El Auge del Sindicalismo
El Impulso del Socialismo y las Primeras Legislaciones Laborales
El crecimiento del capitalismo a finales del siglo XIX y principios del XX trajo consigo un aumento significativo del proletariado industrial. Paralelamente, la difusión del socialismo impulsó la formación de un nuevo sindicalismo, mucho más masivo y organizado. En Inglaterra, a principios del siglo XX, más de cuatro millones de trabajadores estaban afiliados a sindicatos, y en Alemania la cifra superaba los dos millones.
Este nuevo sindicalismo comenzó a exigir la intervención del Estado para:
- Arbitrar los conflictos laborales.
- Frenar los abusos de los empleadores.
- Garantizar una legislación laboral que protegiera a los trabajadores.
Como resultado de esta presión, surgieron las primeras legislaciones laborales que abordaban temas como:
Trabajo de Niños y Mujeres
En 1819, el gobierno británico estableció una edad mínima de 9 años para trabajar. En Francia, en 1841, se fijó en 8 años, y en 1874 se elevó a 10 años. En la última década del siglo XIX, se prohibió el trabajo nocturno para las mujeres y se estableció un período de descanso obligatorio después del parto.
Seguros Obligatorios
Alemania fue pionera en la creación de seguros obligatorios para los trabajadores en caso de enfermedad, accidente, invalidez y vejez. Francia e Inglaterra implementaron legislaciones similares a principios del siglo XX. En 1908, una ley inglesa garantizaba una indemnización a los desempleados.
Jornada Laboral
En gran parte de los países industrializados, la jornada laboral se redujo a diez horas en los talleres y ocho en las minas. Sin embargo, la jornada de ocho horas diarias no se logró hasta después de la Primera Guerra Mundial.
Partidos y Sindicatos Socialistas
El Surgimiento de los Partidos Políticos Obreros
Inspirados por la experiencia de la Primera Internacional, comenzaron a surgir partidos políticos obreros. El primero fue el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), fundado en 1875, con una clara inspiración marxista. Su programa de 1891 establecía objetivos a dos niveles:
- A largo plazo: Conquistar el poder político a través de la acción revolucionaria no violenta para instaurar una sociedad socialista.
- A corto plazo: Definir las líneas esenciales de la socialdemocracia europea del siglo XX a través de la lucha política y la acción parlamentaria. Esto incluía la implementación de reformas democráticas y sociales (sufragio universal, representación proporcional, igualdad de derechos, tributación directa, sanidad y educación públicas) y la mejora de las condiciones de la clase obrera (reducción de la jornada laboral, mejoras salariales, prohibición del trabajo infantil, seguros sociales, etc.).
En 1912, el SPD se convirtió en la primera fuerza política en el Parlamento alemán. Además, impulsó la creación de sindicatos nacionales con dirigentes profesionales, como la Unión General de Sindicatos Alemanes. En España, surgió la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1888 con características similares.
El Caso de Inglaterra y el Partido Laborista
En Inglaterra, el movimiento obrero se desarrolló de manera diferente. Los sindicatos (Trade Unions Council) se consolidaron a nivel nacional con tres millones de afiliados a finales del siglo XIX. Las aspiraciones de reformas políticas se canalizaban a través del Partido Liberal. Sin embargo, hacia 1900, algunos sectores sindicales comenzaron a plantear la necesidad de crear una organización política propia. De esta iniciativa surgió el Partido Laborista en 1905, que se consolidó en 1906 al obtener casi 30 escaños en la Cámara de los Comunes. En 1918, el Partido Laborista adoptó una clara orientación socialista.
Crisis y División del Movimiento Socialista
La Primera Guerra Mundial y la Ruptura de la Unidad Socialista
Las diferentes corrientes dentro del movimiento socialista se agudizaron con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Surgieron tres grandes grupos:
- Los Patriotas: Partidarios de la guerra, que asumieron los criterios de defensa nacional preconizados por los partidos burgueses.
- Los Pacifistas Moderados: Contrarios a la guerra, que defendían la neutralidad.
- Los Revolucionarios: Como Rosa Luxemburgo, Lenin y Antonio Gramsci, que pretendían la transformación de la guerra en una revolución proletaria.
Las tesis revolucionarias fueron materializadas por los bolcheviques, liderados por Lenin, que tomaron el poder en Rusia en 1917. Este evento marcó la ruptura definitiva de la unidad del movimiento socialista. La Revolución Rusa se convirtió en un nuevo punto de referencia que obligó a las diferentes tendencias socialistas a tomar posición. Se formalizó la escisión comunista y la decisión soviética de organizar una nueva Internacional (el Komintern) impactó en todos los grupos socialistas. La Internacional Socialista, tal como había existido hasta 1914, había llegado a su fin.
Los Caminos del Socialismo: Reformismo vs. Revolución
El Revisionismo de Bernstein y la Ortodoxia Marxista
A partir de 1890, el desarrollo del socialismo estuvo acompañado de un intenso debate que surgió en el seno del Partido Socialdemócrata Alemán. El crecimiento del partido y su expansión hacia sectores de las clases medias favorecieron el predominio de la práctica parlamentaria en detrimento de la acción revolucionaria. Esta situación alimentó el revisionismo de los postulados de Karl Marx, cuyo principal impulsor fue Eduard Bernstein.
Bernstein cuestionó el análisis del capitalismo realizado por Marx, argumentando que la riqueza, en lugar de concentrarse en pocas manos, se estaba extendiendo y que un sector de la clase obrera había mejorado sus condiciones de vida. También sostenía que la participación política de la clase obrera había conllevado reformas sociales que estaban transformando y democratizando la sociedad. En consecuencia, apostaba por la vía parlamentaria para llegar de manera gradual al socialismo.
Sin embargo, la posición de Bernstein tuvo un apoyo minoritario. El sector mayoritario del SPD, representado por Karl Kautsky, mantenía una retórica revolucionaria pero se centraba en las prácticas reformistas. Otros, como Rosa Luxemburgo, defendían que solo se podía alcanzar el socialismo a través de la revolución proletaria. El ruso Vladimir Ilich Lenin fue la figura más relevante de esta tendencia izquierdista y lideró la escisión bolchevique en 1903.
El Socialismo en Francia, Italia, España y Austria
En Francia, el socialismo estaba dividido. Jules Guesde representaba la ortodoxia revolucionaria, opuesta a cualquier alianza política con la burguesía. Frente a él, Jean Jaurès impulsó una síntesis entre democracia y socialismo, apostando por la colaboración con las fuerzas progresistas e incluso por la participación en el gobierno. Estos líderes representaban los dos partidos socialistas que se unificaron en 1905, formando la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO).
En Italia y España, la expansión del socialismo se vio dificultada por la importante presencia del anarquismo. En España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en 1879, mantuvo una radical posición de clase, contraria a la colaboración con la burguesía y estrechamente vinculada a la UGT. En Italia, se dio una cierta coexistencia entre anarquistas y socialistas hasta la formación del Partido Socialista en 1892.
Finalmente, en Austria, el socialismo se mantuvo en la ortodoxia marxista.
Las Prácticas del Anarquismo
Propaganda por el Hecho y el Anarcosindicalismo
El anarquismo arraigó principalmente en España, Italia y Francia. En el Congreso de Londres de 1881, se aprobó el uso de la violencia individual (propaganda por el hecho) para difundir el ideario anarquista e inducir a las masas a la revolución. Esta práctica implicaba atentados contra representantes del Estado, la Iglesia y la burguesía, considerados responsables de la miseria de los trabajadores.
La corriente más radical del anarquismo, el anarcocomunismo, tuvo sus principales representantes en Piotr Kropotkin y Enrico Malatesta. Desde una perspectiva de exaltación de la conducta individual, se oponían a la formación de sindicatos y defendían una sociedad sin clases.
Finalmente, surgieron tendencias contrarias a la práctica terrorista y al individualismo, que abogaban por la acción colectiva. Esta corriente sindicalista perseguía el objetivo de una sociedad sin clases a través de la lucha reivindicativa y la huelga general como instrumento revolucionario de cambio social. En Francia, esta corriente se vinculó al sindicalismo socialista y dio origen al anarcosindicalismo. La Carta de Amiens de 1906 definió el sindicalismo revolucionario, autónomo de los partidos políticos, basado en la acción directa de los obreros frente a los patrones y en la huelga general. En esta línea se encuentran la Confederación General del Trabajo (CGT) en Francia, que sirvió de referente al sindicalismo italiano, y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en España, fundada en 1910.