La Crisis de la Monarquía y el Sexenio Democrático (1868-1874)

La Caída de Isabel II y el Inicio del Sexenio

Tras el inicio de conflictos sociales como consecuencia de la grave situación económica durante el bienio progresista, las movilizaciones populares generalizadas trasladaron la crisis al campo político, provocando la sustitución de Espartero por O’Donnell. Tras un breve gobierno de O’Donnell, la reina llamó a los moderados, quienes, dirigidos por Narváez, gobernaron hasta 1858. En este bienio (1856-1858) se produjo un retorno a las instituciones anteriores a 1854, a lo que O’Donnell respondió organizando un partido de centro: La Unión Liberal. La vuelta de O’Donnell expresaba el deseo de ampliar las bases sociales y políticas del régimen con el fin de atraerse a los progresistas y evitar su permanente aislamiento. Sin embargo, las decisiones internas, el levantamiento de campesinos y republicanos y el fracaso del programa de conciliación liberal originaron la caída de O’Donnell en 1863, tras 5 años en el poder.

La actuación autoritaria de los gobiernos que se sucedieron entre 1863 y 1868 acrecentó la oposición isabelina. En 1866, progresistas y demócratas acordaron un programa mínimo en Ostende: el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de las Cortes Constituyentes para decidir el futuro. La muerte de O’Donnell en 1867 empujó a los unionistas hacia la causa revolucionaria, culminando en la Revolución de 1868.

El Sexenio Revolucionario es el periodo comprendido entre el desmoronamiento de la monarquía de Isabel II y la restauración de la monarquía borbónica. Entre ambos tuvo lugar la Primera República.

La Revolución de 1868 y el Gobierno Provisional

La Revolución de 1868 se inició en Cádiz, al mando de los generales Serrano y Prim, y el almirante Topete. Pronto se generalizó por Andalucía, donde las tropas gubernamentales al mando de Novaliches fueron derrotadas en el frente de Alcolea. La derrota forzó a Isabel II a refugiarse en Francia. El pronunciamiento se consolidó, sin embargo, gracias a la acción de las Juntas Revolucionarias provinciales y locales que propagaron la revolución. El poder político fue ejercido por la Junta Revolucionaria de Madrid, que confió el poder a Serrano. Este se apresuró a tomar medidas para estabilizar la revolución: el control de la administración del Estado y la convocatoria de las Cortes Constituyentes. Dicha convocatoria abría paso a la configuración jurídico-política de un nuevo régimen.

Las elecciones dieron la mayoría a la coalición de unionistas, progresistas y demócratas, aunque los republicanos dieron muestras de su poder e influencia. Elegidas por sufragio universal, confirmaron en su cargo al general Serrano, al tiempo que preparaban la elaboración de un nuevo texto constitucional.

La Constitución de 1869 y el Reinado de Amadeo I

Inspirada en la de 1812 y 1837, la Constitución de 1869 fue considerada la primera constitución democrática de nuestra historia. Entre sus características destacan:

  • Una amplia declaración de derechos.
  • El reconocimiento de la soberanía nacional.
  • El poder del rey se concebía como el poder de un monarca constitucional.
  • El poder judicial residía en los tribunales de justicia.
  • Se reconoce el derecho a la libertad de cultos.

Sancionada la Constitución, era preciso encontrar un rey que inaugurara la nueva dinastía. Finalmente, gracias a las gestiones llevadas a cabo por Prim, el príncipe italiano Amadeo de Saboya aceptó el trono de España. El joven monarca inició su reinado combatiendo contra republicanos, carlistas y partidarios del príncipe Alfonso. Su posición no fue fácil. Tuvo que apoyarse en dos grupos políticos: el constitucional, liderado por Sagasta y que constituía la derecha del régimen, y el radical, dirigido por Ruiz Zorrilla y en el que se encuadraron progresistas y demócratas. A las fuerzas sociales y económicas se sumó la oposición de los republicanos y los carlistas. Los primeros, opuestos a la solución monárquica; los segundos, se levantaron en armas en mayo de 1872. Tras dos años de reinado, el 11 de febrero de 1873, Amadeo I presentó el acta de abdicación de la corona y ese mismo día se proclamó la República.

La Primera República y el Cantonalismo

La Primera República se extendió desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874. En este periodo se sucedieron cuatro presidentes: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar. La instauración de la Primera República fue la única alternativa a la crisis de la monarquía democrática. El intento de Figueras de construir una república federal encontró una doble oposición: la de los radicales y la de los federalistas. Al dimitir Figueras, Pi y Margall convocó elecciones generales enfrentándose a dos graves problemas: el recrudecimiento de la guerra carlista y la insurrección cantonal.

El fracaso electoral de 1872 alentó a los carlistas a la acción militar. La caída de Amadeo de Saboya y la posterior debilidad de la Primera República les permitió obtener algunas ventajas militares en el País Vasco, Navarra y Cataluña. En febrero de 1876 fueron derrotados definitivamente por los generales Jovellar, Quesada y Martínez Campos.

El movimiento cantonalista fue un rebrote de los particularismos regionales y locales alentados por los republicanos más exaltados. El movimiento cantonalista evidenció la debilidad del gobierno republicano. Tras la fugaz presidencia de Salmerón, Castelar, actuando con firmeza, aplicó la pena de muerte, llamó al ejército para imponer orden, reforzó el poder del Estado y suprimió el principio federal. En la campaña cantonalista, Pavía y Martínez Campos se convirtieron en los árbitros de la situación, y el 3 de enero de 1874, un golpe del general Pavía obligó a Castelar a dimitir, comenzando así la llamada “República del 74” presidida por Serrano.

El Retorno de la Monarquía Borbónica

Pero la causa alfonsina, bajo la dirección de Antonio Cánovas del Castillo, proseguía su labor de captación de adhesiones. Sin embargo, y en contra del parecer de Cánovas, el general Martínez Campos precipitó su triunfo al pronunciarse en Sagunto, proclamando rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II.