La Segunda República Española: El Bienio Conservador y el Frente Popular

La Segunda República Española, debido a la sucesión de cambios que experimentó, se puede dividir en tres etapas: la Constitución de 1931 junto con el Bienio Reformador (1931-1933), el Bienio Conservador (1933-1935) y el Frente Popular (1936). A continuación, desarrollaremos la segunda y tercera etapa.

El Bienio Conservador (1933-1935)

Contexto y Ascenso de la Derecha

Tras el fin del Bienio Reformador con la disolución de las Cortes por Alcalá Zamora, se convocaron elecciones generales en noviembre de 1933. La campaña electoral se desarrolló en un ambiente de fuerte confrontación política y gran despliegue de propaganda (carteles, prensa y radio). El resultado se invirtió a favor de la derecha, de la CEDA y del Partido Radical. El principal motivo fue la coalición que formaron para aunar fuerzas, prometiendo la revisión de las reformas del primer Bienio, sobre todo, la reforma agraria y religiosa, la amnistía para los condenados por el golpe de Sanjurjo y la revisión de la Constitución de 1931. Así, el Parlamento quedó ampliamente fragmentado, con los partidos que cuestionaban el régimen republicano por un lado, y con los partidos fundadores de la II República, a excepción del Partido Radical, por otro. El Bienio Conservador se caracterizó por una importante fijación hacia la derogación de todas las reformas anteriores, mientras que el Frente Popular sufrió una gran inestabilidad política y las tensiones acumuladas durante toda la República.

Gobierno Radical-Cedista y Rectificación de Reformas

El gobierno centrista del Partido Radical formó una coalición con los partidos republicanos de centro de Lerroux y Samper, y con el imprescindible apoyo parlamentario de la CEDA. Así, da comienzo el Bienio Conservador (1933-1935). En primer lugar, lograron frenar varios aspectos de la reforma religiosa: aplicación de la Ley de Confesiones, prohibición de la enseñanza católica y cierre de sus centros, y el pago de parte de los sueldos de los sacerdotes. En cuanto a las reformas laboral y agraria, hubo rectificaciones esenciales, pero no llegaron a ser derogadas. Además, presionados por la CEDA, se propuso una ley de amnistía que reintegrara en el servicio activo a los militares implicados en el intento golpista de 1932. Con todo, los problemas más graves que tuvo que atender el gobierno radical fueron los conflictos sociales y las tensiones autonómicas: por un lado, los propietarios agrarios aprovecharon el triunfo para disminuir los salarios, lo que provocó una huelga general de campesinos; y, por otro lado, en Cataluña, estalló un conflicto de competencias con la Generalitat de Cataluña debido a la aprobación de la Ley de Contratos de Cultivo por la que los arrendatarios del sector vinícola podían comprar la tierra después de 18 años de cultivo.

La Revolución de Octubre de 1934

La Revolución de Octubre de 1934 está ligada al cambio de estrategia del socialismo. La UGT, bajo control de Largo Caballero, aprobó un programa revolucionario que defendía la nacionalización de la tierra, la disolución de todas las órdenes religiosas, del Ejército y de la Guardia Civil. Así, en mayo de 1934, se forma una alianza obrera entre el PSOE y la UGT cuyo fin era combatir el fascismo y establecer una república federal socialista. Con la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA, se generó un gran temor entre los partidos de la alianza ante un supuesto riesgo de fascismo, y el 5 de octubre, el comité revolucionario convocó una huelga general en las principales ciudades, pero finalmente fracasó. En Cataluña, su entrada fue interpretada como una amenaza contra el estatuto de autonomía y Lluís Companys, presidente de la Generalitat, proclamó el “Estado Catalán dentro de la República Federal Española”, quebrantando la legalidad republicana. Los sindicatos de izquierdas convocaron una huelga general contra el gobierno de Madrid, aunque también fue rápidamente abortada. Solo en Asturias se produjo una auténtica revolución social entre los días 5 y 18 de octubre, gracias a la alianza obrera entre la UGT, la CNT y los comunistas. Para sofocar esta rebelión, se acudió al ejército del Protectorado de Marruecos que, junto con la Guardia Civil, llevó a cabo una fuerte represión, que siguió tras el fracaso de la revolución en toda España.

Crisis del Gobierno Radical-Cedista

Esta represión creó grandes discrepancias durante 1935, originando una nueva crisis del gobierno radical-cedista. Lerroux pasó a formar un nuevo gobierno con una mayoría de ministros de la CEDA, y desde ese momento, se aceleró la rectificación de las reformas republicanas: en la práctica, se anularon las reformas sociales, laborales y agrarias; en la reforma militar, Gil Robles, ministro de Guerra, modificó los mandos militares nombrando a Fanjul subsecretario en el ministerio, a Mola como jefe del ejército de Marruecos y a Franco como jefe del Estado Mayor; y, por último, se planeó una reforma constitucional para modificar la cuestión religiosa, hecho que interesaba especialmente a Gil Robles y a la CEDA, pero estalló una crisis en el Partido Radical a raíz de los escándalos de corrupción del straperlo y el asunto Nombela.

El Frente Popular (1936)

Elecciones de Febrero de 1936 y Victoria del Frente Popular

Así, en medio de rumores de un golpe de Estado, Alcalá Zamora decidió disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones el 16 de febrero de 1936 ante la ausencia de apoyos parlamentarios. Los partidos de izquierdas constituyeron en enero una gran alianza, el Frente Popular, creado por Azaña e Indalecio Prieto, fruto de un acuerdo electoral, pero no de gobierno, entre los partidos de izquierda, los socialistas y los comunistas. Presentaban un programa moderado con la amnistía general para los encarcelados tras la Revolución de Octubre de 1934 y la recuperación de la política reformista del primer Bienio. Las derechas y el centro se presentaron desunidas. Finalmente, los resultados electorales dieron la victoria, aunque muy ajustada, al Frente Popular. Azaña pasó a ser el presidente de la República y Casares Quiroga el presidente del gobierno. Los socialistas rechazaron integrarse en un gobierno de coalición con los republicanos y el entendimiento se hizo francamente difícil. De forma inmediata, se adoptaron las primeras medidas: se concedió una amnistía general en la que Lluís Companys fue devuelto a su puesto como presidente de la Generalitat, se restableció la autonomía de Cataluña mediante un decreto, y se reanudó el proceso reformista en los ámbitos agrario, religioso, social y militar. La intensificación de los conflictos sociales en el mundo rural provocó una masiva ocupación de zonas de latifundio que la IRA se limitó a legalizar. Además, la confrontación entre Iglesia-Estado volvió al primer plano.

Debilidad del Gobierno e Inestabilidad Política

La debilidad del gobierno pronto se hizo patente, viéndose desbordado por los conflictos y la violencia política. Los anarquistas con la quema de iglesias y los falangistas con el asalto de locales de sindicatos y partidos. Además, la CEDA y el PSOE, los partidos más representativos en las Cortes, también contribuyeron a la inestabilidad de la república. Finalmente, los asesinatos de Calvo Sotelo y del Teniente Castillo precipitaron la situación y el 17 de julio de 1936 en Melilla se inició el pronunciamiento militar. Fueron los jefes militares como Franco, Goded y Mola los protagonistas del alzamiento. Además, contaban con el apoyo de las viejas oligarquías, los católicos, la Falange Española de las JONS creada por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, y el Requeté carlista.

Conclusión

En conclusión, cabe destacar que la idea fundamental del Bienio Conservador estuvo ligada a la eliminación de las reformas del Bienio anterior. De esta forma, se acrecentó aún más el desacuerdo entre partidos políticos y la intolerancia, sumiéndolos en un ambiente muy radical que los militares aprovecharon para preparar el golpe de Estado. La llegada al poder del Frente Popular no logró estabilizar la situación, y la violencia política se intensificó. En definitiva, la labor de la II República estaba enteramente dirigida a la lucha contra los fascismos emergentes en Europa y a favor de unas profundas reformas que ansiaba gran parte de la población, oponiéndose, en primer lugar, a una nación entera y, en segundo lugar, a toda Europa.