Novela Española 1939 A 1974
La década de los cuarenta
La Guerra Civil supuso un cambio radical en la literatura y en la vida cultural. Las consecuencias del triunfo del bando nacional y su prolongación a lo largo de casi cuarenta años (1939-1975) van a condicionar la creación novelística. Durante los primeros años de la posguerra se produce un estancamiento del género narrativo. Los novelistas de estos primeros años tendrán que buscar un nuevo camino, y esto explica que aparezcan múltiples tendencias novelísticas:
- Novela triunfalista: Defiende las nuevas circunstancias políticas del país, los valores tradicionales (Dios, Patria, Familia) y justifica la Guerra Civil y sus consecuencias, culpando de las mismas al bando perdedor. Agustín de Foxá, Madrid, de corte a checa.
- Novela psicológica: Se basa en el análisis del carácter y del comportamiento de los personajes desde unas técnicas realistas. Ignacio Agustí, Mariona Rebull.
- Novela simbólica: En esta tendencia los personajes funcionan como símbolos de ideas o conflictos. Sigue la línea de algunas novelas de Unamuno. Juan Antonio de Zunzunegui, La úlcera.
- Tremendismo: Es iniciada por Camilo José Cela con La familia de Pascual Duarte (1942) al profundizar el relato en los aspectos más crudos de la realidad. Pascual Duarte es un campesino analfabeto y pobre, dominado por sus instintos vengativos y violentos, que acaba convirtiéndose en una especie de asesino en serie. Son novelas que retratan un mundo y unos personajes dominados por la violencia y por la miseria.
- Novela existencial: Se inicia con la novela Nada de Carmen Laforet (1945). En Nada, su protagonista, Andrea, viaja a Barcelona para estudiar en la universidad. Allí vive con sus familiares encerrada en un ambiente burgués asfixiante, de ilusiones fracasadas, de personas desquiciadas por la guerra, y al acabar el curso viaja a Madrid sin haber conocido nada de lo que esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el amor. Esta tendencia es continuada por Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada (1947) y por Gonzalo Torrente Ballester con Javier Mariño. Estas novelas reflejan el tema de la angustia existencial, la tristeza y la frustración de la vida cotidiana.
Junto a las tendencias anteriores están autores y obras inclasificables, pero que obtuvieron mucho éxito en aquellos años: José Mª Gironella, Los cipreses creen en Dios; o Darío Fernández Flores, Lola, espejo oscuro.
La novela social de los años cincuenta en España
La novela social de los años cincuenta en España se caracteriza por obras que reflejan la sociedad de la posguerra con sus dificultades físicas y morales. Un hito importante es “La colmena” (1951) de Camilo José Cela, considerada precursora de esta corriente. Los novelistas de la época adoptan una intención crítica y de denuncia, comprometiéndose con la realidad social y destacando injusticias y desigualdades.
Las temáticas abordan diversos sectores sociales, desde la vida burguesa hasta la explotación laboral en distintos oficios e industrias, así como las condiciones en el campo. Dos enfoques narrativos predominan en la novela social: el objetivismo, caracterizado por un testimonio escueto y la desaparición del narrador en favor de la objetividad, y el realismo crítico, que busca denunciar las desigualdades e injusticias, pudiendo distorsionar la realidad en aras de la explicación. Destacados autores y obras incluyen a Miguel Delibes con “El camino” (1950), Jesús Fernández Santos y “Los bravos” (1954), Ignacio Aldecoa y “Con el viento solano” (1956), Carmen Martín Gaite con “Entre visillos” (1958), y Rafael Sánchez Ferlosio, cuya “El Jarama” (1956) se considera la representación más clara del conductismo en la novela social, caracterizada por la ausencia de un protagonista, una trama aparentemente intrascendente y la reproducción fiel de la vida cotidiana a través de un lenguaje hablado coloquial.
La renovación narrativa de los años sesenta y primera mitad de los 70
En los años sesenta, la saturación de novelas sociales y los cambios en la sociedad española llevaron a una renovación en la narrativa. La influencia de la novela hispanoamericana y el descubrimiento de obras de autores exiliados contribuyeron a este cambio. La publicación de “Tiempo de silencio” de Luis Martín Santos en 1962 desempeñó un papel crucial al continuar la crítica a la sociedad española, abordando incluso temas científicos, pero presentando una forma radicalmente novedosa. “Tiempo de silencio” introdujo técnicas narrativas innovadoras, como el cambio de perspectivas narrativas, el uso del monólogo interior, la inserción de collages y el desorden temporal. Estas técnicas se volvieron habituales en las novelas posteriores.
Se destacaron nuevos autores como Juan Marsé y Juan Benet, pero los títulos más relevantes provinieron de escritores que evolucionaron desde estéticas anteriores, como “San Camilo 1936” de Cela, “Cinco horas con Mario” de Miguel Delibes, “La saga/fuga de J. B.” de Torrente Ballester, “Señas de identidad” de Juan Goytisolo, y “El gran momento de Mary Tribune” de Juan García Hortelano. Estos autores exploraron personajes conflictivos, desequilibrados y con trastornos psicológicos, mientras revisaban la identidad y el pasado nacional en un contexto narrativo no lineal y lleno de innovaciones expresivas.
La lírica y el teatro posteriores a 1936
1. La poesía de la posguerra: los años cuarenta
Con la llegada de la Guerra Civil se produce la disolución de la generación del 27. La primera generación de la posguerra acoge a un grupo de poetas entre los que destaca Miguel Hernández con su obra El rayo que no cesa (1936), resultado de una crisis personal en tono existencial. En los cuarenta aparecen diversas tendencias:
- Poesía arraigada: Las revistas Escorial y Garcilaso con poetas como Luis Rosales [La casa encendida] apuestan por una poesía de moldes clásicos y los temas inciden en el amor, la patria o la religión.
- Poesía desarraigada: La revista Espadaña defendió una poesía una poesía comprometida con los problemas del ser humano.
- El postismo, con poetas como Carlos Edmundo de Ory, con la estética de los movimientos vanguardistas.
En 1944 se publican: Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira, de Dámaso Alonso. El primero es una exaltación de la Naturaleza y el segundo contiene poemas llenos de rabia, dolor y angustia.
2. La poesía social de los años cincuenta
En torno a 1950, surge la poesía social: la poesía debe ser un medio que contribuya a cambiar la sociedad. Los temas se centran en las injusticias y desigualdades: la denuncia de la alienación y de la deshumanización, la pobreza del ser humano, el ansia de paz y el compromiso político. En cuanto a la forma, está caracterizada por la sencillez del lenguaje cuyo objetivo principal es ser comunicable y comprensible. Poetas importantes fueron Blas de Otero [Pido la paz y la palabra (1955)], Gabriel Celaya [Cantos iberos (1955)], y José Hierro [Cuanto sé de mí (1957)].
3. La poesía de la experiencia de los años sesenta
Aparece un nuevo grupo de poetas: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente. Para ellos la poesía es sólo un medio de conocimiento de la realidad. Sus primeros libros están marcados por la influencia de los poetas sociales, pero su trayectoria se desviará hacia el intimismo y la experiencia individual; por eso, se denomina poesía de la experiencia. Los temas de sus poesías son aspectos cotidianos: la amistad, el amor, el trabajo, la infancia o adolescencia. En el lenguaje se busca un estilo personal, con elementos como el humor, ironía, citas de lecturas y canciones. Entre los títulos están: Tratado de urbanismo (1967), de Ángel González;
Poemas póstumos (1968), de Gil de Biedma; La memoria y los signos (1966), de Valente. 4. Los novísimos en los años setenta Admiran la poesía europea de la época, la hispanoamericana o la norteamericana. En sus temas hay ausencia de una postura ética y de una crítica social. Evitan lo personal: el yo desaparece, aunque el autor habla de sí mismo a través de personajes de otras épocas o de elementos culturales. Estilo: subrayan el poder creador del lenguaje y la forma por encima del contenido. Defienden la libertad formal. Componentes y obras: destacan Ana María Moix, Baladas del dulce Jim (1969); Leopoldo María Panero, Teoría (1973); Pere Gimferrer, Arde el mar (1966).
5. La generación de los 80 y los 90 Como tendencias de la poesía: – poesía de la experiencia: mirada reflexiva y crítica hacia el mundo actual. Tono narrativo, lenguaje coloquial en temas existenciales y urbanos. Recrea vivencias, sugiere situaciones e invita a la reflexión. Principales autores y obras: Luis García Montero, Diario cómplice (1987); Felipe Benítez Reyes, Los vanos mundos (1989). Carlos Marzal, Los países nocturnos (1996) – poesía del silencio: la palabra es un instrumento imperfecto del silencio; el poema como reflexión sobre la creación poética y la abstracción. Álvaro Valverde, Las aguas detenidas (1989). Vicente Gallego, La plata de los días (1996) Al finalizar el siglo XX, se fue manifestando un rechazo de ambas tendencias en favor de un compromiso social del poeta frente a un mundo injusto e insolidario con el sufrimiento ajeno, Jorge Riechmann. 6. La generación de principios del siglo XXI Temas: tratan de explicar la existencia humana y la muerte, y transmiten sus emociones y vivencias. Los rasgos de estilo son un nuevo simbolismo a través de materiales del pasado como el surrealismo. Dominan el lenguaje, aunque la mayoría no ha encontrado una voz propia, debido a la variedad que los caracteriza. Algunos autores: Pascual García, con una poesía intensa en Cita al anochecer (2010), y un compromiso con los humildes en Alimentos de la tierra (2008). Virginia Cantó, con un lenguaje sugerente sobre la poesía, la vida, el amor y el dolor en Fe de erratas (2010). 1. El teatro en los años cuarenta La única tendencia teatral anterior a la guerra que continúa es el drama burgués y la alta comedia, que acentúan la defensa de valores conservadores. Autores destacados: Joaquín Calvo Sotelo y Edgar Neville. Otra línea teatral fue el teatro cómico. Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura crearon un humor surrealista. La obra más importante es Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, caracterizada por un humor absurdo y la burla de las costumbres burguesas. 2. El teatro de protesta de los años cincuenta En 1949 se estrena Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo. La obra planteaba problemas existenciales, encarnados en unos personajes angustiados. A mediados de la década, comienza un teatro comprometido, que refleja las injusticias y desigualdades sociales. Formalmente, predomina el realismo: la escena imita espacios cotidianos y el lenguaje reproduce el habla de las distintas clases sociales. Muchas obras no pudieron representarse por la censura, teatro soterrado. Los autores más importantes: Alfonso Sastre, con Escuadra hacia la muerte (1953) o Carlos Muñiz, con El tintero (1961). 3. La renovación teatral de los años sesenta Aparece una serie de autores que intentan una renovación del lenguaje y de las técnicas dramáticas que supere las limitaciones del realismo social. Son autores como Francisco Nieva, con comedias como El fandango asombroso (1961); o Fernando Arrabal, en El cementerio de automóviles (1966). Los grupos de teatro independiente proliferan. Las características generales de estos grupos son: la creación colectiva de la obra, la menor importancia del texto y la ruptura de las convenciones escénicas. Los grupos más destacados: Els Joglars y Els Comediants. 4. El teatro desde 1975 hasta finales de siglo Los dramaturgos en los años 80 se reúnen en torno a dos grupos: – uno interesado en la innovación y la vanguardia, que, con procedimientos cinematográficos y del teatro del absurdo. Álvaro del Almo, Geografía (1985); Marisa Ares, Negro Seco (1986). – otro, que renueva los géneros tradicionales. José Sanchis Sinisterra, ¡Ay,Carmela! (1986). Las obras van a reflexionar sobre los temas actuales del hombre moderno (paro, delincuencia, sexo…). En los últimos años del siglo XX los autores teatrales introducen los problemas de la sociedad del momento como la guerra entre los sexos, la reflexión metateatral (Alonso de Santos, La sombra del Tenorio). 5. El teatro de principios del siglo XXI Uno de los rasgos de las nuevas tendencias creativas es la revalorización de la figura del autor. Juan Mayorga, [Animales nocturnos, Palabra de perro], se caracteriza por plantear en sus obras un conflicto ético y filosófico propio del hombre con su colectividad. La mayoría de los autores son también directores, pues parten del carácter más unitario del oficio teatral que les exige tener conocimientos tanto de las técnicas de interpretación como de la dirección, reivindicando tal vez el origen del teatro. Además, se dan nuevas dramaturgias que basan su escritura en técnicas como la fragmentación en la construcción del texto, la ruptura de la estructura lineal y la introducción de lo autobiográfico. Angelica Liddell y María Velasco son las autoras más representativas.
El objeto de esta valoración es La familia de Pascual Duarte, novela inaugural del autor Camilo José Cela. Ha recibido algunos de los más importantes premios literarios como el Nobel y el Cervantes. Publicada en 1942, destaca por su tremendismo. El título acuñado por Cela para la obra es muy representativo, aunque la historia se relate en primera persona de la mano de Pascual Duarte, el cimiento principal lo constituyen los familiares del convicto protagonista. La familia de Pascual Duarte supuso el resurgimiento del género en el turbio y árido panorama literario de la posguerra inmediata y la consagración definitiva del autor. Cela considera la novelística como un género de libertad en el que el escritor no debe estar subordinado bajo ninguna norma. Por eso, en cada obra, emplea una técnica diferente haciendo que cada una sea única. Con esta novela el autor inaugura una corriente llamada tremendismo, pues muestra los aspectos más duros de la realidad. Pascual Duarte, protagonista, es un convicto campesino extremeño, condenado a muerte, que describe su propia vida. Una infancia sórdida, unos padres monstruosos, una hermana que se prostituye, o un hermanito anormal son algunas de las truculencias que preceden a la terrible escena final, el homicidio por parte de Pascual a su madre, a la que consideraba culpable de todas sus desgracias. En conclusión lo que Cela pretende interiorizar en la gente tras la lectura de su obra. La maestría de Cela consiste en en lograr que el lector empatice con un asesino como Pascual, para al final darse cuenta de que la violencia del protagonista no admite justificación alguna.
ESTILÍSTICAS: FINALIDAD: exponer ideas propias resultado de la reflexión del autor sobre un tema humanístico. ENFOQUE SUBJ: ideas particulares de los autores, propias de las ciencias humanas y sociales, sujetas a discusión y revisión que son especulativas y no demostrables mediante la experimentación. FUNCIÓN: apelativa. conocer y condicionar ideas del lector. MODO. discurso expositivo y argumentativo ESTRUCT INTERNA: partes: introducc, cuerpo argumen, coclusión, método y disposición, deduct: estructura analiz, inductiva: estruct sintetizante. LENGUA: nivel culto, registro formal divulgativo. LINGÚISTICAS: SINTAXIS: elaborada profundización en el texto. MODALIDAD ORAC: enunciativas, info coordinadas y yuxtapuestas. exclamativas/inetrrog: valor expresivo. atributivas: caract definitorio y explicativo. pron impers (se impers) pasivas; valor generalizador. subj adj especificativas: valor de concreción y precisión. sub circustanciales: expresar matices que amplíen y profundicen en la info. MARCADORES TEXT: mecanismo de cohesión textual. MORFOLOGÍA: modo indicativo(realidad, explicaciones) subjuntivo, condicional futuro (hipótesis), imperativo (valor apelativo). 1ºsing, subjetividad, 1ºplurl, valor sociativo( incluir al lector en el texto) ADJ VALORATIVOS: antepuestos al sust, uso gradación (valor subj y expresivo) LÉXCO: pocos tecnicismos (caract divulg), renuncia rigor, precisión tratamiento tema con intención suscitar la reflexión del lector, vocab connotativo (subjetividad), figura literaria tipo semántico valor expresivo. CLASE TEXTO: autor, título, texto(ensayo) humanítico(disciplina) argumentativo con función apelativa.