La crisis del reinado de Carlos IV
La monarquía de Carlos IV: Carlos IV confió el poder a Manuel Godoy, de origen humilde. Luis XVI impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia. La derrota de las tropas españolas y la paz de Basilea (1795) subordinó a España a los intereses franceses. Desde el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, la política vaciló entre el temor a Francia y el intento de pactar con ella para evitar el enfrentamiento con el ejército napoleónico. Las alianzas con Francia derivaron en conflicto con Gran Bretaña y la batalla de Trafalgar (1805). La armada franco-española fue destrozada, lo que supuso la pérdida de casi toda la flota de Carlos IV. El desastre naval acentuó la crisis de la hacienda real, específicamente los del comercio colonial por el descenso del tráfico marítimo. Godoy recurrió al endeudamiento y al aumento de las contribuciones y planteó reformas como la desamortización de tierras eclesiásticas, con el fin de conseguir recursos para el Estado. La nobleza y la iglesia se mostraron contrarias a las reformas de Godoy, y su poder aumentó el rechazo del hijo del rey, Fernando.
El motín de Aranjuez
En 1807, Carlos IV firmó un tratado no Napoleon (Tratado de Fontainebleau), que autorizaba a los ejércitos napoleónicos a entrar en España para atacar a Portugal, aliada de Gran Bretaña. A cambio, se pactaría un futuro reparto de Portugal entre Francia y España y se crearía un principado para el propio Godoy. Los franceses se situaron en puntos estratégicos como Barcelona, Vitoria y Madrid, desde donde se desplegaron. El 18 de marzo de 1808 estalla un motín en Aranjuez, donde estaban los reyes, quienes se retiraron hacia el sur. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. La crisis profundiza en la monarquía española (Carlos IV escribió a Napoleón comentándole que su hermano Fernando VII le había arrebatado el trono).
La monarquía de José Bonaparte
Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona, abdicaron ambos en la persona de Napoleón, quien nombró a su hermano José rey de España y convocó a Cortes a fin de aprobar una constitución que acabase con el Antiguo Régimen. El nuevo Código de Bayona reconocía la igualdad de los españoles ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos. Se concretó la abolición del régimen señorial, desamortización de tierras de la Iglesia, desvinculación de los mayorazgos y tierras de manos muertas.
La guerra de la independencia
La revuelta popular y la formación de Juntas
El 2 de mayo de 1808, el resto de la familia real se dirigía hacia Bayona, donde se pensaba que Napoleón tenía secuestrado a Fernando VII. Una multitud se congregó ante el palacio para impedir su partida y se alzó de forma espontánea contra la presencia francesa. Esa revuelta fue duramente reprimida, pero su ejemplo cundió en todo el país. Surgieron Juntas de armamento y defensa, ante el vacío de poder. Las juntas fueron primero locales, después las necesidades de coordinación comportaron la creación de juntas provinciales que declararon la guerra a Napoleón y buscaron apoyo en Gran Bretaña. Una Junta Suprema Central que coordinase la lucha y dirigiese el país, forma de gobierno radicalmente nueva, reconoció a Fernando VII como rey de España y asumió la autoridad hasta su retorno. La junta huyó a Sevilla y Cádiz (1810) ante el avance francés.
La resistencia, sitios y guerrillas
Napoleón intuyó que la invasión sería rápida y fácil, pero la resistencia de Girona, Zaragoza o Tarragona impidió la invasión. Los soldados imperiales se replegaron al norte del Ebro. Napoleón se desplazó a España con un ejército de 250,000 hombres, y el dominio francés se extendió por todo el territorio español. La resistencia se realizó de forma espontánea, popular y más eficaz de lucha armada; las guerrillas, pequeños grupos locales (partidas) de 30-50 miembros. Eran labradores, artesanos, estudiantes y abogados. Hostigaban al ejército por sorpresa, destruían sus instalaciones, interferían en sus movimientos y asaltaban los convoyes de avituallamiento, sometiendo a los franceses a una presión y desgaste permanente. En 1812, la campaña que Napoleón inició en Rusia le obligó a retirar miles de efectivos de la península. Ante ello, tropas españolas apoyadas por la guerrilla y el ejército británico al mando del general Wellington consiguieron la victoria de Arapiles. Napoleón pactó el fin del conflicto con los españoles y permitir el retorno de Fernando VII (Tratado de Valençay).
Actitudes sociales, políticas e ideológicas
La invasión francesa obligó a las diferentes corrientes ideológicas a tomar partido frente a la presencia francesa. Una minoría de españoles “afrancesados”, intelectuales, altos funcionarios y parte de la nobleza, colaboraron con la monarquía de José I, se sentían vinculados para modernizar España, sin riesgo de excesos revolucionarios. La mayor parte del clero y nobleza deseaban la vuelta al absolutismo bajo la monarquía de Fernando VI, defendían la tradición y la religión católica y rechazaban todo cambio social. Los liberales veían en la guerra la oportunidad de realizar un cambio en el sistema político liberal. Gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia contra el invasor, y la mayoría defendía el retorno de Fernando VII y las prerrogativas de la iglesia católica.
Las Cortes de Cádiz y Constitución de 1812
La convocatoria de Cortes
La Junta Suprema Central inició una convocatoria de Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino. Se organizó una “consulta al país” a través de las juntas provinciales o de los ayuntamientos. A pesar de las dificultades, predominaba la idea por lo que se pedían garantías contra el poder absoluto del monarca. El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el estado de guerra, y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz. Las Cortes se abrieron en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió su primer triunfo.
La Constitución de 1812
Contempla una lista de derechos del ciudadano (libertad civil, propiedad, libertad de pensamiento y opinión, igualdad ante la ley). El estado se definía como una monarquía limitada. El poder legislativo recaía en las Cortes, que representaban la voluntad nacional. Podían además, aprobar presupuestos, tratados con otros países y controlar el ejército. Se elegían por sufragio universal e indirecto. El poder ejecutivo lo tenía el rey, que podía ejercer veto (2 años) y sus acciones debían refrendarse por los ministros. El poder judicial estaba en manos de jueces independientes. Características: creación de un ejército nacional y la creación de la milicia nacional a nivel local y provincial. Enseñanza pública y obligatoria. División del territorio en provincias y los alcaldes se elegían por sufragio. Confesionalidad católica del estado.
Legislación de las Cortes en 1812
Aprovechando la convocatoria de Cortes, estas realizarán una profunda labor legislativa para desmontar el Antiguo Régimen. Supresión de los señoríos jurisdiccionales, fin del mayorazgo, desamortización de las tierras comunales, abolición de gremios, libertad de imprenta. Causas: la propiedad económica de los criollos que reclamaban participar en la política colonial. La corona nunca aceptó las exigencias criollas y, en su lugar, las principales cargas coloniales las desempeñaban españoles peninsulares (chapetones). Difusión de las ideas liberales, pacto colonial que solo beneficiaba a España.
El reinado de Fernando VII
La restauración del absolutismo
Los liberales desconfiaban de la predisposición del monarca para aceptar el nuevo orden constitucional. Por ello, dispusieron que viajara directamente a Madrid para jurar la constitución. Pero los absolutistas, nobleza y clero se organizaron rápidamente para demandar la restauración del absolutismo (Manifiesto de los Persas). Fernando VII traicionó sus promesas y anuló la constitución, leyes de Cádiz y anunció la vuelta al absolutismo. Inmediatamente fueron detenidos o asesinados los principales dirigentes liberales, mientras otros huyeron al exilio. La restauración de todas las antiguas instituciones del régimen señorial y de la Inquisición. Era una vuelta al Antiguo Régimen, en un contexto internacional determinado por el Congreso de Viena y la creación de la Santa Alianza, que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance del liberalismo. Así, a partir de 1815, Fernando VII y su gobierno intentaron un objetivo imposible: rehacer un país destrozado por la guerra, con agricultura deshecha, comercio paralizado, finanzas en bancarrota y todas las colonias luchando por su independencia, todo a partir de la restauración del Antiguo Régimen. La guerra de las colonias americanas exigió enormes gastos militares y además impidió la llegada de nuevos ingresos. Los acontecimientos sucedidos entre 1808 y 1814 habían cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. El campesinado había dejado de pagar las rentas señoriales. La libertad de fabricación y de mercado había permitido el desarrollo de empresas y negocios más allá de la rígida reglamentación gremial y gran parte de la burguesía urbana reclamaba el régimen constitucional. Pronunciamientos militares liberales.
El Trienio Liberal
El coronel Rafael del Riego, al frente de una compañía de soldados acantonados en la localidad de Las Cabezas de San Juan, pendientes de embarcar para combatir, proclamó la constitución de 1812, obligando al rey Fernando VII a aceptar la Constitución. Importante obra legislativa. Restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, libertad de industria, abolición de los gremios, supresión de los señoríos jurisdiccionales y de los mayorazgos, venta de tierras de monasterios, reformas en el sistema de los monasterios, reformas en el sistema fiscal, código penal y ejército, liberalización de la industria y el comercio, modernización política y administrativa del país, ayuntamientos y diputaciones electivos y se reconstruyó la milicia nacional, con el fin de garantizar el orden y defender las reformas constitucionales. La oposición de la monarquía. Fernando VII había aceptado el nuevo régimen forzado por las circunstancias, recurriendo al derecho de veto que le otorgaba la constitución y conspiró contra el gobierno, mediante la intervención de las potencias absolutistas en España. Las nuevas medidas liberales del Trienio provocaron el descontento de los campesinos, ya que se abolían los señoríos jurisdiccionales, podían ser expulsados de las tierras que no pagaban. La monetarización de las rentas y de los diezmos, antes pagados con productos agrarios, obligaba a los campesinos a conseguir dinero con la venta de sus productos. En una economía autosuficiente, era difícil vender a buen precio los productos. La nobleza tradicional y la iglesia impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. Los propios liberales se dividieron en dos tendencias: moderados, partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales (nobleza) y los exaltados, que planteaban la necesidad de reformas radicales, favorables a las clases medias y populares.
La década ominosa
No provocó el fin del régimen liberal, sino la acción de la Santa Alianza, que atendiendo las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. Unos 100,000 soldados al mando del duque de Angulema irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Fernando VII no se avino a estas peticiones y de nuevo se produjo, como en 1814, una feroz represión contra los liberales. Se depuraron la administración y el ejército. Las dificultades de la hacienda, agravadas por la pérdida definitiva de las colonias americanas. A partir de 1825, el rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial de Madrid y Barcelona. Los ultraconservadores se agruparon alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y su previsible sucesor dado que Fernando VII no tenía descendencia.
El conflicto dinástico
El sector más ultraconservador de los absolutistas, los carlistas, se negaron a aceptar la nueva situación. Candidato al trono, el hermano del rey, el príncipe Carlos María Isidro. Estos enfrentamientos no se constituían solo en una disputa acerca de quién era el legítimo monarca, si el tío o la sobrina, sino que trataba de luchar por imponer un modelo u otro de sociedad. En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de tres años de edad, como heredera del trono y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel.
La independencia de la América Hispana
La América española; siglo XVIII, etapa de prosperidad basada en la reactivación del comercio y en la puesta en marcha y explotación de numerosas plantaciones, trabajadas por mano de obra esclava. El crecimiento económico propició el desarrollo de un poderoso grupo burgués criollo, de raza blanca pero nacido en América. Fue entre la burguesía criolla, próspera y educada, conocedora del pensamiento ilustrado. España ejercía sobre la economía y esencialmente el comercio. Además, el ejemplo de la independencia de Estados Unidos fue crucial para mostrar que era posible enfrentarse a la metrópoli.
El proceso de independencia
En 1808, en plena guerra de la independencia, los criollos optaron por no aceptar la autoridad de José Bonaparte y crearon Juntas que, a imitación de las españolas, asumieron el poder en sus territorios. Sin embargo, aunque teóricamente se mantenían fieles a Fernando VII, no reconocieron la autoridad de la Junta Suprema Central y, de hecho, hacia 1810 muchas de ellas se declararon autónomas respecto a la metrópoli.
Los problemas de las nuevas naciones americanas
La emancipación de las colonias y la creación de repúblicas independientes no solucionaron todos los problemas existentes en la América hispana. En primer lugar, el sueño de los libertadores, especialmente de Bolívar, de conseguir una América unida, poderosa y solidaria, se mostró imposible, con innumerables guerras y el fraccionamiento del territorio en múltiples repúblicas. En segundo lugar, los criollos que habían dirigido el movimiento de independencia abandonaron a su suerte a la gran mayoría de la población india, negra o pobre, lo cual daría lugar a profundas convulsiones sociales en los años venideros. Por último, la independencia política no supuso la independencia económica para el subcontinente. El dominio español fue sustituido por la constante intromisión de Gran Bretaña y Estados Unidos.