El Teatro Español Posterior a 1936
El teatro, además de literatura, es espectáculo. Existe una distinción entre el teatro comercial, cuyo fin es entretener, y el teatro de inquietudes diversas. Los autores que buscan innovar enfrentan dificultades para abrirse camino.
El Teatro de la Posguerra
Tras la Guerra Civil, la muerte o el exilio afectaron a autores como Valle-Inclán, Alberti y Lorca. En este periodo, predomina un público burgués que busca diversión trivial. En el teatro comercial, destaca la alta comedia, siguiendo la línea de Benavente, conocido como el teatro de “continuidad sin ruptura”. Son comedias de “salón” o de “tesis”, que responden al ideal de la obra “bien hecha” según la estética tradicional. En este ámbito, sobresalen: López Rubio, Joaquín Calvo Sotelo, Ruiz Irriarte y Edgar Neville. El teatro cómico es muy frecuente, con dos figuras destacadas que buscan renovar la risa:
- Enrique Jardiel Poncela: Conocido por el ingenio de sus planteamientos y la agudeza de sus diálogos. Obras destacadas: Los ladrones somos gente honrada y Eloísa está debajo de un almendro.
- Miguel Mihura: Su primera obra, Tres sombreros de copa, es un prodigio del humor. También destaca Maribel y la extraña familia.
Paralelamente, surge un teatro “distinto”, preocupado por los problemas humanos, como se observa en Historia de una escalera, de Buero Vallejo. Posteriormente, Alfonso Sastre se da a conocer con Escuadra hacia la muerte.
El Teatro Social de los Años 50
El teatro comercial mantiene su línea. En la comedia, Alfonso Paso es el más popular, con obras como Los pobrecitos. También destaca Alfonso Millán. En el teatro social, el principal exponente es Alfonso Sastre, con obras como La mordaza. Buero Vallejo sigue esta línea, pero con mayor profundidad. Algunos hitos esenciales son: El tintero, de Carlos Muñiz; Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez; y La camisa, de Lauro Olmo. Estas obras abordan temas concretos con un crudo realismo. Muchas obras no llegan a los escenarios debido a la censura o a razones comerciales, dando lugar a un teatro “soterrado”.
Búsqueda de Nuevas Formas (Años 60)
En los años 60, algunos autores continúan defendiendo el teatro realista y social, mientras que otros buscan renovar la expresión dramática, inspirándose en el teatro extranjero y dando origen a una nueva vanguardia escénica. Entre los nuevos autores se encuentran: José Ruibal (El hombre y la mosca), Francisco Nieva (La señora Tártara) y Martínez Mediero (Las hermanas de Búfalo Bill). El teatro simbólico surge como protesta ante la dictadura, innovando en la forma mediante el uso de parábolas y símbolos. El lenguaje incorpora nuevos tonos y se desarrollan recursos extraverbales (sonoros, visuales, etc.). El desarrollo de este teatro sigue siendo difícil debido a la censura, y muchos autores no logran estrenar sus obras o lo hacen en representaciones limitadas de teatro independiente. Algunos grupos de teatro independiente son: Els Joglars, Els Comediants y Akelarre. El teatro “soterrado” persiste. Solo Martínez Mediero y Francisco Nieva logran mayor audiencia.
- Antonio Gala: Su éxito abarca desde Los verdes campos del Edén hasta Petra Regalada.
- Fernando Arrabal: Desarrolla una extensa producción en Francia, alcanzando fama internacional. Su trayectoria va desde el “teatro absurdo” hasta el “teatro pánico”, provocando grandes escándalos. Obras destacadas: El cementerio de automóviles y Oración.
Últimos Rumbos (Hasta 1975)
Atraer al público al teatro es el gran ideal. Mientras que la vanguardia no lo consigue, obras como Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez, sí lo logran. En esta línea se sitúan autores como Fermín Cabal y Alonso de Santos.
Antonio Buero Vallejo
Miembro de la Real Academia Española desde 1972. El estreno de su obra Historia de una escalera marca la aparición de un nuevo teatro. Buero es un autor trágico, que define la tragedia no como pesimista, sino como un impulso a la lucha contra los obstáculos que se oponen al desarrollo de la dignidad humana. Su temática gira en torno al anhelo de realización del hombre y sus limitaciones: la búsqueda de la felicidad, la verdad o la libertad se ve frustrada por el mundo en el que vive. Buero enfoca esto desde un doble plano:
- Plano existencial: sobre el sentido de la existencia.
- Plano social: que denuncia las injusticias.
Estos planos se entrelazan en la trayectoria de Buero, que se puede dividir en varias etapas:
- Primera etapa: Destacan sus dos primeras obras. Historia de una escalera es el drama de la frustración a través de tres generaciones de familias modestas. Le sigue En la ardiente oscuridad, cuyos personajes ciegos encarnan la resignación. Menos recordada es La tejedora de sueños.
- Segunda etapa: Se inicia con Hoy es fiesta y Las cartas boca abajo, donde los problemas humanos presentan condicionamientos más precisos. Luego cultiva un tipo de “drama histórico”, como en Las Meninas y El concierto de San Ovidio. A esta época también pertenece El tragaluz. En sus últimas obras, trata temas como la cárcel, la tortura y el terrorismo, como en La Fundación, que presenta a varios presos políticos, y en La detonación, donde retoma un tema histórico. Otra obra posterior es Diálogo secreto.
Es admirable que la obra inconformista e inquietante de Buero Vallejo haya logrado abrirse camino y mantenerse fiel a su trayectoria.