y te permite relacionarte con personas afines.
- Practicar la religión y la espiritualidad: Las personas religiosas son más felices, más sanas y ser recuperan mejor de un trauma que las personas no religiosas, porque aporta apoyo y protección, y ofrece sentido a hechos dramáticos.
- Ocuparte de tu cuerpo: El deporte te hace estar más feliz y estar conforme con tu cuerpo.