¿Qué es una actitud?
Es una toma de posición (de un sujeto) a favor o en contra de una realidad. El psicólogo Charles Morris defiende que:
- La actitud es una organización o estructura que comprende distintos elementos relacionados entre sí.
- Esta organización debe ser relativamente estable sin excluir la posibilidad de que existan cambios en la actitud del sujeto.
- Está comprendida además por componentes de tres clases: creencias (evaluación de una realidad como buena o mala), sentimientos (relación entre el sujeto y la realidad) y tendencias de conducta (tendencia a hacer algo de una forma u otra).
Explicada así una actitud, podemos entender que sigue el esquema de pensar-sentir-hacer, pero como bien sabemos, no siempre seguimos ese orden, porque ni todas las situaciones son idénticas ni todas las personas somos iguales.
Pie en la puerta
Es una tendencia del ser humano a estimular una especie de confianza en la que, después de haber realizado un pequeño favor o tarea, existen mayores posibilidades de que aceptes una segunda tarea y con un grado de dificultad mayor.
Pongámonos en situación.
Un conocido en la escuela te pide un euro un día, accedes a prestárselo, dejas pasar y sigues con tu vida.
A los días, te vuelves a encontrar en clase a este sujeto, y te pide que le pases un trabajo de inglés y lo haces por si algún día te devuelve el favor.
Y para terminar, la semana siguiente, en época de exámenes, te pide que le ayudes a estudiar para el examen final de química, porque no sabe nada y a ti… “A ti no se te da mal”.
Todo comienza con un favor pequeño que no puedes negar y poco a poco vas accediendo a realizar actividades o responsabilidades mayores.
Se llegó incluso a realizar un experimento en los años 60 en el que se colocó un cartel pequeño en unos jardines privados, permitiendo así la aceptación de los vecinos y la colocación de otro más grande, algo que no hubiera sido posible si se hubiera hecho directamente y sin instalar el primero.
¿Cómo se persuade a los demás para cambiar sus conductas?
Elliot Aronson menciona 3 factores:
- La fuente del mensaje: creemos a las personas que se nos parecen, a las que no tienen interés en lo que transmiten (no ganan ni pierden nada), que muestran seriedad y coherencia, y que además son atractivas (independientemente del sexo).
- La forma del mensaje: ha de ser claro y apelar a la vez a la sensibilidad, todo sin excesos; cualquier exceso es malo.
- Los receptores: debemos sentirnos tratados como personas independientes, capaces de pensar y decidir, estableciendo un compromiso con la causa que sea e incluso convirtiéndonos en “apóstoles” de ella (cuando dudamos, nos convencemos a nosotros mismos cuando lo intentamos con otra persona).
Estereotipos y prejuicios
Los estereotipos son creencias sobre las características comunes de los miembros de un determinado grupo social.
Se muestran claramente en la tendencia a considerar iguales (física o mentalmente) a las personas que pertenecen a grupos distintos. Por ejemplo, un blanco tiende a creer que los asiáticos o los negros son todos iguales, ya que apenas ha convivido con ellos; o podemos generalizar llamando a un pequeño grupo delincuentes.
Debido a esto, podemos estar ante una profecía auto-cumplida, ya que si los miembros de un grupo son mirados y tratados de una forma determinada, aunque haya excepciones, todos terminarán siendo así.
Hay que diferenciarlos de los prejuicios, que son actitudes negativas dirigidas a grupos sociales; por ejemplo, si el grupo está alejado del poder, se les discrimina.
Han existido numerosos experimentos con respecto a estas conductas, como el de Jane Elliot en 1992. En él, un profesor dijo a sus alumnos (9 años) que está comprobado que los rubios son peores estudiantes y compañeros que los morenos, lo que generó una discriminación contra los rubios; discriminación que se invirtió cuando dijo que estaba equivocado y que era al revés.
Existen también estereotipos sexuales, en los que a las mujeres se nos define como solícitas, sociables, ansiosas y dependientes. Y naturalmente dotadas para las tareas domésticas y rutinarias, incluido el cuidado de los hijos. Nos identifican además como irracionales, caprichosas, cambiantes, indecisas e “histéricas”.
Esta construcción llega a nuestra sociedad a través de diferentes vías: la familia y la escuela, que reproducen y comunican de muchas maneras lo que se espera de una niña o de un niño; o los medios de comunicación que constituyen tal vez el factor de mayor peso, sobre todo en la actualidad.