La Narrativa Española Tras Franco: De la Experimentación al Auge de la Literatura del Yo

Tras la muerte de Franco en 1975, España experimentó una transición hacia la democracia que trajo consigo el restablecimiento de las libertades, incluida la libertad de expresión, y la eliminación de la censura. Este período de apertura coincidió con mejoras económicas y sociales, así como con la integración de España en Europa. Culturalmente, España se incorporó al escenario internacional, y en la narrativa, se mantuvo viva la tendencia hacia la novela experimental, iniciada con obras como “Tiempo de silencio” de Luis Martín-Santos en 1962. Estas novelas experimentales se centraban en la composición de la obra, el juego con la perspectiva y los puntos de vista, y la experimentación con la estructura y el estilo. Autores como los hermanos Juan y Luis Goytisolo, y Julián Ríos, destacaron en esta corriente. Sin embargo, a partir de 1975, comenzó a emerger una tendencia hacia la narratividad tradicional, la novela de argumento sólido y la intriga. La publicación de “La verdad sobre el caso Savolta” de Eduardo Mendoza en 1975 marcó este cambio, presentando una estructura compleja al servicio de una trama policiaca ambientada en la Barcelona del siglo XX. Esta novela también revitalizó subgéneros como la novela negra y la de aventuras, inaugurando una nueva orientación en la narrativa española.

Consolidación de la Posmodernidad en la Narrativa Española

A partir de finales de la década de los setenta, se observa una clara consolidación en la narrativa española de la tendencia a retornar a procedimientos, temas y formas que presenten menos dificultades para el lector. Se adopta la idea de que, habiendo experimentado todo, cualquier recurso puede ser empleado en la construcción de las novelas, aunque ya no con la pretensión de sorprender. Esta visión, denominada “posmodernidad”, abarca una amplia variedad de formas, temas y subgéneros, como la novela histórica, la novela negra, la metanovela, la novela intimista y la novela testimonial. Tanto los nuevos autores como aquellos de generaciones anteriores se adaptan a este espíritu de la época. Autores mayores como Cela, Delibes y Torrente Ballester continúan publicando obras que mantienen los rasgos centrales de sus respectivos mundos, aunque recurriendo a procedimientos menos arriesgados que en años anteriores. Por ejemplo, Cela publica “Cristo versus Arizona”, Delibes “Los santos inocentes”, y Torrente Ballester “Crónica del rey pasmado”. En cuanto a la siguiente generación, Juan Benet continúa con su obra rigurosa pero aligera las exigencias en obras como “El aire de un crimen”. Otro autor destacado de esta generación es José Luis Sampedro, cuya novela “Octubre, octubre” combina diversas voces y materiales, mientras que “La sonrisa etrusca”, publicada en 1985, presenta una composición mucho más sencilla.

Diversidad de Voces en la Narrativa Española de los Setenta

En la década de los setenta, destacan varios autores que comenzaron a publicar, entre ellos:

  • Juan José Millás
  • Manuel Vázquez Montalbán
  • Luis Mateo Díez
  • Soledad Puértolas
  • Javier Marías

Millás utiliza la ironía magistralmente en novelas como “El desorden de tu nombre” (1987) y “El orden alfabético”. Vázquez Montalbán es conocido por su serie de novelas negras protagonizadas por el detective Pepe Carvalho, desde “Yo maté a Kennedy” (1972) hasta “El hombre de mi vida” (2000). Javier Marías construye tramas absorbentes con una prosa densa y digresiva en obras como “Todas las almas” (1989) y “Mañana en la batalla piensa en mí” (1994). Entre los autores más jóvenes se encuentran Arturo Pérez Reverte, Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero y Almudena Grandes. Pérez Reverte es conocido por su serie de novelas de ambientación histórica que comienza con “El capitán Alatriste” (1996). Muñoz Molina aborda la realidad española de su generación en obras como “El jinete polaco” (1991), donde recrea su tierra natal, rebautizada como Mágina. Rosa Montero, con un estilo más cercano al de Pérez Reverte, se centra en ficciones de ambiente urbano que exploran relaciones humanas y problemas sociales, como “Te trataré como a una reina” (1983) y “Bella y oscura” (1990).

El Auge de la Literatura del Yo y Otras Tendencias Contemporáneas

El periodo contemporáneo se caracteriza por el auge de la literatura del yo, donde destacan tanto las autobiografías como las obras cargadas de autoficción. Francisco Umbral, con obras como “Memorias de un niño de derechas” y “Mortal y rosas” (1975), es un ejemplo destacado. Otros autores, como Javier Cercas en “Soldados de Salamina” (2001), utilizan la autoficción para explorar sus propias experiencias. La metaficción, que reflexiona sobre el proceso de escritura, también es común en este período, como se ve en “Novela de Andrés Choz” (1976) de José María Merino. La narrativa contemporánea a menudo se sitúa en la frontera entre la autobiografía, la biografía, el ensayo y el reportaje. Obras como “La ridícula idea de no volver a verte” (2013) de Rosa Montero exploran la vida de personajes históricos mientras reflexionan sobre la vida del autor. Además, se observa una revalorización de la narrativa breve, como en “Obabakoak” (1988) de Bernardo Atxaga, “¿Que me quieres, amor?” (1996) de Manuel Rivas y “Los peces de la amargura” (2006) de Fernando Aramburu. La Generación Nocilla, relacionada con la literatura afterpop, también marca este periodo, inspirada por la trilogía “Proyecto Nocilla” de Agustín Fernández Mallo. Aunque hay muchos otros novelistas en estas generaciones, todos han contribuido significativamente a la narrativa española del fin del siglo XX y principios del XXI.