6 Años cincuenta: la poesía social
6.1. Gabriel Celaya
Primera etapa. Sus primeros libros están próximos a las vanguardias, sobre todo, al surrealismo: Marea del silencio (1935), La soledad cerrada (1934-35).
Segunda etapa. Durante la posguerra, con el seudónimo de Juan de Leceta, cultiva una poesía existencial. En estos textos se acerca a la vida cotidiana y analiza sus sentimientos utilizando un lenguaje coloquial: Avisos de Juan de Leceta (1944-46), Tranquilamente hablando (1947, que inicia la poesía social posterior), y Las cosas como son (Un decir) (1949).
Tercera etapa. Corresponde a la poesía social: Las cartas boca arriba (1951), Lo demás es silencio (1952), Paz y concierto (1953) y Cantos iberos (1955), su obra más militante y combativa. El poeta se siente integrado en la colectividad, cuya voz asume; critica la situación política y social, y anima a la lucha para transformar el mundo. Posteriormente aborda la problemática de su tierra natal en Rapsodia euskara (1961) y Baladas y decires vascos (1965).
Cuarta etapa. En sus últimos textos, que reflejan intereses y temas diversos, destacan una tendencia de experimentación formal —Los espejos transparentes (1969), Campos semánticos (1971)— y los poemas que tratan el enigma de nuestra existencia, porque «siempre viviremos gobernados por algo que se escapa a nuestra conciencia», y su integración con la naturaleza y con los otros seres —Función de Uno, Equis, Ene (1973), Poemas órficos (1978).
6.2. Blas de Otero
En la poesía de Blas de Otero se distinguen varias etapas, aunque se reconocen como constantes su rebelión ante la injusticia y su ansia de paz. Aparte de obras primerizas, su primera etapa relevante corresponde a la poesía existencial: Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951). Estas obras, en las que se prefiere el soneto, se caracterizan por el tono trágico y la actitud atormentada y angustiada del yo poético ante la muerte, la desolación del mundo y el silencio de Dios, a quien clama desesperado porque se siente abandonado por él. Con Pido la paz y la palabra (1955) se incorpora plenamente a la poesía social: su mirada se centra ahora en la colectividad y en los problemas del ser humano histórico, en la denuncia de las injusticias y en la intención de conseguir superarlas. La identidad de España y su porvenir se convierten en uno de los temas principales, junto a la capacidad de las palabras para hallar la paz.
En castellano (1959), y Que trata de España (1964) continúan esta tendencia. Utiliza un lenguaje más sencillo, un tono menos arrebatado e incorpora otras formas métricas, como el verso libre. En sus últimos años cultiva una poesía experimental, de influencia surrealista con imágenes irracionales y presencia del absurdo: Historias fingidas y verdaderas (1970). Hay un retorno a la intimidad de la voz poética (la infancia, vida cotidiana) y mayor serenidad. Destacan, además, los poemas en prosa.
6.3. José Hierro
En la producción poética de José Hierro, que presenta rasgos diferentes al realismo social de otros autores, se han destacado ciertas constantes temáticas (la experiencia personal —suya y de otros— situada en unas circunstancias temporales y la memoria), y estilísticas (la sobriedad expresiva y la preferencia por determinadas formas métricas).
Hierro, quien declaró que su poesía quizá parezca «demasiado intimista para ser llamada social», se refirió a su práctica de dos variedades: los reportajes (poemas de carácter narrativo, que parten de un hecho real y emplean una lengua coloquial, aunque incluyen elementos ilógicos) y las alucinaciones (donde predominan la subjetividad y los componentes irracionales). A pesar de la unidad de la obra de José Hierro, en su producción se pueden distinguir las siguientes etapas:
En sus primeros libros —Tierra sin nosotros (1947), Alegría (1947), Con las piedras, con el viento (1950)— están presentes el paraíso perdido de la infancia y la juventud, el dolor y la muerte, la difícil conquista de la alegría y el sufrimiento amoroso.
Quinta del 42 (1952) se sitúa dentro de la poesía social: el poeta reivindica la presencia de la realidad histórica, marcada por el dolor, y la solidaridad entre los hombres. Cuanto sé de mí (1957), en la misma línea, incluye poemas realistas y sociales, aunque se caracteriza por el enfoque subjetivo de una realidad decepcionante y trágica.
Sus siguientes obras —Libro de las alucinaciones (1964), Agenda (1991), Cuaderno de Nueva York (1998)— responden a intereses variados: la recreación de las experiencias personales y de las vidas de otros, imaginarias o reales, la conciencia de la muerte y el olvido.