La Restauración: El Sistema Político de la España de finales del siglo XIX

La Restauración, periodo que abarca desde la proclamación de Alfonso XII como rey en 1874 hasta la dictadura de Primo de Rivera en 1923, supuso la vuelta al trono de la dinastía borbónica tras el Sexenio Revolucionario. Este periodo se caracterizó por la estabilidad constitucional, la modernización económica, el alejamiento del ejército de la vida política, el dominio de la burguesía oligárquica, el caciquismo, el falseamiento electoral y un carácter conservador. A pesar de sus defectos, la Restauración gozó de aceptación internacional.

La Vuelta de los Borbones

La Restauración significó una vuelta a la continuidad dinástica y al liberalismo doctrinario. El artífice de la vuelta de los Borbones fue Antonio Cánovas del Castillo, quien llevó a cabo una intensa propaganda a favor de Alfonso XII que caló en el ejército y en sectores influyentes de la clase dirigente. Cánovas preparó la vuelta de la monarquía de forma pacífica, logrando que Isabel II abdicara a favor de su hijo y presentando la monarquía británica como ejemplo a seguir.

Cánovas redactó un manifiesto, firmado por Alfonso XII, en el que el futuro rey garantizaba una monarquía dialogante, constitucional, democrática y con voluntad de integrar en el nuevo régimen buena parte del progreso político del Sexenio. El manifiesto tuvo gran impacto en la prensa y en los sectores favorables a la Restauración. El pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto precipitó los acontecimientos, algo que no agradó a Cánovas. El gobierno no opuso resistencia y Cánovas, aunque disgustado, formó un gabinete de regencia y comunicó a Alfonso XII su proclamación como rey.

A su llegada a España, Alfonso XII ratificó su confianza en Cánovas del Castillo, quien tenía tres objetivos principales: asentar la monarquía como forma de Estado, redactar una nueva constitución y terminar con la guerra carlista y la guerra de Cuba.

Evolución del Sistema de la Restauración

El sistema político de la Restauración se apoyó en tres pilares fundamentales: la monarquía, la Constitución de 1876 y el bipartidismo entre el Partido Conservador y el Partido Liberal.

La Monarquía

Para Cánovas, la monarquía era el pilar básico sobre el que se asentaba el país.

La Constitución de 1876

El marco constitucional debía basarse en una filosofía política ecléctica, válida para todos. Cánovas quería una constitución duradera, que permitiera gobernar a partidos distintos y que acabara con los pronunciamientos como vía para tomar el poder. En diciembre de 1875 se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, pero el proceso electoral fue manipulado para asegurar la mayoría de candidatos canovistas. Las Cortes se encargaron de redactar la Constitución de 1876, la más duradera de la historia de España.

La Constitución de 1876 fue pragmática y flexible, recogiendo la herencia moderada de la Constitución de 1845, pero incorporando aspectos relevantes de la Constitución de 1869 en cuanto a derechos y libertades:

  • Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • Cortes bicamerales: Senado y Congreso.
  • No existía una clara separación de poderes.
  • Ayuntamientos y diputaciones provinciales quedaban bajo control gubernamental.
  • Declaración de derechos extensa.
  • Reconocimiento de la confesionalidad católica del país y garantía del sostenimiento del culto y el clero.
  • Se permitían otros cultos, pero debían ajustarse a la moral católica y con prohibición de sus manifestaciones públicas.

El Bipartidismo

El sistema se basaba en la existencia de partidos de talante liberal que aceptaran las reglas establecidas por la Constitución. Para Cánovas, lo ideal eran dos partidos: uno conservador y otro liberal, que se turnaran pacíficamente en el poder, cediéndolo cuando perdieran la confianza regia y parlamentaria.

Estos dos partidos fueron:

  • Partido Conservador: Liderado por Cánovas del Castillo, defendía el orden social, la propiedad, la monarquía, la Iglesia, el sufragio censitario y sus miembros eran la aristocracia, la alta burguesía y altos cargos de la administración.
  • Partido Liberal: Liderado por Práxedes Mateo Sagasta, defendía el sufragio universal masculino, el protagonismo legislativo de las Cortes, un mayor número de libertades y los juicios por jurados.

Práctica Real del Sistema

La alternancia de partidos no se realizó de forma democrática, ya que existía un fraude electoral generalizado. Las elecciones eran convocadas cuando el partido en el poder perdía la confianza del rey, se había producido una crisis o los líderes consideraban necesario un cambio político. Se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El nuevo presidente era el líder de la oposición y recibía, junto con su nombramiento, el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones.

A partir de entonces, se realizaba el encasillado desde el Ministerio de Gobernación. Se elaboraban listas de candidatos que tenían que ser votados. Esta lista pasaba a los gobernadores civiles, quienes entraban en contacto con los caciques, que mediante dinero o trabajo conseguían el voto. Si el encasillado fallaba, se recurría al pucherazo: fraude en las listas electorales, votos falsos, dobles votaciones, etc.

Los partidos no dinásticos apenas obtenían votos, pero estos provenían de las ciudades, donde no había fraude. En el campo, el voto estaba manipulado. Esta práctica electoral se dio durante la primera etapa de la Restauración debido al desinterés del pueblo por el sistema electoral, el atraso económico, la dependencia de los caciques y el alto grado de analfabetismo. A finales de siglo, esta situación comenzó a cambiar con la implantación del sufragio universal masculino y la difusión de la prensa.

Etapas de la Restauración

Reinado de Alfonso XII (1875-1885)

El reinado de Alfonso XII representa la fase de construcción y consolidación del sistema canovista. Se puso fin a la guerra carlista y a la guerra de Cuba. Se suprimieron los fueros vascos, pero se les concedió autonomía fiscal. Parte de la población siguió manteniendo su apego a los fueros y a un catolicismo conservador.

En la etapa en la que el Partido Conservador estuvo en el poder, se estableció el sufragio censitario y se prohibieron las asociaciones obreras. De 1881 a 1884 gobernó el Partido Liberal, que permitió las asociaciones obreras y de republicanos, y concedió mayor libertad de expresión.