1- Crítica Destructiva
Nietzsche desenmascara las fuerzas vitales que se esconden tras los valores de la cultura occidental. Critica a la civilización occidental en todos sus ámbitos y denuncia que la razón es el resultado de una represión de los instintos, una negación de la vida. Nietzsche se define como “filósofo a martillazos”.
Toda su filosofía es la reivindicación de la vida y la crítica a la actitud contraria a la vida, el platonismo. Su filosofía es el intento de superar el platonismo y defender la tesis opuesta: la existencia de un mundo irracional y carente de sentido trascendente, la vida.
El platonismo se ha instalado en la cultura y viene a ser la actitud de todos los hombres porque Platón ha podido tener a los mejores publicistas, los cristianos, “el cristianismo es platonismo para el pueblo”.
El platonismo defiende que la realidad no cambia y que lo que cambia no es real, mientras que Nietzsche reivindica la vida y la corporeidad.
Del dogmatismo moral, Nietzsche critica su consideración objetiva, ya que él defiende la inexistencia de realidades independientes de las personas. Los valores los crean las personas, son proyecciones. Sin embargo, al olvidar este hecho, vivimos los valores como objetivos y los sentimos como mandatos.
Además, critica también la universalidad de estos valores, ya que solo sería así si existieran en un Mundo Verdadero y Objetivo. Defiende, por tanto, que los valores cambian y son distintos a lo largo del tiempo, no se puede pensar en su universalidad.
Por otro lado, defiende también que la moral tradicional es antivital, ya que sus valores son contrarios a la vida y, por tanto, usa como criterio de verdad la fidelidad a la vida. La moral tradicional es una moral de resentimiento contra los instintos, limitando el papel del cuerpo y la sexualidad.
El dogmatismo moral tiene varias implicaciones: el pecado, la culpa y la libertad. Con el primero, el sujeto sufre y se aniquila, se siente culpable ante los ojos de Dios; sin embargo, no hay ningún Dios al que tengamos que rendir cuentas. Además, el cristianismo tiene la necesidad de la concepción de libertad para poder castigar.
Los valores tradicionales son los de la moral de esclavos y, frente a ellos, Nietzsche propone la moral de los señores, los valores del superhombre y de afirmación a la vida.
Nietzsche critica de una manera muy radical la religión cristiana, ya que considera verdadero el ateísmo y falsa toda creencia en lo sobrenatural. Por ello, se enfrenta a los siguientes elementos de la religión cristiana:
- El cristianismo es el platonismo para el pueblo, la incapacidad vital, el consuelo fuera de este mundo.
- La moral cristiana presenta, según este filósofo, una moral de esclavos, con valores mezquinos, obediencia, sacrificio, compasión… Nietzsche plantea la destrucción de los valores del mundo antiguo y la rebelión de los esclavos contra sus dueños.
- Respecto a Jesús, Nietzsche no lo valora tan negativamente porque se presenta como un revolucionario, un anarquista. No tiene necesidad de un dios personal, ni de la del pecado, ni de la inmortalidad.
Aunque para Nietzsche todas las religiones eran falsas, unas eran más adecuadas que otras. El monoteísmo es falso, pero expresa mejor la riqueza de la realidad que el monoteísmo. El Dios cristiano representa los valores negativos y contrarios a la vida, mientras que el mundo divino propuesto por el politeísmo representa los valores afirmativos.
La superación del cristianismo y la consiguiente “muerte de Dios” son fundamentales para la transmutación de todos los valores y la recuperación de los valores de la antigüedad perdidos.
2- Crítica Alternativa
Una vez que Nietzsche ha planteado la muerte de Dios, quedan derrumbados los pilares que sostenían la tradición, la historia, la cultura occidental.
La muerte de Dios es fruto del modernismo, no hay lugar para Dios en la cultura moderna, “nosotros hemos matado a Dios”.
Zaratustra es el gran personaje pregonero de la muerte de Dios (“Dios ha muerto”, “Viva el superhombre”).
La tarea del filósofo es liberar al hombre de todos los valores ficticios, devolviéndole el derecho a la vida, siendo el primer paso un cambio profundo de valores.
El nihilismo es la consecuencia de la historia de nuestra cultura occidental, agotada por los valores inadecuados y ficticios. Es la consecuencia propia de la ausencia de valores, al dar muerte a Dios estamos perdidos en el desierto de la historia.
Esta parte negativa exige una parte positiva, negar para afirmar, destruir para crear. Así, salen nuevos valores, la voluntad de poder, el superhombre…
Frente a la moral antinatural, Nietzsche ofrece una moral nueva y, para representarla, contrapone a Dionisio (dios de la vida, de la alegría de vivir) frente a Apolo (dios de la apariencia llena de belleza).
Eurípides apartó a Dionisio y así es como empezó la época de las formas. Lo mismo hicieron Sócrates y Platón, acabando con la vida.
La nueva moral está basada en el deseo apasionado de vivir, la vida tiene valor por sí misma y no hay que imponerle ninguna norma, sino gozar de ella.
El hombre occidental tiene como características ser un hombre miserable que desprecia la tierra, el cuerpo, el instinto, siendo un paso intermedio entre la animalidad y la superhumanidad. Y un animal defectuoso que aún no ha llegado a consolidarse: está por hacer.
Nietzsche, sin embargo, defiende al hombre como algo intermedio que hay que superar, un puente hacia el superhombre.
Afirma también que la vida tiene una fuerza enorme, expansiva, se trata de un proceso evolutivo constante sin terminar que le hace ir hacia especies superiores.
Además, el hombre posee el sentido de superación de la moral tradicional decadente, expulsar a Dios de su interior, quedando solo el hombre.
Una vez llegado a este punto, el hombre pasa por tres cambios sucesivos: como el espíritu se convierte en camello, figura del hombre decadente que ve la vida desde abajo y no arriesga, su vida se mueve con ideas metafísicas y con deberes religiosos o laicos. De ahí, pasa a león, que inicia la búsqueda de caminos, asume la muerte de Dios, de la metafísica y de la moral, cree en los grandes ideales y valores, pero carece de fuerza creadora. La tercera transformación es el niño, filósofo-artista que no admite que un juez dicte las normas, crea valores vitales nunca definitivos y afirma el instante, lo terrenal, el devenir, el azar; de aquí puede llegar a superhombre.
Este último está caracterizado por su voluntad de poder (dominio, fuerza), ansia de vivir, se preocupa de la vida y valora la vida corporal, la salud, el placer, y ama como virtudes la fuerza física, el poder, la rebeldía del fuerte. Supera la moral tradicional occidental cristiana, se ríe de los valores tradicionales y se siente superior, situándose por encima del bien y el mal, y posee conciencia de la naturaleza, lo que favorece a la naturaleza es bueno y lo que la perjudica es malo. Vive la fidelidad a la tierra, lejos de la trascendencia metafísica, lejos de la idea de Dios. Es el ser que vive el eterno retorno, no se resigna a que termine esta vida, desea que se repita eternamente.