Platón: El Legado de un Gigante Filosófico
Platón fue un filósofo griego perteneciente a la Edad Antigua. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fundó la Academia, uno de los primeros grandes centros del saber, institución que continuaría abierta durante más de novecientos años. Su obra se desarrolló mayoritariamente en forma de diálogos, destacando República, Fedón y Menón. La importancia de su pensamiento es incalculable para la filosofía occidental.
Teoría de las Ideas: El Núcleo del Platonismo
La teoría de las ideas es la concepción central de la filosofía platónica y consiste en afirmar que las ideas abstractas tienen existencia y son reales. El aspecto fundamental de la teoría de las ideas es su carácter normativo e incluso utópico, es decir, las ideas no representan lo que las cosas o las acciones humanas son, sino lo que deben ser. Estas ideas no existen en el mundo sensible que nos rodea, sino en un mundo alcanzable exclusivamente por la razón en lugar de por los sentidos: el mundo inteligible o mundo de las ideas. Hay una relación entre los dos mundos, pues los objetos sensibles imitan o participan de las ideas.
Platón atribuye a las ideas las mismas características que tenía el ser de Parménides: son únicas, eternas, inmutables e inalterables. Las ideas constituyen, de esta forma, un mundo perfecto, eterno e inmutable, que además se encuentra jerarquizado. En su cúspide aparece la idea de Bien, que es a la vez la causa y fin de las demás ideas; por eso, su conocimiento, que es propio de la razón, permite apreciar el orden de las cosas. Por el contrario, los objetos del mundo sensible los considera múltiples, sometidos permanentemente al cambio y, por tanto, menos reales y más imperfectos que las ideas. Al distinguir entre dos mundos, Platón defiende una concepción dualista de la realidad, un dualismo ontológico. Esta contraposición entre los dos mundos aparece ilustrada en la República con el mito de la caverna, el más célebre de los mitos platónicos.
Epistemología: El Camino al Conocimiento
En epistemología, Platón vuelve a plantear un dualismo, al hacer una distinción entre el conocimiento del mundo sensible (opinión o doxa) y el conocimiento del mundo inteligible (ciencia o episteme), siendo este último considerado como el verdadero conocimiento. Las formas de acceder al conocimiento son la anamnesis, la dialéctica y el amor.
- Según Platón, conocer es recordar (anámnesis). Esto supone que el alma tuvo que conocer las Ideas en una existencia anterior “separada” del cuerpo y que, dado que las cosas “imitan” a las ideas, el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo.
- Por otro lado, la dialéctica es entendida como el método mediante el cual se asciende gradualmente desde el conocimiento sensible hasta el verdadero conocimiento, que consiste en la contemplación directa de las ideas. Este ascenso se produce a través de diferentes niveles de conocimiento (Eikasia, Pistis, Dianoia y Noesis), descritos en el símil de la línea.
- Por último, el amor (eros) tal como lo entiende Platón, viene a ser un progreso hacia la abstracción, en el sentido de que induce a una idealización progresiva del objeto amado hasta llegar a la idea suprema o idea de Bien.
Tanto el amor como la dialéctica necesitan de una disciplina ascética destinada a purificar el espíritu y prepararlo para la contemplación de las ideas.
Antropología: Cuerpo y Alma en Conflicto
En antropología, Platón considera que el hombre está constituido por un alma unida accidentalmente al cuerpo, porque el lugar natural del alma es el mundo de las ideas. Este dualismo antropológico se corresponde con el dualismo ontológico. En lo que se refiere al alma, el rasgo fundamental es su inmortalidad, la cual permite a Platón establecer la posibilidad del conocimiento de las ideas. Platón es defensor de la teoría órfico-pitagórica de la transmigración de las almas: el alma se encuentra condenada a un continuo ciclo de reencarnación del cual solo se puede escapar mediante la purificación de la propia alma. Debido a esto, el cuerpo es considerado por la filosofía platónica como una cárcel para el alma, y la muerte significa una liberación. En el mito del carro alado, el dualismo platónico se extiende a su concepción del alma, distinguiendo tres tipos de alma: el alma racional (inmortal, inteligente y situada en el cerebro, tiene afinidad con el mundo de las ideas pues ese es su lugar natural), el alma irascible (se encuentra en el tórax, en ella surgen las pasiones nobles y muere con el cuerpo) y el alma apetitiva o concupiscible (es mortal, se halla en el vientre y de ella surgen los apetitos).
Ética: La Virtud como Sabiduría
En ética, Platón defiende el intelectualismo moral: la virtud es sabiduría, ya que quien sabe lo que es el Bien necesariamente obrará bien. Mediante el conocimiento y el saber, el alma puede purificarse y separarse de todo lo relacionado con el cuerpo. La virtud supone desempeñar una función correctamente, la excelencia moral o areté se alcanza por el conocimiento y gracias a la purificación. Platón considera que la virtud suprema del alma es la justicia, la cual es definida por la armonía existente entre los tres tipos de alma cuando cada una cumple con las funciones que le son propias. En lo que se refiere al alma racional, la virtud que le corresponde es la prudencia, lo mismo ocurre con el alma irascible y la fortaleza, y con el alma apetitiva o concupiscible y la templanza.
Política: La Ciudad Ideal
En política, la ilusión de Platón era crear un Estado en el que la muerte de Sócrates -el mejor, más sabio y justo de los hombres conocidos- resultase imposible. Por ello, en la República intenta crear un modelo de ciudad ideal donde la polis fuera más importante que el individuo y que proporcionara a los ciudadanos los medios para alcanzar la sabiduría. Sin embargo, lo que logrará será una utopía política que fracasó al intentar llevarla a la práctica. La ciudad-Estado (polis) nace como consecuencia de que los individuos aislados no pueden satisfacer sus necesidades vitales. Al reunirse, se origina la característica más notoria de la ciudad: la división del trabajo, fundamentada en el hecho de que no todos los seres humanos son iguales, sino que tienen capacidades naturales distintas. Platón distribuye, pues, a los ciudadanos en tres estamentos distintos y jerarquizados: los gobernantes, los guardianes y los productores. Platón hace corresponder esta clasificación con las tres partes del alma, de manera que la polis refleja la propia naturaleza humana. De esta forma, los ciudadanos con una inclinación apetitiva serán los productores, aquellos con predominancia de la parte irascible del alma serán los guardianes, y por último, se escogerá a los guardianes más prudentes para ser cuidadosamente educados y convertidos en gobernantes. Gracias a esto, se logrará justicia en la ciudad, pues cada clase realiza la función que por su naturaleza le corresponde, y la justicia, como se ha dicho antes, es la armonía entre las partes.
Cosmología: El Orden del Universo
En cosmología, Platón introduce la figura del Demiurgo, una inteligencia creadora que ha ordenado una materia caótica y eterna, sometida al movimiento, y lo ha hecho en un espacio también eterno, siguiendo el modelo del mundo de las ideas. Según Platón, debido a la bondad del Demiurgo, hizo el mundo más bello y mejor posible. El Demiurgo actuó con la finalidad de trasladar a la materia la perfección de las ideas. Con este argumento, Platón se opone a las explicaciones mecanicistas de los presocráticos y adopta una explicación teleológica de la cosmología. En este punto, Platón hace una reinterpretación matemática de la teoría de los cuatro elementos de Empédocles. Según la teoría platónica de los sólidos regulares, la realidad está estructurada por 4 elementos a su vez asociados a poliedros regulares. Por tanto, toda la realidad es matematizable. Esta creencia platónica será muy influyente en la revolución científica del siglo XVI.