El Siglo XVIII: Neoclasicismo e Ilustración
La obra del siglo XVIII que he leído ha sido El sí de las niñas, obra teatral de corte ilustrado perteneciente a Leandro Fernández de Moratín, uno de los dramaturgos más importantes de dicho siglo, que triunfó en la comedia neoclásica. Esta obra se estrenó en 1806, es decir, ya entrado el siglo XIX, de tal forma que podemos notar ciertos rasgos prerrománticos, como el triunfo del amor y el sentimentalismo que encierra la obra. Está escrita en tres actos y en prosa –Moratín también escribió obras teatrales en verso–. Todo resulta proporcionado, no hay excesos, como en el teatro del siglo XVII. La intriga es muy sencilla y las reflexiones morales de los personajes no entorpecen el desarrollo de la acción.
En su obra cumbre, Moratín trata uno de sus temas obsesivos: los inconvenientes de una educación autoritaria que impide el desarrollo libre de los jóvenes, provocando, así, matrimonios concertados o de interés. También podemos observar la gazmoñería religiosa en las dos tías monjas (sor Trinidad y sor Circuncisión), que educaron a doña Paquita falsamente. La crítica social, típica del neoclasicismo, viene dada por un indudable afán reformista. Aunque estamos en uno de los períodos más convulsos de la Historia, en concreto, el final del Antiguo Régimen y del reinado de Carlos IV y su posterior abdicación en su hijo Fernando VII, nada de esto subyace en El sí de las niñas. Esta obra presenta rasgos puramente neoclásicos, mezclados, como se ha dicho antes, con rasgos prerrománticos.
Personajes de El sí de las niñas
En El sí de las niñas intervienen un total de siete personajes, todos perfectamente caracterizados.
- Doña Irene, la madre, es la que peor parada sale. Es el blanco de la sátira. Es una mujer egoísta disfrazada de amor maternal. Quiere casar a su hija con un hombre mucho mayor, para así garantizarse una buena posición y bienestar en su vejez. Es, sin duda, el único personaje ridículo de la obra.
- En oposición a ella, se sitúa don Diego (el viejo), hombre sensato, equilibrado y lúcido. Comprende perfectamente la situación y resolverá el conflicto. Representa los ideales neoclásicos: la razón, el equilibrio y el sentido común, sin olvidar la faceta afectiva y comprensiva, hacia doña Paquita.
- Doña Paquita es una muchacha sana y honesta, pero que ha recibido una mala educación. Está obligada a reprimir sus sentimientos para satisfacer la voluntad de su madre. Está enamorada de don Carlos.
- Don Carlos, muchacho joven y sobrino de don Diego. El sobrino es quizá el personaje más desdibujado. Es comedido, respetuoso y sincero con su tío. Se establece entre ellos una relación de afecto filial. Nada tiene que ver este personaje con los galanes barrocos, siempre temerarios y dispuestos a enfrentarse a las convenciones y a todo el mundo, ni, por supuesto, ningún parecido con el héroe romántico, desmesurado e irracional (El trovador, por ejemplo). El galán de Moratín sigue las líneas y dictados neoclásicos: hombre legal y de buenas costumbres.
- Estos cuatro personajes se complementan con los tres criados (Simón, Calamocha y Rita) que actúan de confidentes. Su función es la de darnos datos relevantes.
La prosa es natural y espontánea. Los diálogos son vivos y directos, cada personaje se expresa de la forma más adecuada, hay coloquialismos e incluso laísmos dentro de la obra, que me han llamado la atención.
Contexto Histórico y Literario
Con Felipe V llegan los Borbones a España y la Ilustración, un movimiento intelectual y filosófico centrado en la razón (racionalismo) y el utilitarismo: todo debe servir al progreso. En el llamado “Siglo de las Luces”, domina el espíritu científico y un reformismo basado en la educación. Sus ideas se difunden gracias a la enciclopedia, los libros, periódicos y revistas. También se crean instituciones reflejo de esta nueva manera de pensar: la Biblioteca Nacional, la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia, etc. Carlos III es el mejor ejemplo de monarca del despotismo ilustrado: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Estos avances en el pensamiento se traducen, en la literatura, en el desarrollo fundamentalmente del ensayo, ya que la razón es la fuerza imperante frente a la libertad creativa. Se impone, además, la estética clasicista (que llega desde Francia).
Etapas de la literatura del siglo XVIII:
- Posbarroquismo: continuación y degeneración del Barroco. Con Diego de Torres Villarroel. Dura hasta mediados de siglo y supone también la toma de contacto con el Clasicismo francés. Las actividades dominantes y que más interesan son la crítica, el ensayo y la sátira.
- Neoclasicismo: los autores se someterán a las reglas clásicas que marcarán el “buen gusto”, sobre todo, a partir de la Poética de Luzán, que establece los principios del teatro neoclásico (vuelta a la regla de las tres unidades, verosimilitud y afán moralizador). En teatro, destacan Nicolás Fernández de Moratín y su hijo Leandro Fernández de Moratín, y los sainetes de Ramón de la Cruz. El afán didáctico (“enseñar deleitando”) impregna la única novela importante del periodo: Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla, las Fábulas de Samaniego e Iriarte y parte de la poesía de Meléndez Valdés. El pensamiento y el ensayo alcanzan su mejor y más alta expresión con Feijoo y Jovellanos.
- Prerromanticismo: reacción sentimental que nace en Inglaterra y que desencadena el gusto por temas emotivos, nocturnos y lacrimosos. Como ensayistas destacan:
- Feijoo con su Teatro Crítico universal y las Cartas eruditas. En ellos expone problemas filosóficos, físicos y literarios, combatiendo supersticiones y falsas creencias populares, aunque sin renunciar a sus preceptos cristianos.
- Jovellanos, aunque tiene creación literaria, será autor de ensayos cuyos temas abarcan la política, la economía, la filosofía o la historia. Fue político reformista enfrentado con la Iglesia (lo que le costó años de prisión). Su prosa es elegante, sobria y fluida. Su Informe sobre el expediente de la Ley agraria y Memoria del castillo de Bellver son sus mejores aportaciones al género ensayístico.
- José Cadalso destaca con sus Noches lúgubres, son meditaciones pesimistas sobre la vida y el hombre, en un ambiente tétrico y prerromántico. También escribe Cartas marruecas, una visión crítica de la España de su tiempo a través de la correspondencia entre dos marroquíes (Gazel y Ben-Beley) y un español (Nuño). El estilo es satírico y serio.
En la primera mitad del siglo XVIII, en los teatros triunfaban las “comedias de figurón”, que trataban de imitar el teatro barroco exagerando los elementos populares y con personajes cercanos a su tiempo. El gobierno las prohibió al no considerarlas moralizadoras. El teatro ilustrado triunfa en la segunda etapa del siglo XVIII. Respeta la regla de las tres unidades, tiene carácter didáctico y moral, y las obras deben ser verosímiles. En pos de esa apariencia de realidad, queda desterrado lo imaginativo y se separan lo trágico y lo cómico. Pero el verdadero representante del teatro neoclásico será Leandro Fernández de Moratín. Sus obras tienen finalidad didáctica y moralizadora, critican el abuso de autoridad y la mala educación, y defienden la libertad de la mujer para elegir marido, como en El sí de las niñas, El viejo y la niña y El barón.
El Siglo XIX: Romanticismo, Realismo y Naturalismo
Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento cultural que se da en Europa en la primera mitad del siglo XIX. Se caracteriza por que los autores cantan a la libertad individual frente a la sociedad, rechazan las reglas sociales y artísticas (van contra el neoclasicismo), son rebeldes y subjetivos. Este inconformismo les lleva al sufrimiento, ya que el romántico busca una felicidad, un amor y unos ideales, imposibles. Por eso suele huir mirando hacia el pasado, a paisajes exóticos (montañas, tempestades, lugares vírgenes), a lugares tétricos (cementerios, ruinas), o refugiándose en su interior. Se reivindica también la realidad de cada país y región (nacionalismo).
Estilísticamente, los románticos mezclan la prosa con el verso; utilizan una versificación muy variada; no respetan la regla de las tres unidades clásicas en el teatro; y mezclan lo cómico con lo dramático. Hablan del amor como sentimiento idealizado y como fuerza apasionada que domina y destruye al ser humano. El Romanticismo no llegó a España hasta la década de 1830 y su desarrollo se vio condicionado por la situación política (el absolutismo de Fernando VII). Ángel de Saavedra, duque de Rivas, lo introdujo con Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Los autores románticos reciben influencias del alemán Goethe y del inglés Lord Byron.
Si la prosa fue el medio más adecuado para transmitir el pensamiento neoclásico, la lírica se convirtió en el género rey en el Romanticismo. En la primera mitad del siglo XIX, destaca Espronceda con sus canciones a personajes marginales (“Canción del pirata”, “Canción del mendigo”), El estudiante de Salamanca y El Diablo Mundo (en el que se incluye la elegía “Canto a Teresa”). En la segunda mitad del siglo XIX, despuntan Gustavo Adolfo Bécquer con sus famosas Rimas de temática amorosa (en prosa escribirá Leyendas) y Rosalía de Castro que escribió en gallego obras como Follas Novas y en castellano En las orillas del Sar.
En narrativa, predomina la novela denominada histórica, que recrea hechos del pasado, sobre todo medieval. En España, apenas se escriben obras de importancia. Sancho Saldaña de José de Espronceda, y El Señor de Bembibre de Enrique Gil y Carrasco, son ejemplos de este subgénero. Dentro del costumbrismo (descripción de escenas y personas de carácter popular y cotidiano) destacan Escenas matritenses, de Ramón Mesonero Romanos, y Escenas andaluzas de Serafín Estébanez Calderón.
El periodismo, que había nacido en el siglo anterior, cobra importancia social en estos años. Larra es el escritor destacado como articulista. La España que critica Larra en sus Artículos es la corrupta, inculta y despreocupada. Con el pseudónimo de Fígaro, Larra firmó artículos como Vuelva usted mañana, sobre el exceso de burocracia y la ineficacia del funcionariado.
El teatro romántico es arrebatado y muy libre, dejando a un lado los corsés del neoclasicismo. Los dramaturgos románticos rompen con las tres unidades clásicas, dividen la acción en un número variable de actos, mezclan asuntos cómicos con trágicos, combinan prosa y verso, y tratan temas históricos y legendarios que terminan trágicamente. Los autores que destacan son: Ángel Saavedra, duque de Rivas, con Don Álvaro o la fuerza del sino; y José Zorrilla con A buen juez mejor testigo y Don Juan Tenorio.
Realismo
El Realismo es un movimiento literario que se da en la segunda mitad del siglo XIX. Es una época de tensión política y social. Los realistas están influidos por las ideas del Positivismo, las teorías sobre la herencia biológica y el darwinismo.
El Realismo persigue la representación objetiva de la realidad. Sus características más destacables pueden resumirse en los siguientes puntos:
- El escritor retrata la realidad a través de la documentación y observación. Hablan de temas próximos: la política, el mundo del trabajo, la vida en barrios marginales, etc.
- Se enfrentan a los temas desde la objetividad, siendo críticos con situaciones que consideran injustas.
- La novela es el género más cultivado por los realistas (en España contaba con antecedentes como la picaresca y el costumbrismo).
- Predomina el narrador omnisciente en tercera persona.
- Abundan las descripciones minuciosas de ambientes, costumbres, lugares y personajes.
- Cuando reproducen diálogos, adaptan el lenguaje a la manera de hablar del personaje.
Los novelistas más destacados del realismo español son: Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber) con su novela La gaviota, Pedro Antonio de Alarcón con su novela El sombrero de tres picos y, por supuesto, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín.
Benito Pérez Galdós
Galdós nació en Canarias, pero estudió en Madrid. Se dedicó a la literatura y a la política. Su prolífica obra puede dividirse en dos grandes grupos:
- Episodios nacionales: la historia novelada del siglo XIX. Consta de cinco series de 10 novelas cada una, excepto la última serie que está inacabada. Galdós mezcla acontecimientos públicos y privados (novelescos). Ejemplo: “Trafalgar”.
- Novelas largas: sus primeras novelas reflexionan sobre España para criticar el enfrentamiento entre españoles. A esta época pertenecen: Doña Perfecta y Marianela. Después, el autor gira al realismo: Miau, Fortunata y Jacinta. En las últimas novelas, Galdós denuncia la falta de caridad, la injusticia y el egoísmo: Misericordia.
Leopoldo Alas, Clarín
Leopoldo Alas, Clarín, nació en Zamora, aunque pasó toda su vida en Oviedo. Como prosista escribió más de 60 cuentos como: “Doña Berta”, “Pipá”, y “¡Adiós Cordera!”, y varias novelas como: Su único hijo, y La Regenta, obra cumbre de la narrativa española.
Naturalismo
El Naturalismo se utilizó para definir una tendencia de la novela, iniciada en Francia por Émile Zola, que llevaba el Realismo a sus últimas consecuencias: los novelistas que cultivaban este estilo no solo se inspiraban en la observación exhaustiva de la realidad, sino que aplicaban métodos de trabajo cercanos al científico y aplicaban a la novela las teorías darwinianas. En su temática se muestra el conflicto entre libertad individual y realidad social y gustan de ambientes sórdidos y personajes extremos.
El Naturalismo español podría localizarse con la publicación de La madre naturaleza, de Pardo Bazán. Otras de sus obras son: La cuestión palpitante y Los pazos de Ulloa. También destaca el valenciano Vicente Blasco Ibáñez, con un regionalismo duro en el que habla con crueldad de los conflictos sociales de la huerta y la ciudad. Entre sus obras destacamos: Arroz y tartana, Cañas y barro, La barraca y Entre naranjos.