1. La Crisis de la Postguerra (1812-1833)
A partir de 1812, España se ve sumida en una profunda crisis económica, agravada por los desastres de la Guerra de la Independencia y la pérdida de las colonias americanas. Esta situación se caracteriza por una deflación, emigración del campo, aumento del paro y un retroceso de la economía hacia el sector primario. Los cambios estructurales son mínimos, ya que el país aún se encuentra en una situación similar al Antiguo Régimen.
La agricultura se ve afectada por el abandono de tierras y las destrucciones de la guerra. A pesar de los bajos precios, la producción agrícola se recupera después de 1814, gracias a las nuevas roturaciones y la especialización en cereales, maíz y patata. Otros cultivos, como el olivar o la vid, tardan más en recuperarse. La ganadería sufre un fuerte impacto, quedando reducida a una tercera parte.
2. Las Desamortizaciones
La preocupación por el reparto y la productividad de la tierra se remonta a Carlos III. Los ilustrados se centran en el latifundismo y el desempleo. La desamortización, como elemento recurrente desde 1798, se intensifica con Mendizábal (1835-36), quien lleva a cabo la incautación y venta de bienes de la Iglesia para aliviar la Hacienda pública.
Esta desamortización afecta a bienes que no podían ser vendidos y que pertenecían a personas jurídicas, como la Iglesia. Se estima que hasta un 80% del territorio útil de España estaba en régimen de manos muertas, lo que implicaba baja rentabilidad y productividad. La desamortización buscaba modernizar el sector primario.
La disolución del régimen señorial, iniciada en las Cortes de Cádiz, se produce en 1837. Los señores pierden sus atribuciones jurisdiccionales, pero conservan la propiedad de las tierras. Los campesinos se convierten en arrendatarios o jornaleros.
La desamortización de Mendizábal se realiza mediante incautación sin indemnizaciones. Se disuelven las órdenes religiosas (excepto las dedicadas a la enseñanza y asistencia hospitalaria) y se incauta su patrimonio. Otras medidas complementarias incluyen la abolición de la Mesta (1836), la libertad de arrendamientos, precios, almacenamientos y comercio interior, así como la eliminación de aduanas interiores y diezmos eclesiásticos.
La desamortización de Mendizábal y Calatrava (1837) se completa con la de Pascual Madoz (1855), que desamortiza los bienes comunales y de los ayuntamientos. Esta última perjudica a los estratos bajos de la población, que pierden el acceso a las tierras comunales.
En total, un tercio de la propiedad agraria cambia de dueño. Se buscaba crear una clase liberal adicta al Estado, pero esta se vuelve moderada. La desamortización impulsa el desarrollo agrícola, pero la industria sigue estancada.
La desamortización produce una mayor concentración de tierras, no beneficia al campesinado y no cambia el modelo de distribución de la tierra. La Iglesia pierde recursos para la asistencia social, lo que obliga al Estado a asumir esas cargas. La Iglesia también enfrenta dificultades para mantener su patrimonio artístico.
3. Situación Económica a Mediados del Siglo XIX
Hasta 1844, España experimenta una etapa de baja económica. A partir de ese año, se produce una cierta mejoría. El campo español se encuentra atrasado, con bajos rendimientos, escaso nivel técnico, mal reparto de la propiedad y tierras desaprovechadas. La desamortización de 1837 cambia el panorama, aumentando la superficie cultivada, especialmente dedicada al trigo. No se produce una revolución agrícola, sino una ampliación del área cultivada y un progresivo cultivo del viñedo.
4. El Sector Agrario en el Último Tercio del Siglo XIX
Durante la Restauración, España experimenta un crecimiento económico general y una primera fase de equipamiento industrial moderno. La estabilidad política, la coyuntura europea, el crecimiento demográfico y la mejora de las comunicaciones contribuyen a ello. Sin embargo, faltan capitales para modernizar la industria, ya que muchos se desvían a la adquisición de tierras.
No hay un gran avance del mercado interior ni una transformación sustancial de la economía agrícola. El desarrollo es poco equilibrado y se produce a tirones por sectores y regiones. La agricultura sigue condicionada por la distribución de la propiedad, las características climáticas y la competencia del trigo extranjero.
En el último tercio del siglo XIX destacan:
- La disminución de las áreas de cultivo cerealistico.
- El aumento de las zonas de viña y olivar. España se convierte en el principal exportador de vino.
- La extensión de los regadios y los cultivos frutales, principalmente en el área mediterránea.
En definitiva, el valor total medio de la producción agraria en el decenio 1891-1900 supone un tercio de la renta nacional.