Contexto de la Filosofía Kantiana
Epistemología
Nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo procede de ella. Si bien la materia tiene un origen empírico, la forma la pone el sujeto. Kant llama a esto la Revolución Copernicana: es el objeto el que debe determinarse por el sujeto. El sujeto no es pasivo en el conocimiento, sino activo, e impone sus leyes a la experiencia. El conocimiento es una síntesis de intuición y concepto. La intuición es el conocimiento inmediato del objeto; el concepto es el conocimiento mediato del mismo.
Mediante la intuición somos afectados (sensibilidad) por una pluralidad de sensaciones; pero todas esas sensaciones se nos dan ordenadas por las formas a priori de la sensibilidad: el espacio y el tiempo. El espacio y el tiempo no tienen un origen empírico, son a priori, y hacen posible los juicios sintéticos a priori en matemáticas. Pero, para que haya objeto, esta pluralidad de sensaciones deben darse reunidas en un concepto. Los conceptos son reglas de enlace de esa pluralidad de un modo no arbitrario. Las categorías hacen esa función, pues son conceptos puros del entendimiento mediante los cuales pensamos a priori los objetos.
Existe una facultad primera que se encarga de la síntesis: la imaginación. Esta no es sensible ni intelectual; su función es reproducir las representaciones. En esta síntesis reproductiva se dan unos esquemas concretos que son en potencia las imágenes de las categorías, pues realizan en concreto lo que las categorías hacen en universal. Así se demuestra que la sensibilidad es idónea para el entendimiento. Las Categorías hacen posibles los juicios sintéticos a priori en Física.
En lo que se refiere al conocimiento que genera la Razón por sí misma, al operar por meros conceptos sin partir de la experiencia, Kant nos dice que no es ciencia; pues la metafísica se genera al aplicar categorías a cosas en sí. Así tenemos las ideas de la Razón: alma, Mundo, Dios. Nuestro conocimiento está limitado a los fenómenos, pero no podemos conocer las cosas en sí.
Moral
Para Kant, las máximas de conducta son las determinaciones de la voluntad que sólo tienen una validez subjetiva. Se trata de imperativos hipotéticos que sólo valen como medios para alcanzar los fines de mi felicidad. Pero para nuestro autor, estos imperativos no se pueden universalizar, pues no podemos establecer a priori cuál sería la felicidad para todo el mundo. Por lo tanto, no serían válidos. Como vemos, todo se subordina al éxito o fin que ganemos con nuestra conducta; pero no lo hacemos simplemente por sí misma, de un modo incondicionado, sin esperar nada a cambio. Este es nuestro deber incondicionado; debo realizar A por sí mismo, y no para ganar nada a cambio. Se trata de una ética formal, pues no da ningún contenido como bueno o malo, sino sólo una forma a la que se deben adaptar nuestras acciones. La ética kantiana es formal y deontológica, pues se funda en el deber a priori.
La idea del cielo responde a esa necesidad de felicidad de una voluntad buena. Dios y la inmortalidad son postulados de la moralidad: no se pueden demostrar, pero se desprenden de la moralidad como ideas de fe racional. La libertad también es otro postulado, pues tampoco se puede demostrar teóricamente; es más, desde la razón teórica el hombre siempre lo pensamos como causado y determinado, es decir, como un ser que no es libre; pues la categoría de causa condiciona de antemano todo lo que pueda percibir. Es por eso que Kant insiste en que el fenómeno no agote las posibilidades de la razón, y establezca la hipótesis de noúmeno o cosa en sí como algo pensado.
Política
La moralidad tiene una salida política. Todos tenemos derecho a esa libertad interna: que nuestra voluntad sólo se determine por el imperativo categórico. Pero en una convivencia en común, en una sociedad, nuestra libertad externa debe coexistir con la libertad de los demás. Es decir, cualquiera podría menoscabar nuestro derecho a esa libertad interna. El derecho se encarga de limitar esa libertad externa por medio de la coacción, de la fuerza. No le interesan los motivos internos. La moral sí se interesa de esos motivos internos: no sólo debemos actuar conforme al deber, sino por deber. Al derecho sólo le interesa que actuemos conforme al deber. Para esto es necesario la existencia de un Estado que se encargue de esta coacción del derecho. Desde la indeterminación del estado de naturaleza, para hacer posible la moralidad se debe deducir la existencia del Estado. Es necesaria una federación de estados mundiales que garantice la paz. Como esto no puede ser imposible a priori, debemos creer en el progreso de la historia que nos guíe hacia esa meta moral: una federación de repúblicas. Kant es un ilustrado, pues entiende que el político moral no puede desatender esa idea de progreso al legislar.
La Ilustración y el Idealismo Alemán
El siglo XVIII conoció un crecimiento demográfico y una incipiente Revolución Industrial. En lo político, la forma por excelencia es el Despotismo Ilustrado (todo por el pueblo, pero sin el pueblo). Esto implica reformas políticas, sociales y económicas, entre las cuales el liberalismo es la más destacada. Se da una progresiva crisis de la sociedad estamental del Antiguo Régimen, que desemboca en las revoluciones Americana y Francesa (1789). Ésta última realiza de golpe toda la tendencia antifeudal que se estaba produciendo con la monarquía de los Borbones. Fue una revolución liberal, pero en su proceso se dieron elementos democráticos y sociales que invocaban las tesis de los filósofos (Rousseau). Este fenómeno conmovió al mundo, y ya nada en política volvió a ser igual que antes.
Kant es un pensador de la Ilustración, fenómeno cultural que afectó sobre todo a Inglaterra, Francia y Alemania. La Enciclopedia francesa (Voltaire, Diderot, Rousseau) tiene como objetivo difundir los conocimientos contra los prejuicios. Se produce un proceso de secularización y religión natural (Deísmo). En la ciencia se da un triunfo de la mecánica de Newton que incide en una concepción naturalista del ser humano. Muchos autores defenderán la tolerancia. Del mismo modo, existe una confianza en la razón, y este optimismo genera la idea de progreso y la Filosofía de la Historia.
La Ilustración alemana presenta sus propias características. Comienza con Wolf y culmina en la filosofía de Kant. El Deísmo tiene también sus seguidores en Alemania: Reimarus, Mendelssohn. Pero Lessing trata la oposición entre religión natural y la revelada, donde la religión ha de entenderse como un fenómeno histórico visto desde la perspectiva del progreso humano; cada religión revelada es una nueva y más madura etapa que completa a la anterior. La religión más verdadera es la moral. Esta idea será reciclada por Kant.
En un primer momento, las críticas a Kant surgieron desde la distinción entre fenómeno y noúmeno. Shelling cree que todas las contradicciones del sistema kantiano se superan admitiendo una identidad progresiva y total entre naturaleza y espíritu. Hegel elimina del sistema filosófico todo lo que es exterior a la razón y considera que las categorías no son sólo maneras de conocer, sino también de ser. El idealismo alemán procede en conjunto de negar la distinción entre fenómeno y cosa en sí.
El neokantismo se refuerza con la aparición de la Escuela de Marburgo, cuyo iniciador es Cohen, quien ve en los a priori kantianos el fundamento adecuado de las verdades científicas. Propone que la crítica de Kant es la metodología de la ciencia de Newton. Natorp aplica la idea de la constitución del objeto por el sujeto a la moral. Cassirer amplía estas tesis a todo el campo de la cultura: el hombre es un animal simbólico.
En la Escuela de Baden tiene lugar una “vuelta a Kant” y recurre a él para fundamentar la validez del conocimiento, de la moralidad y del arte. Sus principales representantes son Windelband y Rickert. El filósofo que mejor representa la vuelta a Kant es Heidegger, quien propone un Kant metafísico. En “Kant y el problema de la metafísica”, la KrV es como una verdadera metafísica, como una ontología fundamental, cuyo tema responde al estudio de la pregunta “¿qué es el hombre?”.