Características de la Novela
Introducción
La novela es la narración literaria en prosa más importante debido a su complejidad. En ella se exponen todo tipo de problemas y conductas humanas vividas por unos personajes que aparecen perfectamente perfilados en todos sus aspectos. La novela, a lo largo de la historia de la literatura, ha adoptado muy diversas formas (pastoril, caballeresca, picaresca, etc.) y ha sufrido importantes modificaciones. Las características de este subgénero se corresponden, en líneas generales, con las de la narración en prosa, aunque, debido a su extensión, aparezcan en la novela diferentes modalidades discursivas (descripción, diálogo o argumentación). Por lo tanto, comenzaremos por definir qué es la narración como género literario, así como analizaremos los elementos que la conforman. La narración consiste en el relato de unos hechos reales o ficticios que les suceden a unos personajes concretos en un tiempo y en un espacio determinados.
Elementos de la Narración y Técnicas Narrativas
La estructura de un texto narrativo viene determinada por la red de relaciones que se establece entre los distintos elementos constitutivos de la narración. Para comprenderla, es necesario tener en cuenta qué tratamiento hace el autor de cada uno de ellos y valorar cómo condicionan todos la progresión del texto. Los elementos o categorías que vertebran la narración son: el argumento, la trama, el narrador, la estructura, el tiempo, el espacio y los personajes. Éstas se completan con el estilo (lenguaje) que presenta dicho texto.
1. Argumento y Trama
El argumento es un resumen selectivo de la historia (orden real de los acontecimientos según los principios de causalidad y orden cronológico). La trama es la forma específica en que el narrador ha distribuido los sucesos de la historia dentro del relato; es decir, el esqueleto o armazón elegido por el autor para representar los acontecimientos narrados (estructura interna).
Estructura Interna
Está formada por las partes en que podemos dividir el contenido del relato y depende de la planificación u organización del material narrativo: lo que antes llamamos trama. Hay que tener en cuenta que toda obra literaria debe tener un “ritmo”, y ese ritmo surge de la selección de los hechos más relevantes de la historia (algunos sucesos no son más que anécdotas sin importancia), y la búsqueda de una disposición novelesca, es decir, de una ordenación que resulte fluida y atrayente.
El esquema clásico organiza los episodios en planteamiento, nudo y desenlace (narraciones cerradas). Es frecuente que el autor introduzca alteraciones de distinto tipo que transforman la estructura. Así, a veces se prescinde de la presentación y comienza la narración directamente por el conflicto (in media res), o incluso se puede iniciar el relato por el final de la historia (in extrema res). En ambas técnicas se altera el orden lineal del relato por lo que aparecerán saltos temporales. El autor puede también prescindir del desenlace (relato de “final abierto”).
Además del esquema “clásico” con sus variantes y alteraciones, existen otras formas de organizar la acción que dan lugar a narraciones abiertas (narraciones con múltiples episodios que pueden no guardar relación entre sí y en las que, al no tener un argumento cerrado, sería admisible la inclusión de nuevos episodios). Así, en la novela contemporánea, hay veces en las que la narración se construye mediante la yuxtaposición de diversas situaciones que no están conectadas entre sí, ni espacial ni temporalmente, y que se desarrollan en secuencias que se van sucediendo alternativamente (“técnica del contrapunto” y “técnica caleidoscópica”). En otras ocasiones, el relato avanzará según una estructura predeterminada por el “tipo de texto” elegido por el autor, siguiendo unos modelos o cánones preestablecidos por el género al que imita o sigue la novela: estructura epistolar, estructura de diario, etc. Finalmente, hay que decir que la estructura está muy relacionada con la ordenación temporal, pues la narración de un relato puede coincidir o no con la cronología de los hechos, volviendo al pasado o avanzando a acciones posteriores.
4. Tiempo
Los hechos de la historia y el desarrollo de los personajes no ocurren de repente, sino a lo largo de todo el espacio de su vida (de su vida en la novela). Debemos distinguir varios conceptos diferentes de tiempo.
- El tiempo externo (tiempo como situación en qué época histórica ocurren los hechos relatados (siglo XVI o siglo XXIII).
- El tiempo interno hace referencia tanto al orden cronológico de los acontecimientos narrados como a su duración. Se suele distinguir entre tiempo de la historia (en cuánto tiempo cronológico sucede lo contado: el tiempo que abarca toda la realidad narrada) y tiempo de la narración (el que tarda el narrador en contarlo). Lo normal es que el tiempo de la narración sea menor que el de la historia. De cualquier modo, la relación entre el tiempo de la historia y el de la narración determina el ritmo del relato, es decir, con qué velocidad avanza la acción.
El ritmo narrativo puede ser muy variable a lo largo de la novela y dependerá de varios factores: cómo se ordenan las acciones en el tiempo, qué visión -objetiva o subjetiva- se da del tiempo en la novela…
1. Ordenación de las acciones
Cuando el narrador no cambia el orden cronológico de los acontecimientos, nos encontramos ante una narración lineal. Hay ciertas técnicas que permiten alterar este orden cronológico y la duración de los sucesos narrados. Mediante evocaciones retrospectivas (analepsis o flash back) se puede narrar en determinado punto de la acción hechos que sucedieron anteriormente según el orden cronológico de la historia. Las anticipaciones prospectivas (prolepsis) son, en cambio, saltos temporales hacia el futuro. La trama del relato puede exigir que el autor tenga que narrar dos acontecimientos distintos que están sucediendo al mismo tiempo. La narrativa moderna utiliza, a veces, técnicas similares a la del montaje cinematográfico que permiten alternar “secuencias” distintas de una y otra. La elipsis es un recurso mediante el que se seleccionan los acontecimientos prescindiendo de los que no resulten relevantes para la acción, y acelera así el ritmo. La función contraria (retardar el ritmo de la narración) pueden desempeñar las digresiones (juicios del narrador, reflexiones, etc.) y las descripciones de ambiente.
2. Visión del tiempo
La estructura temporal del relato, marcada habitualmente de modo objetivo, viene determinada en ocasiones por la subjetividad de algún personaje. La sucesión y la duración de las acciones se organizan entonces a partir de la percepción que éste hace del devenir temporal (tiempo subjetivo): el tiempo narrativo se interioriza, no se percibe a través de un reloj sino a través de la vivencia personal y subjetiva del personaje.