Emirato dependiente
El Imperio Árabe estaba dirigido por el Califa, que era al mismo tiempo su jefe religioso y político. Los territorios conquistados por los árabes pasaban a ser gobernados por un Emir, que era un gobernador nombrado por el califa. Una vez que la Península Ibérica fue conquistada, se creó al-Ándalus como parte del califato de Damasco. Pocos años después de su creación, el emir Al-Sham Ibn Malik al-Jawlani decidió que la capital debía ser la ciudad de Córdoba.
A partir de ese momento Córdoba se convirtió en la capital de al-Ándalus, que a su vez era una provincia dependiente del califa omeya de Damasco. Cuando en esa ciudad de Oriente los abbasidas depusieron y asesinaron a los omeyas, un príncipe de esta familia, Abd-al-Rahman logró ser el único en escapar y llegó a la península en el año 756.
Una vez en al-Ándalus, Abd-al-Rahman se proclamó emir (príncipe y jefe militar) y rompió la unión entre al-Ándalus y Damasco. Logró traer la paz entre los distintos grupos musulmanes. Con él empezó el emirato independiente, que iría del año 756 al 929. Únicamente siguió dependiendo de Damasco en materia religiosa.
Emirato independiente
Cuando el último califa omeya de Damasco murió asesinado por los abbasíes se dio un cambio en la dinastía que gobernaba en Damasco. La nueva dinastía abbasí ordenó el asesinato de todos los omeyas que se encontraban en el imperio.
El último príncipe que logró sobrevivir se llamaba Abd-al-Rahman. Logró escapar y llegar a al-Ándalus, para convertirse en su nuevo emir, que con el nombre de Abd-al-Rahman I inició un nuevo periodo en la historia musulmana en la Península Ibérica.
Abd-al-Rahman I se proclamó emir (príncipe y jefe militar) y rompió la unión entre al-Ándalus y Damasco. Logró traer la paz entre los distintos grupos musulmanes. Con él empezó el emirato independiente, que iría del año 756 al 929. A lo largo de estos años se configuró un estado centralizado similar a sus antecesores en Oriente, con una estructura administrativa más estable y una fuerza militar mercenaria compuesta por bereberes del norte de África y esclavos comprados en el sur de Europa.
Califato
En el año 929, Abd-al-Rahman III se proclamó califa y se separó totalmente del resto del mundo musulmán, convirtiéndose en líder político, religioso y cultural. Este califa empezó así una nueva etapa en la historia de la Hispania musulmana: el Califato de Córdoba, que existió entre los años 929 y 1035. Abd al-Rahman III reunió en su persona el título de califa, jefe espiritual y temporal de todos los musulmanes y protector de las comunidades no musulmanas bajo su jurisdicción (cristianos y judíos), así como el de príncipe de los creyentes (amir al-muminin).
La época del Califato de Córdoba es el período de máximo esplendor político, económico, comercial y cultural de al-Ándalus.
El poder del califa se basaba en el ejército profesional y sus fronteras estaban protegidas por marcas o zonas militares.
Los impuestos permitían mantener la administración. Los que más pagaban eran los mozárabes, cristianos que vivían en territorio musulmán y que pagaban impuestos para poder practicar su religión. Los reinos cristianos del Norte rindieron vasallaje al califa y le pagaban tributos.
En ocasiones, los musulmanes invadían los territorios del Norte, saqueando las tierras cristianas, como las que realizó el famoso guerrero al-Mansur (940-1002).
El poder del Califato andaluz también se extendió a Europa occidental, y hacia el año 950 el Imperio Romano-Germánico intercambiaba embajadores con el Califato cordobés. Unos años antes, Hugo de Arles pidió salvoconductos al potente Califato español para el tráfico de sus barcos mercantes por el Mediterráneo. Las pequeñas plazas fuertes cristianas del norte de la península se convirtieron en modestas posesiones feudales del Califato, al que reconocían su superioridad y arbitraje.
El poder andaluz se basó en una gran capacidad económica, fundamentada en un importante comercio, una industria artesana desarrollada, y una técnica agrícola, que era mucho más eficiente que cualquier otra del resto de Europa. Tenía una economía basada en la moneda, y la introducción de la acuñación fue fundamental en su esplendor financiero. La moneda cordobesa de oro se convirtió en la más importante de ese periodo.
Por lo tanto, el Califato de Córdoba fue la primera economía comercial y urbana que floreció en Europa desde la desaparición del Imperio Romano. La capital y ciudad más importante del Califato, Córdoba era la principal ciudad europea de esa época.
Almorávides
Los Almorávides eran miembros de una dinastía que creó un imperio musulmán norteafricano que dominó al-Ándalus desde finales del siglo XI hasta mediados del XII. Los almorávides (del árabe al-murabit, hombres del ‘ribat’) eran una confederación de tribus beréberes. Entre los años 1055 y 1080, los almorávides conquistaron todo el norte de África. En el 1070 fundaron Marrakech, que se convertiría en la capital de su Imperio.
Tras la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI, los reyes taifas de Sevilla, Granada y Badajoz pidieron ayuda al dirigente almorávide Yusuf ibn Tasfin, que derrotó al monarca castellano en la batalla de Sagrajas (1086). En el año 1090, los almorávides, con el apoyo de los juristas malikíes y del pueblo, descontentos de sus soberanos, invadieron al-Ándalus y conquistaron los diversos reinos taifas. Granada se convirtió en la capital de la España almorávide.
La llegada de los almorávides y la unificación de al-Ándalus detuvo el avance de los castellanos. En la batalla de Uclés (1108) derrotaron al rey castellano, Alfonso VI. Dos años después, en 1110, conquistaron el reino taifa de Zaragoza, pero su dominio fue breve.
Almohades
Al tiempo que extendían su imperio por las tierras del Magreb (norte de África), los almohades llevaron a cabo la conquista de al-Ándalus, que se había fragmentado de nuevo en reinos de taifas ante la desaparición del poder almorávide.
El dominio de la Península se inició en 1147 con la ocupación de Sevilla, pero no terminó hasta 1172. En esta fecha, el segundo califa almohade Yusuf I (1163-1184) conquistó el reino de Valencia y Murcia. Sevilla se convirtió en la capital andalusí del Imperio Almohade.
Lograda la unificación de al-Ándalus, los almohades aumentaron su ataque contra los reinos cristianos. El gran ataque se produjo en 1195. El califa Yusuf II (1184-1199) aplastó al ejército castellano dirigido por Alfonso VIII en la batalla de Alarcos. La gravedad de la situación obligó a los reyes cristianos a relegar sus diferencias internas para hacer un frente común contra los almohades.
En el año 1212 las tropas cristianas destrozaron al ejército almohade en la batalla de las Navas de Tolosa. Con esta derrota el poder de los almohades en la Península quedó prácticamente aniquilado.