IV. La Teoría de la Identidad Mente/Cerebro
El asombroso caso de P. Gage, descrito por Antonio Damasio en su libro El error de Descartes, o el caso de la “díscola adolescente” comentado en su libro En busca de Spinoza, nos coloca de lleno ante el problema que vamos a tratar en esta sección. Como hemos podido comprobar, las funciones cognitivas de P.G. comenzaron a verse alteradas después del accidente. Hasta aquí nada debe sorprender; incluso un fundamentalista del dualismo no tendría inconveniente alguno en afirmar que las funciones cognitivas —razonamiento, cálculo, lenguaje, memoria…— están ligadas, o dependen del soporte físico que proporciona el cerebro, de forma que los graves daños producidos en el cerebro de P.G. explicarían sus deficiencias cognitivas. Sin embargo, a P.G. no solo se le “alteran” sus funciones cognitivas, también tiene alteraciones importantes en su conducta, en su forma de relacionarse con los demás y en su modo de valorar. Podríamos decir incluso que P.G. ha sufrido cambios importantes en sus convicciones morales, acerca de lo que es correcto o incorrecto, o religiosas —recuérdese la facilidad con la que empezó a blasfemar—.
La pregunta filosóficamente interesante que podemos hacernos es la siguiente: ¿son los procesos cognitivos —nuestra forma de representar y valorar el mundo, nuestros juicios estéticos y nuestras convicciones políticas— procesos exclusivamente cerebrales? O, dicho de otra manera, ¿podremos explicar estos complejos procesos apelando exclusivamente a la actividad físico-química que se produce en el cerebro?
Los defensores de la Teoría de la Identidad sostienen que los estados y procesos mentales son, en última instancia, estados y procesos cerebrales; es decir, que los eventos mentales son idénticos a los eventos físicos, de forma que no es posible que un individuo tenga un evento mental determinado sin tener activado un determinado circuito neuronal y, siempre que este circuito se active, el sujeto volverá a estar en el mismo estado mental.
Los filósofos defensores de la Teoría de la Identidad aceptan un fisicalismo de tipo reductivista y consideran que sí es posible reducir la psicología a la biología. Todos y cada uno de nuestros procesos y estados psíquicos pueden ser descritos en los términos y con las leyes que nos proporcionan las ciencias de la biología y de la física, o, si se quiere, dentro del modelo explicativo que proporcionaría una «neurociencia completa» en el que idealmente podríamos disponer de un modelo matemático de los procesos físicos que subyacen a los procesos mentales.
Los filósofos que aceptan la Teoría de la Identidad son fisicalistas en la medida en que en sus compromisos ontológicos no incluyen nada más que estados y procesos cerebrales, aunque se admita que, por cuestiones de pragmatismo explicativo, podamos dar una descripción de los procesos físico-químicos cerebrales en los términos que ofrece la psicología más tradicional.
IV.1. Críticas a la Teoría de la Identidad Mente/Cerebro
En esta sección vamos a estudiar dos críticas —una de tipo lógico y otra de tipo metafísico— a la TI y también veremos cómo puede la TI enfrentarse a ellas.
IV.1.1. Crítica Lógica: Las leyes de Leibniz
La primera de las críticas a la TI que vamos a estudiar se basa en las propiedades lógicas que debe cumplir toda teoría de la identidad. Desde un punto de vista lógico, la identidad estricta se rige por la ley de Indiscernibilidad de los Idénticos y la ley de Identidad de los Indiscernibles. La primera ley establece que, si x e y son idénticos, entonces tienen todas sus propiedades en común; es decir, dada una propiedad P, si x la tiene, entonces también la tendrá y, y viceversa. Esta ley se corresponde con el siguiente esquema de formulación:
? x?y [ (x = y) ? ( Px ? Py )
La ley de Identidad de los Indiscernibles, también conocida como Ley de Leibniz, nos dice que, si x e y tienen todas sus propiedades en común, entonces son idénticos. La fórmula que se corresponde con esta ley sería como sigue:
? x?y [ ? P ( Px ? Py) ? (x = y)]
Veamos cómo funcionan estas leyes. Lo que estas leyes nos dicen es que, si dos objetos, sujetos o procesos tienen las mismas propiedades, entonces deben ser idénticos; o bien, que todos los objetos, sujetos y procesos que sean idénticos deben compartir sus propiedades. Por ejemplo: si Peter Parker (y solo Peter Parker) tiene la propiedad de tener un sentido arácnido; y si Spiderman (y solo Spiderman) tiene la propiedad de poseer un sentido arácnido, lo que nos dice la ley de identidad es que Peter Parker es idéntico a Spiderman, o simplemente que Peter Parker y Spiderman son la misma persona.
Lo que se derivaría de aplicar la Ley de Leibniz sobre el ejemplo anterior es que, si Spiderman y Peter Parker son la misma persona, entonces deben poseer las mismas propiedades y, por lo tanto, la propiedad de disponer de un sentido arácnido debe ser compartida por ambos.
La crítica que se elabora contra la TI de estados mentales y físicos a partir de las leyes que rigen la identidad es que podemos encontrar propiedades que poseen los estados mentales y que no poseen los estados físicos. Para los críticos de la TI de los estados físicos y mentales, tener una creencia es estar en un estado mental que tiene unas propiedades que no poseen los estados físico-cerebrales. Así, una creencia tiene propiedades como tener un contenido, es decir, tratar sobre algo, o tener un valor de verdad, ser verdadera o falsa, mientras que no tendría mucho sentido aplicar estas propiedades a los estados cerebrales y decir que la activación de una red neuronal sea verdadera o falsa o que tenga un contenido. En definitiva, si los estados cerebrales fuesen idénticos a los estados mentales, por aplicación de las leyes de identidad, tendrían que compartir sus propiedades, pero podemos ver que existen propiedades de los estados mentales que no poseen los estados cerebrales; luego, no pueden ser idénticos.
Una forma de defender la TI de los estados físicos y mentales es negar que las leyes de Leibniz se puedan aplicar en contextos de creencias o en contextos donde aparezcan actitudes proposicionales, porque cuando se aplican las leyes de identidad en estos contextos surgen problemas. Veamos unos ejemplos adaptados de Churchland, P.S.(1986). Neurophilosophy. Toward a Unified Science of the Mind/Brain. MIT Press. y Churchland, P.M.(1993). A Neurocomputational Perspective. The Nature of Mind and the Structure of Science. MIT Press.
- i. Hitler es reconocido por todos como un asesino de masas
- ii. Adolf Schicklgruber no es reconocido por todos como un asesino de masas
- iii. Hitler no es Adolf Schicklgruber.
La falacia de este tipo de razonamiento surge cuando aplicamos las leyes de identidad en contextos en los que se usan términos como “creer que”, “tener la intención de”, o, como es el caso, “ser reconocido por”, porque creer que o ser reconocido por no es una propiedad de un objeto —como en el caso que nos ocupa de Hitler o de Adolf Schicklgruber—, sino de quien afirma esos enunciados. Veamos otro caso:
- a. Juan de Dios cree que la aspirina quita el dolor de cabeza
- b. Juan de Dios no cree que el ácido acetilsalicílico quite el dolor de cabeza
- c. La aspirina no es del ácido acetilsalicílico
En este caso, creer que la aspirina tenga la propiedad de quitar el dolor de cabeza no es una propiedad de la aspirina, sino de la persona que tenga esa creencia, en este caso de Juan de Dios. Por lo tanto, negar la identidad entre la aspirina y el ácido acetilsalicílico sobre lo afirmado en a y b no es aceptable dado que “creer que…” no es una propiedad ni de la aspirina ni del ácido acetilsalicílico.
La defensa de la TI de los estados físicos y mentales se construye negando la
posibilidad de aplicar las leyes que rigen la identidad a los contextos en las que se ven involucrados estados de actitud proposicional.
IV.1.2. Crítica metafísica: Principio de Materialización Múltiple
El argumento se basa en la idea de que los estados mentales no pueden ser idénticos a los estados físicos porque los estados mentales no son materializados por estados físicos concretos y perfectamente delimitados, sino que un mismo estado mental puede ser materializado en una amplia variedad de estados físicos. Lo que sostiene la teoría de la identidad de los estados mentales y físicos es que un tipo concreto de estado mental, por ejemplo el dolor, debe corresponderse con un tipo concreto de estado físico, por ejemplo la activación de una determinada red de neuronas. Esta posibilidad es la que precisamente niega el PMM ya que lo que afirma es que no se puede dar esa correlación entre los tipos de estados mentales y los tipos de estados cerebrales porque un mismo tipo de estado mental puede ser materializado por múltiples estados cerebrales.
Según nos cuenta Jerry Fodor, su gato, Greycat, es un gato que tiene estados mentales, en concreto tiene creencias sobre el mundo y en base a estas creencias Fodor consigue explicar la conducta de Greycat. Así, si Greycat se dirige al cuenco de la comida, Fodor nos dice que Greycat cree que en su cuenco hay comida. De ser cierto esto, Fodor y su gato pueden compartir una misma creencia y por lo tanto estar en el mismo estado mental. Esto ocurrirá cuando ambos crean que hay comida en el cuenco de la comida de Greycat. Lo que parecería derivarse de la TI entre estados físicos y estados mentales es que a la creencia “hay comida en 14
el cuenco” le debe corresponder un mismo estado cerebral; y lo que nos dice el PMM es que difícilmente el estado cerebral de Greycat va a ser idéntico al estado cerebral de Fodor. De esta forma podemos ver cómo una misma creencia -“hay comida en el cuenco”- puede ser materializada en distintos estados físicos: los estados cerebrales de Greycat y los estados cerebrales de Fodor.
D. Lewis – « Mad Pain and Martian Pain» (1983) – nos propone un ejemplo similar. Pensemos que existen seres extraterrestres que han conseguido establecer contacto con nosotros y cuya composición básica no es el carbono sino el silicio. Estos seres carecen de neuronas en el mismo sentido en el que decimos que nosotros tenemos neuronas, ya que las suyas son de silicio mientras que las nuestras son de carbono. Nosotros podemos compartir ciertas creencias con estos seres; por ejemplo, podemos compartir la creencia de que 2+2=4. Lo que os diría el PMM es que parece del todo evidente que aunque la creencia es la misma, los estados físicos en los que se materializa la creencia no pueden ser los mismos, ya que unos estados físicos son de carbono mientras que los otros estados físicos son de silicio. Este sería un ejemplo muy claro de cómo una misma creencia podría materializarse en múltiples estados físicos.
Si el PMM se cumple, entonces la TI entre estados mentales y estados cerebrales no puede ser cierta porque no habría una correlación uno-a-uno entre estados mentales y estados cerebrales.
Para defender la TI hay que negar la posibilidad misma del PMM. El PMM sostiene que dos sujetos -usamos aquí la noción de sujeto de Lowe- pueden estar en un mismo estado mental y que, sin embargo, sus estados cerebrales son distintos. Lo que los defensores de la TI cuestionan es la primera parte del PMM, esto es, niegan la posibilidad de que dos sujetos puedan estar en un mismo estado mental. No tenemos ningún criterio para determinar si esto es posible o no. No tiene sentido postular que dos personas se encuentran en un mismo e idéntico estado mental. Los estados mentales, por definición, son únicos y privados así que no podríamos determinar cuándo dos personas comparten un mismo estado mental.
Por otro lado, en el supuesto de que queramos articular el PMM sobre la idea de que podemos compartir estados mentales con seres distintos a nosotros, sean estos gatos, seres de silicio o el mismísimo Nexus VI, lo que el defensor de la TI nos diría es que debemos acotar los sujetos sobre los que vamos a establecer una identidad entre sus estados mentales y sus estados cerebrales, y desarrollar una Teoría de la Identidad para seres humanos, otras especies de animales o para seres de silicio.