El Teatro Español de Posguerra: Entre la Censura y la Renovación

Contexto Histórico y Social

La Guerra Civil española (1936-1939) acabó con la experiencia democrático-burguesa y reformista de la II República, que para el régimen dictatorial instaurado por Franco al final de la guerra había sido culpable de todos los males acaecidos y cuyos defensores se vieron condenados al exilio, el silencio, la muerte o la cárcel. El dictador impuso un régimen fascista sostenido por el ejército y la iglesia católica. Acabó con la libertad de prensa y provocó una ruptura de la vida cultural nacional que tanto había florecido en el primer tercio del siglo (Edad de Plata).

La censura franquista, el aislamiento internacional de la dictadura tras la derrota de Hitler y Mussolini, la autarquía –tanto económica como cultural–, la represión política y la ausencia de libertades esquilmaron la cultura española, que se polarizó en los años cuarenta entre quienes pretendían refrendar el estado de cosas y quienes, muy tímidamente, necesitaban denunciar las condiciones de vida y recuperar el modelo anterior a la Guerra.

El Teatro de Posguerra

El teatro de Buero Vallejo, que comienza con el estreno de Historia de una escalera y que termina, tras casi cincuenta años de producción y veintisiete piezas dramáticas, está marcado por el periodo que va desde la oscuridad de la dictadura franquista hasta el entusiasmo de la democracia. Cinco décadas de vida española repletas de acontecimientos que nuestro autor supo leer y analizar esquivando, muy a menudo, la censura sin dejar de exponer las lacras, el dolor y las ilusiones de una época.

El panorama cultural de los años de posguerra, en contraste con las décadas precedentes, es desolador; y en el teatro quizás más que en la poesía o la narrativa. A los factores extraliterarios –falta de riesgo en la innovación por parte de los empresarios teatrales, público con gustos vulgares…– se añadió una férrea censura que impedía la más leve crítica al poder político y religioso. Además, el teatro se enfrenta con el éxito del cine, mucho más barato y accesible.

Se comprende que en estos años triunfe la alta comedia intrascendente, el drama histórico y religioso (propaganda de la ideología nacional-católica) o la comedia más fácil, tradicional y conservadora.

Los grandes logros anteriores a la guerra, que culminaron con la creación de un verdadero teatro nacional, fueron ignorados o prohibidos, así como las corrientes europeas más vanguardistas y transgresoras.

Los dos grandes renovadores del teatro español desaparecen en 1936: Valle-Inclán de muerte natural y Lorca asesinado en una cuneta. Su teatro no será recuperado y representado hasta los años 70 y sus nombres silenciados.

Rasgos Fundamentales del Teatro de Posguerra

  • Entendido como espectáculo de entretenimiento y ocio para la burguesía.
  • Fiel a las técnicas tradicionales de Benavente, tanto en los diálogos como en la escenografía y vestuario.
  • Conservador y decimonónico, pone en escena los dilemas morales de la vida cotidiana burguesa.
  • Transmisor de los ideales que sustenta el régimen franquista: respeto a las tradiciones, ensalzamiento de la familia y la religión, unidad de la patria.
  • Conserva el gusto por los diálogos ingeniosos, cuidadosamente elaborados, sin sobreentendidos ni silencios.
  • Dosifica el conflicto y la intriga hasta desembocar en el adecuado final del compromiso, a gusto de todos.
  • Escasa penetración psicológica de los personajes.

La década de los cincuenta supuso para España un tímido desbloqueo internacional y el final del racionamiento, pero no terminó con las desigualdades sociales, ni con la represión ideológica, ni con la censura. En ese contexto, la obra de una nueva generación de dramaturgos vino a cambiar de un modo muy significativo el anodino panorama teatral de posguerra, promoviendo lo que vino en llamarse el teatro del realismo social.

El primer aviso lo dio un grupo de jóvenes universitarios en 1945, al publicar el manifiesto fundacional del grupo Arte nuevo. Alfonso Sastre y Medardo Fraile, entre otros, declaraban su rechazo al teatro burgués de su época. Pretendían devolver al teatro, como hecho cultural, su capacidad de actuar sobre las conciencias en intentar cambiar el estado de las cosas.

Pero las obras de los autores que conformaban el grupo fueron silenciadas por los teatros profesionales, pues eran demasiado arriesgadas para que ningún empresario invirtiese en ellas.

Un joven Antonio Buero Vallejo medió en la polémica defendiendo un teatro “lo más arriesgado posible, pero no temerario”, para lograr que llegase al público y cumpliese así su misión de conciencia social.

Esta postura no fue acogida de buen grado por los más fundamentalistas del Arte nuevo, quienes acusaron a Buero de “posibilista”.