Aristóteles
Aristóteles, discípulo de Platón, desarrolló una filosofía distinta. Rechazó la idea platónica de las esencias como realidades que existen en un mundo distinto al sensible, y por lo tanto, también rechazó la teoría de la reminiscencia. Para Aristóteles, el conocimiento humano se basa en la experiencia y los datos de los sentidos. Sin embargo, sí creía en la existencia de ideas universales, formadas por la capacidad de abstracción del entendimiento, que reconoce los rasgos comunes en las cosas para llegar a una definición universal.
Su teoría del conocimiento se basa en su antropología. Según Aristóteles, el hombre es la única realidad sustancial compuesta de cuerpo y alma, de ahí que el conocimiento humano dé tanta importancia a la información de los sentidos. En su obra Acerca del alma, niega la inmortalidad del alma.
La Concepción del Ser Humano en la Edad Media
La Edad Media se divide en dos periodos: la Patrística y la Escolástica. En el primero destaca San Agustín, y en el segundo, Santo Tomás de Aquino, Averroes y Maimónides (siglos XII y XIII). La Escolástica recibe una gran influencia de Aristóteles.
Uno de los temas más importantes que se tratan en este periodo es el problema de la relación entre razón y fe, o filosofía y teología.
San Agustín
San Agustín estaba convencido de que para comprender los misterios de la existencia humana era necesario un entendimiento iluminado por la fe.
Santo Tomás de Aquino
Para Santo Tomás, entre la razón y la fe hay diferencias formales, aunque traten los mismos temas. La razón parte de verdades naturales o válidas para todos, y la teología, de la verdad revelada por la fe.
La concepción antropológica de Tomás de Aquino es similar a la de Aristóteles, pero con diferencias. Para ambos, el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, siendo el cuerpo la dimensión material y el alma la espiritual. Sin embargo, para Tomás de Aquino el alma sí es inmortal, ya que sobrevive al cuerpo. Esta concepción en Aristóteles era inmanente e intelectualista, mientras que para Tomás de Aquino es trascendente y espiritualista. Para Aristóteles, la vida más feliz era la dedicada al estudio y la razón, pero para Tomás de Aquino la felicidad no se alcanza en la vida, sino tras la muerte, y consiste en la visión cara a cara con Dios.
Hobbes (siglo XVII)
Según la teoría de Hobbes, en el estado de naturaleza (antes de la formación de la sociedad con leyes) el hombre vivía en un estado salvaje en el que había una constante lucha de unos contra otros. El hombre está en un continuo proceso de violencia porque codicia lo que otros tienen, de ahí la cita de Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”. Es decir, Hobbes tiene una concepción pesimista del ser humano, ya que piensa que el hombre es un ser egoísta y malo por naturaleza.
De ahí que Hobbes, en su obra Leviatán, defienda que el sistema ideal de gobierno sea una monarquía encabezada por un príncipe que disponga de leyes coercitivas, o lo que es lo mismo, con poder de coaccionar a los súbditos para evitar la convivencia violenta. En definitiva, para Hobbes el hombre es malo por naturaleza.
Rousseau (siglo XVIII)
La teoría de Rousseau se opone a la de Hobbes. Para Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza, pero lo corrompen las normas sociales.
Estas dos teorías son estudiadas en la época contemporánea por Freud.
Locke (siglos XVII-XVIII)
John Locke, autor de la Edad Moderna, fue uno de los artífices del derrocamiento del absolutismo inglés y se le considera el padre del liberalismo filosófico y político. Su concepción antropológica aparece en sus Dos ensayos sobre el gobierno civil, obra en la que describe el estado de naturaleza como el estado en el que reina una absoluta igualdad. Esta teoría recibe el nombre de iusnaturalismo, según la cual todos los hombres son iguales por naturaleza y comparten los mismos derechos y deberes. Sin embargo, Locke considera necesario un pacto social entre los hombres cuyo objetivo sea defender la propiedad privada, que no solo son las posesiones, sino también la vida y la libertad.
La Concepción del Ser Humano en la Edad Contemporánea (siglos XIX-XX)
El Existencialismo
El existencialismo es una de las corrientes más importantes de la filosofía contemporánea. Es un movimiento filosófico que surge en Alemania en 1930 y se extiende por Europa, especialmente por Francia. Se distingue entre el existencialismo alemán y el francés. El alemán, cuyos autores principales son Karl Jaspers y Martin Heidegger, aparece en la primera posguerra y es una filosofía muy pesimista. El francés surge tras la Segunda Guerra Mundial y, aunque reconoce lo absurdo de la existencia, habla de que el hombre puede salir del caos y la crisis.
Jean-Paul Sartre concibe al hombre como libertad, es decir, no está precisado por ninguna naturaleza o esencia para llegar a ser lo que es. El hombre se hace a sí mismo existiendo. No hay ni esencia ni naturaleza humana.
Marx (siglo XIX)
En el siglo XIX destaca la antropología materialista de Karl Marx. Esto significa que para Marx el ser humano es un ser material, es decir, un ser de carne y hueso, y en este sentido se opone a la filosofía alemana anterior para la que el hombre es razón y espíritu. Es más, para Marx la transformación de la realidad no se produce intentando cambiar las ideas, sino cambiando las condiciones materiales de la sociedad en la que se vive, es decir, transformando la infraestructura económica. Esto se refleja en su tesis de La ideología alemana, que dice: “Hasta ahora los filósofos han interpretado el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Para Marx el ser humano se encuentra alienado, es decir, hay toda una ideología que no le deja ser lo que es. Una de las alienaciones más importantes la sufre el hombre en el trabajo. El sistema capitalista divide a los hombres en dos clases opuestas: la de los propietarios y la de los proletarios. Estos últimos venden lo único que tienen, que es su fuerza de trabajo. Entre ellos hay una lucha de clases; una lucha de señores y esclavos. La causa originaria de esta alienación es la propiedad privada; por lo tanto, hay que eliminarla.
Nietzsche (siglo XIX)
Friedrich Nietzsche lleva a cabo una dura crítica de toda la filosofía occidental que pone el sentido de la vida en un mundo trascendente y distinto de este (niega la existencia del mundo de las Ideas de Platón). Nietzsche es ateo y defiende que Dios no existe; más concretamente, anuncia la muerte de Dios. Es decir, en la Edad Contemporánea, el hombre ha perdido la fe en Dios.
Este ateísmo tiene un peligro, y es caer en un nihilismo pasivo, que consiste en vivir sin ningún tipo de valor y sentido, ya que todo el mundo occidental vive según los valores de la tradición judeo-cristiana, y si el hombre pierde la fe en el Dios cristiano, se queda sin valores. De ahí que Nietzsche proponga un nihilismo activo, que consiste en crear una nueva tabla de valores, que será opuesta a la moral cristiana. Esta tabla de valores la construirá una nueva especie de hombre, que él llama el superhombre. El superhombre no es una raza de hombre, sino un estado de la humanidad que todavía no existe. El superhombre acepta la idea de que solo existe este mundo sensible, así que los valores que han de guiar la nueva moral han de estar en función de esta vida.
Ortega y Gasset (siglo XX)
José Ortega y Gasset es un filósofo español del siglo XX (1883-1955). Ortega, al igual que Sartre, piensa que el hombre no tiene esencia ni naturaleza prefijada, sino que es fundamentalmente tiempo, y por lo tanto, historia. Es decir, la realidad humana es un proceso que se va realizando en el tiempo. Esto significa fundamentalmente tres cosas:
- En primer lugar, para comprender la realidad humana hay que tener en cuenta el pasado, tanto individual como colectivo. El pasado es algo estático, pero puede tener sentido para el presente, ya que nos puede enseñar que una decisión fue errónea, y por lo tanto, no eficaz para el presente.
- En segundo lugar, el hombre es más lo que no es que lo que es, es decir, el hombre está conectado al futuro en el sentido de que constantemente ha de estar eligiendo lo que va a ser. De ahí que, en tercer lugar, que el hombre sea su proyecto ontológico, es decir, su proyecto de ser.
Para Ortega el único imperativo moral válido es “llega a ser el que eres”, que significa que cada ser humano ha de medirse consigo mismo, o de otro modo, cada uno ha de ponerse una meta que vaya con él y no por imitar a nadie. En cuarto lugar, el hombre es esencialmente tiempo, de ahí que diga que la vida humana es “futurición”, es decir, el hombre está proyectado hacia el futuro, y por último, para Ortega la vida es intransferible, es decir, nadie puede sustituir a otro en la tarea de vivir o de hacerse a sí mismo.