1. La Década Moderada (1845-1854)
Isabel II fue proclamada mayor de edad con 13 años. Se inicia un largo reinado en el que se sentarán las bases de un estado liberal. Se crearán las instituciones políticas, administrativas y judiciales, y se consolidan las bases jurídicas. Su reinado presentará algunas características comunes: intervención activa de la reina, participación del ejército en la vida política y exclusión de los sectores populares.
El general Narváez tuvo un objetivo: crear un régimen liberal a la medida de los intereses representados por el partido moderado: la corona, la nobleza, la alta burguesía y la iglesia, con el objeto de poner fin al ciclo revolucionario iniciado en 1833. Fue el principal inspirador de la Constitución de 1845 que establecía una monarquía conservadora basada en el principio de soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, con derecho a nombrar a los senadores y a convocar a las Cortes, restringía los derechos y libertades ciudadanas con un sufragio censitario. La ley electoral de 1846 redujo el derecho al voto, solo podían votar los ricos.
Los moderados iniciaron la construcción de un sistema legal burgués de carácter muy conservador. Eliminaron la legislación tradicional de tiempos pasados e implantaron un nuevo Código Civil y Penal. Introdujeron el sistema métrico decimal, organizaron el cuerpo de funcionarios del estado y establecieron el sistema de “quintas”. Unificaron el espacio económico español y crearon un mercado nacional. El carácter centralista del estado se tradujo en el poder de los gobernadores provinciales. En la perspectiva moderada implicaba un control estricto de la calle y del ámbito público por parte de las fuerzas de seguridad del estado, se restringieron los derechos de expresión. Narváez suprimió las juntas locales y la milicia nacional, creó la Guardia Civil. Acabó con el bandolerismo rural.
Restablecieron las relaciones con la iglesia mediante el Concordato con la Santa Sede. La iglesia aceptó la desamortización; el estado se comprometía al sostenimiento del clero y del culto católico y garantizaba a la iglesia una serie de derechos o privilegios. El descontento social y político era grande: a la exclusión sistemática de los progresistas del poder hay que añadir la aparición del Partido Demócrata, cuyos objetivos eran la ampliación de los derechos individuales.
2. El Bienio Progresista (1854-1856)
Se inició con un pronunciamiento militar, “la Vicalvarada”: los generales moderados O’Donnell y Dulce encabezaron la sublevación contra el gobierno de Sartorius que se inició en los cuarteles de Vicalvaro el 28 de junio de 1854. Los sublevados hicieron público el Manifiesto de Manzanares que logró un gran apoyo popular.
Cánovas del Castillo exigía la bajada de impuestos, la ampliación del sufragio y de los derechos ciudadanos y el cese del gobierno del conde de San Luis. Isabel II se vio forzada a nombrar jefe de gobierno al ídolo de los progresistas: Espartero. Para las elecciones se formó una nueva fuerza política, la Unión Liberal, que aspiraba a reunificar a moderados y progresistas. El nuevo gobierno restableció la libertad de prensa, los ayuntamientos representativos y la milicia nacional e impulsó el derecho a la educación mediante la Ley Moyano. También pretendió impulsar una nueva Constitución (1856, la “non nata”) basada en el principio de soberanía nacional, que ampliaba los derechos y libertades cívicas. No llegó a promulgarse.
Espartero garantizó una amplia libertad de acción a las empresas y concedió numerosas licencias de explotación de minas y de construcción de líneas de ferrocarril. Pascual Madoz impulsó la Ley de Desamortización Civil que privatizó numerosas tierras de propios y tierras comunes. Esta ley benefició a la hacienda del estado y a los latifundistas, nobles y burgueses que pudieron aumentar su patrimonio, pero perjudicó a los campesinos y jornaleros que perdieron un complemento fundamental para su economía y vieron como la revolución liberal era una mera revolución burguesa. El final del bienio se produjo entre las protestas populares. Las malas cosechas, el alza de precios y los enfrentamientos entre patronos y obreros crearon una gran conflictividad social.
3. 1856-1868: Gobiernos Moderados y de la Unión Liberal
O’Donnell sustituyó a Espartero y prosiguió la política económica del bienio progresista. El crecimiento económico aumentó la tesorería del estado. O’Donnell impulsó una ambiciosa política exterior que le llevó a intervenir en algunos conflictos internacionales: Indochina, México y Santo Domingo, pero su decisión más grave fue la de pretender ampliar el territorio bajo dominio español en Marruecos con la Guerra de África. Fue una política de prestigio que no cambió la posición española como potencia menor en el orden internacional.
4. La Crisis Final del Reinado de Isabel II
Desde 1863 se sucedieron gobiernos de moderados y unionistas muy inestables y autoritarios presididos por O’Donnell y Narváez. Los progresistas, demócratas y republicanos se quedaron al margen de la vida política ante la imposibilidad de ser llamados a gobernar. La crisis económica mundial de 1866 elevó el paro y la carestía de la vida y aumentó el descontento popular contra el gobierno moderado. Se produjeron graves acontecimientos políticos que aumentaron el rechazo al gobierno.
La alternativa política cuajó en 1866 con el Pacto de Ostende: los progresistas, demócratas y republicanos se comprometieron a expulsar del trono a Isabel II y a convocar una asamblea constituyente por sufragio masculino. La muerte de O’Donnell y Narváez dejó a la reina sin apoyos. Los unionistas se sumaron al pacto. Topete y Prim se sublevaron en Cádiz y Andalucía; las tropas enviadas por el gobierno moderado fueron derrotadas en Alcolea (Córdoba) por el general Serrano. Estallaron sublevaciones populares y se formaron juntas y milicias nacionales. El gobierno se vio obligado a dimitir y la reina huyó a París. El pronunciamiento militar logró apoyo popular y se convirtió en la Revolución Gloriosa que abrió las puertas al Sexenio Democrático.