Introducción al Novecentismo
Ateniéndonos a criterios de estilo y conciencia, podemos decir que hacia 1910 empiezan a tomar forma corrientes literarias e ideológicas complementarias y dependientes aún del 98, pero netamente opuestas a ellas en muchos aspectos importantes. El acontecimiento o experiencia que da cohesión a este nuevo grupo de escritores es la repercusión en España de la Primera Guerra Mundial (1914). Novecentismo, Vanguardismo, Generación del 27: se trata de tres ondas que se suceden y, a la vez, se superponen con amplias zonas de coincidencia. Además, cada una de estas denominaciones implica realidades bastante complejas. A autores como Gabriel Miró o Ramón Pérez de Ayala se les denomina Novecentistas para designar aquellas tendencias que se despegaban rotundamente de las formas artísticas o literarias heredadas del siglo XIX. Aceptando el término Novecentismo, Guillermo Díaz Plaja, en su libro “Estructura y sentido del novecentismo español”, delimita su contenido por medio de dos negaciones:
- Lo que ya no es.
- Lo que todavía no es.
Visto así, el Novecentismo se gestaría en la primera década del siglo XX, alcanzaría su máxima afirmación en la vida cultural hacia 1914 y confluiría con las literaturas de vanguardia en los años 20; su ocaso ideológico y estético llegaría con la politización de la literatura y de las artes a partir de 1930.
Características ideológicas y estéticas
Las ideas de los novecentistas tienen sus raíces en un reformismo burgués cuyo horizonte abarca desde un liberalismo puro a posiciones socialdemócratas. En lo cultural, el Novecentismo supone la aparición de un nuevo tipo de intelectual. Al autodidactismo de los noventayochistas se opone ahora una sólida preparación universitaria. De ahí que el nuevo intelectual se proponga un examen disciplinado y sereno de los problemas, con pretensiones de objetividad (casi todos los escritores salientes son ensayistas). Los novecentistas proclaman la inteligencia en todas sus páginas, buscan valores, conceptos, ideas. El irracionalismo y el pathos angustiado de los noventayochistas es sustituido por una voluntad de claridad racionalista.
Común a todos es la reacción contra actitudes decimonónicas. Incluso el Modernismo y el 98 son vistos como epígonos del siglo XIX. Y, en este sentido, se quiere superar las tendencias románticas e individualistas del 98 y del Modernismo, siendo frecuentes las declaraciones de antirromanticismo y de fervor por lo clásico.
Los nuevos escritores, intelectuales puros, se sienten ante todo europeos y miran a España con nuevos ojos y criterio europeo. Frente al casticismo del 98, los novecentistas se definen por su europeísmo. Atienden a lo universal, resistiéndose a encerrarse en lo nacional.
El problema de España sigue estando muy presente, si bien con una revisión más rigurosa y serena de la cuestión. España deja de ser motivo de angustia y se convierte en una realidad histórica que, más que sentir, es necesario entender. Pervive entre los novecentistas una concepción “castellano-cantábrica” de España.
En lo estético
Posiciones no solo antirrománticas, sino también contrarias a un realismo estrecho y vulgar. Nos encontraremos entonces con una huida del sentimentalismo, a lo que se une el abandono del tono apasionado y vehemente. Se escribe bajo un imperativo de selección que produce, en general, una literatura de minorías. Es característico el intelectualismo, producto de la preocupación por evitar lo sentimental. Todo conduce hacia el ideal de un arte puro, que se proponga un mero placer estético. En el terreno de las formas, es fundamental la preocupación por el lenguaje. Hay en los novecentistas un cuidado del estilo que les lleva a huir de lo fácil y desmañado; el estilo se hace más conceptual. Desaparece de él el tono emocional y subjetivo.
José Ortega y Gasset (1883-1956)
Máxima figura de la filosofía española del siglo XX, agudo “espectador” de la vida, las artes y la cultura de su tiempo. El espectador (1916-1934), en ocho volúmenes, interesa especialmente por sus ensayos acerca del tema de España y de temas artísticos y literarios.
A. El tema de España
Lo más atractivo es su europeísmo y su denuncia del aislamiento de nuestro país. Lo esencial de sus ideas sobre el tema de España está en una obra de 1921: España invertebrada. En ella aborda la decadencia española para explicar la situación presente, la cual se caracteriza por un proceso de disgregación:
- Disgregación nacional por los separatismos.
- Disgregación social por los particularismos de clase.
- Indisciplina de las masas.
Conclusión: Para Ortega, los principios democráticos están en crisis, las masas deben seguir a los mejores, y una minoría selecta debía ofrecer a todas las regiones y grupos sociales “un proyecto sugestivo de vida común”. Su análisis ha sido rebatido en muchos puntos por historiadores rigurosos. Políticamente, se ha criticado su centralismo y su elitismo.
B. Temas artísticos y literarios
Decisivas repercusiones tuvieron en el ambiente artístico y literario las ideas de Ortega. Parte, para caracterizar al arte nuevo, del punto de vista social, de la actitud del público: el lector o espectador medio no aguantaba el arte de vanguardia porque no lo entendía. Tras ello, estudia sus principales rasgos:
- Arte puro: Antes se valoraba por lo que tuviera de humano, de real; ahora se valora por las puras calidades formales.
- Arte deshumanizado: Las emociones humanas se relegan en pro de la emoción estética.
- Arte intelectual, libre de emociones y sentimientos: La poesía será antirromántica y el poeta, para serlo, tendrá que dejar de ser hombre y dedicarse a la pura creación verbal.
Aunque el propósito de Ortega no era propugnar una estética, sino reseñar los rasgos de un arte ya existente, sus simpatías hacia el nuevo arte y la autoridad intelectual de que gozaba determinaron que los jóvenes poetas tomaran su libro por un programa para llevar a cabo. Ideas semejantes, aunque aplicadas a la narrativa, las expuso Ortega en Ideas sobre la novela (1925).