Crecimiento demográfico y cambio social
Indicadores demográficos
El siglo XIX en España se caracteriza por un crecimiento demográfico, pasando de 11 a 18 millones de habitantes. Menor que en otros países europeos, este crecimiento se ve afectado por las consecuencias de la Guerra de la Independencia, las guerras de emancipación americanas y las guerras carlistas.
El crecimiento fue desigual: las regiones periféricas, más dinámicas e industrializadas, crecieron mucho más que el interior, excepto Madrid. La elevada tasa de natalidad (TN) se debió a la importancia de los hijos como mano de obra y para los cuidados, al desconocimiento de métodos anticonceptivos y a las enseñanzas católicas.
La tasa de mortalidad (TM) también fue muy elevada debido a las continuas guerras, las enfermedades infecciosas (cólera, gripe, tifus) que afectaban especialmente a las clases populares, más expuestas, y a las crisis de subsistencias por las malas cosechas.
La tasa de mortalidad infantil (TMI) fue altísima debido a problemas generales como la falta de higiene durante el embarazo y el parto, la mala atención sanitaria y enfermedades como el sarampión, la tos ferina o la tuberculosis. 1 de cada 5 niños moría antes de los 5 años.
La tasa de crecimiento vegetativo fue bastante menor que la de nuestros países vecinos, mostrando un modelo demográfico propio del Antiguo Régimen. Este modelo comenzó a cambiar a finales de siglo, más rápidamente en la periferia (ej. Galicia) que en el interior.
Movimientos migratorios
Los datos de población se ven modificados por los movimientos migratorios. Los destinos preferidos fueron Argentina, México, Brasil, Cuba y Venezuela, con emigrantes procedentes principalmente de Galicia, Canarias, Andalucía y Valencia.
El exilio de liberales, carlistas y republicanos también afectó a las cifras. Otros movimientos fueron entre el campo y la ciudad; campesinos buscando mejores condiciones de vida, más trabajo y mejores servicios, procedentes de la zona centro y dirigiéndose a zonas industrializadas.
Las grandes ciudades españolas crecieron, muchas derribando sus murallas e implementando programas de ampliación y ensanche.
La sociedad de clases
Se pasó de un sistema estamental a una sociedad de clases, donde la pertenencia a una clase dependía de la riqueza, existiendo, en teoría, igualdad de derechos y movilidad social.
- Clases superiores: Antigua nobleza, alta burguesía, clero y ejército. Eran conservadores, defensores del orden y la represión de la protesta social. Apoyaron a Isabel II, a los moderados y al Partido Conservador de Cánovas.
- Clases medias: Grupo heterogéneo (pequeños propietarios rurales, mandos intermedios del ejército, funcionarios, liberales, pequeños comerciantes y empresarios). Mentalidad conservadora, defendiendo la propiedad y el orden social. Solo una minoría reclamaba el sufragio universal.
- Clases populares: Artesanos, mujeres, pequeños comerciantes y trabajadores terciarios.
- Clase obrera: Trabajo duro, malas condiciones, carencia de protección social. Vivían en chabolas sin luz ni cloacas, sufriendo enfermedades.
- Clases inferiores: Campesinos.
- Marginados: La Iglesia intentaba asistirles, al igual que el ejército y las obras públicas.
Desamortizaciones e industrialización
El crecimiento económico se debió al boom ferroviario y al desarrollo industrial y financiero. Los cambios económicos afectaron a:
La agricultura
Actividad económica principal, pero con estancamiento en la producción y bajos rendimientos por hectárea debido al atraso técnico.
Los gobiernos liberales del siglo XIX intentaron modernizar la agricultura y el sistema agrario de propiedad y explotación. Las medidas más importantes fueron:
- Supresión definitiva de la amortización de tierras y del mayorazgo.
- Abolición del régimen jurisdiccional.
- Libertad de cercamiento, comercialización y precios agrarios.
- Supresión del diezmo.
Se pusieron en marcha dos grandes procesos de desamortización:
- 1ª (1836): Durante la regencia de María Cristina, por el ministro Mendizábal. Nacionalizó los bienes de las órdenes religiosas.
- 2ª (1855): Realizada durante el Bienio Progresista, por el ministro Madoz. Se pusieron a la venta tierras del patrimonio municipal, estatal y militar.
El objetivo era reducir la deuda pública. Aunque los campesinos no compraron muchas tierras, la nobleza sí lo hizo. Esto mejoró la situación económica, la superficie cultivada y la productividad.
Proceso de industrialización
Solo dos sectores industriales modernos destacaron:
- Industria textil catalana: Se desarrolló a lo largo del siglo, fabricando telas de algodón. El elevado coste del carbón hizo que las empresas se situaran a orillas de los ríos.
- Industria siderúrgica vasca: Junto a las minas de hierro, con un desarrollo limitado. Los puertos vascos exportaban el mineral.
El resto del territorio tuvo una industrialización modesta.
La red ferroviaria y otras infraestructuras
El desarrollo económico no era posible sin una buena red de comunicaciones. En 1844 se redactó la Real Orden sobre la creación de ferrocarriles.
Durante el Bienio Progresista, se impulsó con la Ley de Ferrocarriles de 1855, permitiendo la entrada de capital extranjero para financiar la red. El ancho de vía era mayor que el europeo, con un carácter radial con centro en Madrid. El 80% estaba en manos extranjeras, con baja calidad, pero redujo distancias y costes, facilitando el abastecimiento.
Otros avances fueron:
- Primeras líneas de tranvía en Barcelona y Madrid.
- Desarrollo del telégrafo.
- Ampliación de la red de carreteras.
- Canal de Isabel II.
- Progresiva electrificación y primeros ascensores.
Comercio y finanzas
Se impuso el sistema métrico decimal y se mantuvo el impuesto de consumo a la entrada de las ciudades. Se modernizó el sistema monetario, con el Banco de España como emisor exclusivo de billetes de papel moneda con la nueva unidad de cuenta. Esto facilitó las actividades comerciales, tanto en el interior como en el exterior. Se importaban productos manufacturados, maquinaria y carbón; se exportaban minerales, lana, aceites, tabaco, vinos y aguardientes.