El Imperio Español bajo Felipe II: Auge y Desafíos

Felipe II: Política Interior y Exterior (1556-1598)

Introducción

Felipe II, sucesor de Carlos I, heredó la parte no alemana del imperio de su padre: Castilla, Aragón, Países Bajos, Franco Condado, Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y los territorios americanos. Añadió las Islas Filipinas y, posteriormente, Portugal y sus posesiones coloniales. Aunque no ostentó el título de emperador, reinó sobre un vasto imperio, la principal potencia europea de la época.

A diferencia de su padre, Felipe II gobernó desde la Península, estableciendo la corte en Madrid en 1559. Consolidó y reestructuró las instituciones de gobierno de los Reyes Católicos, centralizando el poder. Se apoyó en secretarios y Consejos, pero su estilo personalista ralentizó la administración. Su talante autoritario y la convicción de su soberanía absoluta marcaron su reinado.

Sus objetivos primordiales fueron:

  • Mantener la integridad de su herencia.
  • Combatir la herejía, especialmente el protestantismo, mostrando una profunda religiosidad e influencia de sus confesores.

Política Interior

La política interior de Felipe II se basó en el absolutismo monárquico y la intolerancia religiosa. Amplió el sistema de Consejos (Estado, Guerra, Hacienda) y reestructuró los territoriales. La defensa del catolicismo, además de convicción personal, reforzaba su absolutismo, ya que la disidencia religiosa se entrelazaba con el descontento social y político.

Intolerancia Religiosa y Defensa del Catolicismo

Felipe II impuso la Contrarreforma, promulgando leyes para la ortodoxia católica, vetando libros y prohibiendo estudios en el extranjero. La Inquisición, instrumento de represión, elaboró un índice de libros prohibidos, persiguió a sospechosos de herejía y ejecutó condenados en autos de fe.

Rebelión de los Moriscos (1568-1570)

Felipe II, intolerante con los particularismos moriscos, forzó su conversión al cristianismo. Su numerosa presencia en Valencia y Granada, junto con la conservación de sus costumbres, generó recelos. Acusados de connivencia con ataques berberiscos y turcos, su situación empeoró con el aumento de impuestos a la seda y la expropiación de tierras.

En 1566, un decreto obligó a los moriscos a abandonar su lengua, vestimenta y tradiciones. Su intento de negociar un pago para mantener su situación fue rechazado. En 1568, los moriscos andaluces, liderados por Aben Humeya, se sublevaron en las Alpujarras. Don Juan de Austria sofocó la rebelión tras un año de guerra.

La sublevación resultó en la deportación de los moriscos a Castilla para su integración, pero formaron comunidades aisladas. En 1609, Felipe III decretó su expulsión, con graves consecuencias económicas para la agricultura y artesanía, especialmente en Aragón y Levante.

Crisis Interna: Antonio Pérez y la Rebelión Aragonesa

La represión religiosa se usó contra la oposición al rey. Antonio Pérez, secretario de Felipe II, fue acusado del asesinato de Escobedo y de conspiración. Felipe II, temiendo la revelación de secretos de Estado, lo encarceló. En 1590, Pérez huyó a Aragón, buscando la protección del Justicia Juan de Lanuza.

Ante la negativa de Lanuza a entregarlo, Felipe II usó el Santo Oficio, acusando a Pérez de herejía. Los aragoneses, considerando esto una violación de sus fueros, se sublevaron. Felipe II envió un ejército, restableciendo el poder real, ejecutando a los líderes y modificando los fueros aragoneses.

Política Exterior

El Imperio español alcanzó su máxima extensión a finales del siglo XVI. Asegurar su posición como potencia europea y defender el catolicismo lo mantuvieron en constante lucha, provocando su extenuación y empobrecimiento.

Enfrentamientos con Francia

Los enfrentamientos con Francia por el control de Italia continuaron. En 1557, los tercios españoles vencieron en San Quintín. La Paz de Cateau-Cambresis (1559) incluyó acuerdos territoriales y el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois. La guerra civil francesa entre católicos y hugonotes (1562) llevó a Felipe II a apoyar a los católicos. En 1593, Enrique IV, convertido al catolicismo, firmó la Paz de Vervins, con España devolviendo plazas ocupadas.

Dominio del Mediterráneo: Enfrentamientos con el Imperio Otomano

El Imperio otomano, potencia en el Mediterráneo oriental, se expandía por Europa y el Mediterráneo occidental. Su piratería y ataques costeros motivaron la formación de la Liga Santa (España, Venecia, Papado) contra Solimán el Magnífico. La victoria en Lepanto (1571), liderada por Don Juan de Austria, frenó el dominio turco y confirmó el control español del Mediterráneo occidental.

Rebelión de los Países Bajos

Los Países Bajos, diecisiete provincias ricas y prósperas, sufrían la presión fiscal de la Corona. Felipe II, mal recibido, enfrentó el descontento burgués por los impuestos, el nacionalismo y la expansión del calvinismo. Su decreto para el cumplimiento de las decisiones del Concilio de Trento provocó motines y la quema de iglesias en 1566. Francia e Inglaterra apoyaron a los insurrectos.

El duque de Alba, enviado por Felipe II, ejerció una brutal represión, agravando el conflicto con nuevos impuestos. En 1571, los rebeldes holandeses, con apoyo inglés, establecieron un gobierno independiente en el norte. La guerra continuó entre el norte calvinista e independentista, liderado por Guillermo de Orange, y el sur católico y leal.

Alejandro Farnesio logró la Unión de Arrás (1579) con los Estados católicos del sur, garantizando sus derechos y la salida de los tercios a cambio de la soberanía de Felipe II y el catolicismo. El norte respondió con la Unión de Utrecht, proclamando su independencia. Felipe II designó a Isabel Clara Eugenia y su esposo como gobernadores, pero sin descendencia, los Países Bajos volvieron a la Corona española, reabriendo el conflicto hasta la Guerra de los Treinta Años, cuando España reconoció la independencia de las Provincias Unidas de Holanda.

Lucha contra Inglaterra y la Armada Invencible

La alianza entre España e Inglaterra se deterioró tras el reinado de María Tudor. Isabel I, protestante, tensó las relaciones por América y los Países Bajos. Inglaterra rechazó el monopolio español en América. Piratas ingleses asaltaron barcos españoles, a lo que España respondió con convoyes escoltados. Inglaterra apoyó a los protestantes holandeses, llevando a Felipe II a enviar la Armada Invencible para invadir Gran Bretaña.

La Armada, bajo el mando del duque de Medina-Sidonia, debía embarcar a los tercios de Flandes, pero la falta de puertos adecuados lo impidió. Hostigada por los ingleses, la Armada, tras un largo rodeo por Escocia e Irlanda con fuertes tempestades, perdió la mitad de sus barcos y hombres. El desastre de la Armada Invencible afectó el prestigio español y la posibilidad de dominar el Atlántico.

La paz con Inglaterra se firmó en 1604, durante el reinado de Felipe III.

Incorporación de Portugal

En 1578, tras la muerte de Sebastián I de Portugal, Felipe II reclamó la corona. Apoyado por la nobleza y el clero, pero con la oposición de la burguesía, ordenó la invasión de Portugal en 1580. Las Cortes de Thomar reconocieron a Felipe II como rey, garantizando la independencia de Portugal. Felipe II reinó sobre el imperio más extenso de la historia.

Conclusiones

Castilla, motor financiero y militar del imperio, fue el centro del poder de Felipe II. Sus rivales europeos veían a los españoles como el enemigo. La política dinástica de Felipe II sacrificó los intereses de Castilla y Aragón para conservar sus dominios europeos.

La vida en la España de Felipe II fue dura, con alta inflación y excesiva carga fiscal. Los mercaderes y empresarios buscaban títulos nobiliarios para reducir sus impuestos. Las Cortes protestaron por las demandas económicas del rey, pidiendo la retirada de Flandes y la paz con Francia e Inglaterra.

Felipe II dejó España al borde de la crisis. La pobreza se atribuye a la carga del Imperio y su defensa de la cristiandad. El esfuerzo militar fue constante, con frentes en el Mediterráneo, Países Bajos, Inglaterra y Francia. El Imperio español, a pesar de su poder, pagó un alto precio por su dominio.

Tras la muerte de Felipe II, el imperio acumuló problemas que llevaron a la decadencia de su hegemonía, consumada con la muerte de Carlos II en 1700.