La Guerra Civil Española (1936-1939)
Introducción
En una guerra nadie gana, siempre pierden ambos bandos, puesto que siempre hay víctimas por ambas partes. Esto es aún más cierto en una guerra civil, donde se enfrentan personas que hasta entonces habían convivido pacíficamente. Se dividen familias, y los muertos no son solo números y estadísticas, sino conocidos, seres queridos. No se pelea en un país enemigo, sino para defender la propia casa, y pase lo que pase, gane quien gane, siempre queda como resultado una sociedad enfrentada y fracturada, con un trauma difícil de superar. Aún quedan algunos supervivientes y todavía es un tema doloroso para mucha gente, sobre todo porque tras esa guerra el bando vencedor estableció 40 años de dictadura en la que no se permitía hablar con libertad del tema.
Evolución militar del conflicto
El 17 de julio de 1936 un sector muy conservador del ejército, de ideas cercanas al fascismo, protagonizó un golpe de estado con la intención de “restablecer el orden” que, según ellos, el gobierno del Frente Popular había destrozado. Se alzaron en Canarias, Melilla, Ceuta y Tetuán, y tomaron algunas ciudades peninsulares. El gobierno republicano tardó en reaccionar, cuando lo hizo ya era demasiado tarde y los sublevados controlaban Marruecos, Pamplona, Sevilla, parte de Aragón y Castilla-León. Hasta el día 19 de julio el gobierno no se decidió a repartir armas al pueblo y declarar el estado de guerra. Y aún tuvo suerte, ya que gran parte del ejército y de las clases medias, además de la mayoría del pueblo más humilde, se mantuvieron fieles a la República. Aunque se puede considerar que el levantamiento fracasó, originó una guerra de tres años. A finales de 1936 se habían consolidado dos zonas: la republicana, que mantenía la costa cantábrica, Cataluña, Castilla-La Mancha, Madrid y el Levante, y la zona sublevada, que controlaba Galicia, Castilla-León, parte de Aragón, Extremadura, la mayor parte de Andalucía, Baleares, Canarias y África.
La estrategia inicial del ejército sublevado, liderado por el general Francisco Franco en el sur y por el general Mola en el norte, era coincidir en un rápido ataque conjunto sobre Madrid. El gobierno republicano abandonó la capital y se trasladó a Valencia, pero el ejército fiel a la República, con la ayuda de los voluntarios internacionales y españoles, consiguió defender la capital. Tras varios intentos fallidos, Franco decidió cambiar de objetivo, empezando una guerra de desgaste en 1937. Desde abril a octubre de 1937 tuvo lugar la Batalla del Norte, en la que las tropas franquistas atacaron las principales ciudades y complejos industriales de Asturias, Cantabria y el País Vasco, con el fin de agotar económicamente a la República. El 26 de abril tuvo lugar el bombardeo de Guernica. Los republicanos intentaron ofensivas en otras zonas como Belchite (Aragón) o Brunete (Madrid), pero no fueron eficaces. Hacia 1938 la República era consciente de que estaba librando una guerra puramente defensiva. El alto mando republicano concentró todas sus tropas en la zona del Ebro. En la Batalla del Ebro consiguieron atravesar el río y romper temporalmente las líneas nacionales, pero quedando atrapados en la ribera del mismo. La retirada fue desastrosa, por lo que esta fue la batalla más sangrienta de toda la guerra. Tras esta derrota, la zona republicana quedó partida en dos (Cataluña por un lado y Madrid, con Castilla-La Mancha y Valencia, por otro), y en pocos meses, Cataluña fue tomada.