Del Modernismo a las Vanguardias: Un Recorrido por la Poesía Española

1. El Modernismo

Hoy en día, la distinción entre la Generación del 98 y el Modernismo se ha diluido, considerándose ambos movimientos como parte de la misma corriente literaria finisecular (1890-1910). Ambos comparten un rechazo al positivismo, al naturalismo narrativo, al drama romántico y a la poesía tradicional. En el contexto social, se rebelan contra el desastre del 98. El Modernismo se inicia en Hispanoamérica, impulsado por Rubén Darío, quien crea una variante hispánica del simbolismo y el parnasianismo franceses.

Comparten características como un lenguaje artificioso, la preferencia por el verso, la libertad estrófica, el gusto por el impresionismo, el símbolo sugerente, la subjetividad, lo esotérico, el sensualismo, la búsqueda de la belleza y la evasión a través de la recreación de mundos exóticos. Rubén Darío publica su primer libro modernista, Azul (1888), una mezcla de prosa y verso, seguido de Prosas profanas, de temática amorosa. En Cantos de vida y esperanza, los rasgos modernistas se atenúan, dando paso a una mayor reflexión existencial y cívica que reafirma lo hispánico frente a la influencia anglosajona de Estados Unidos. Hasta su muerte en 1916, Darío domina la poesía en lengua española.

Otros grandes nombres lo acompañan, como Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. El primer gran poemario de Machado, Soledades (luego llamado Soledades, Galerías y otros poemas), es modernista. Presenta un modernismo intimista, con cierta tendencia a la sobriedad expresiva, romántico y simbolista. Aborda temas como la soledad, la muerte o la melancolía, reflejados en símbolos como la tarde, el agua o la noria.

Por su parte, Juan Ramón Jiménez participa del Modernismo en obras como Arias tristes o La Soledad sonora. Sus temas recurrentes son la nostalgia, lo desconocido, la muerte, la evasión interior y la búsqueda de la belleza, siempre en entornos cerrados e íntimos, como jardines o la noche. Tanto Machado como Jiménez evolucionarán hacia caminos personales, emancipándose de la tutela del Modernismo.

2. Los Movimientos de Vanguardia

En el periodo de entreguerras europeo, los artistas acusan a Europa de haber creado la barbarie. Consideran que el arte anterior a las vanguardias ha nacido de su propio error burgués y, por lo tanto, es un reflejo de todo aquello que odian: solo desde las cenizas puede surgir algo nuevo.

2.1. Futurismo

De forma pionera, el Futurismo, que nace en 1909 de la mano del italiano Marinetti, opone a lo sentimental la exaltación de lo mecánico y deportivo. Artísticamente, propone la velocidad en el estilo y la simultaneidad de planos, sin más ética que la estética.

2.2. Ultraísmo

El Ultraísmo fue un movimiento español impulsado en 1919 con el Manifiesto Ultra, principalmente por Guillermo de Torre, quien publicó un libro de caligramas al estilo del cubista francés Apollinaire en 1923: Hélices.

2.3. Creacionismo

En esta línea aparece el Creacionismo, creado en París por el chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy. Huidobro lo introduce en España en 1919. El artista debe olvidar la realidad y no imitarla, sino crear objetos autónomos: juegos de palabras, asociación insólita y arbitraria de elementos lingüísticos. Esto influirá en autores como Gerardo Diego.

2.4. Surrealismo

Finalmente, el Surrealismo surge en 1924 con André Breton y su Manifiesto Surrealista. Supone una revolución integral que busca la rehumanización a partir de la deshumanización: la liberación absoluta del hombre. Para ello, toma a su manera las ideas de Sigmund Freud y Karl Marx. El hombre, según el Surrealismo, tiene reprimidos todos los impulsos de su subconsciente debido a las convenciones morales y sociales de la sociedad burguesa y materialista, que hay que destruir. Como la razón no es más que una atadura proveniente de la ley social, el poeta deberá escribir según el dictado de su subconsciente, al margen de la vigilancia racional. Solo mediante esta escritura automática, y también mediante las asociaciones libres de ideas, las imágenes oníricas, la atención a las culturas primitivas o al mundo infantil (donde el “ello” no está tan desarrollado), mostrará su verdadera cara, la que tiene latente.

No se trata de escribir sin sentido; lo que recibe el lector no es comprendido por su razón: es un lenguaje que no se dirige a la razón, sino a su subconsciente. Sin embargo, por su alto poder connotativo, el lector ve cómo se modifican sus estados de ánimo y surgen de él oscuras emociones que la razón tenía atadas. En España, el Surrealismo no fue tan radical, como se puede apreciar en poemarios como Poeta en Nueva York de Federico García Lorca.