Reinado de Felipe II
Felipe II antes de ser rey, fue regente de los dominios de su padre. Luego fue monarca consorte en Inglaterra y más tarde soberano en los Países Bajos. Tras la batalla de San Quintín y la Paz de Cateau-Cambrésis, regresó a la península ibérica en 1559, de donde no se ausentó jamás. Había heredado de su padre dos objetivos políticos: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa de los territorios de su patrimonio. Su reinado tuvo que adaptarse a condiciones diferentes a las de su padre:
Características del Reinado
– Una corte establecida por el rey en un lugar fijo:
Decidió fijar su residencia en Madrid en 1561. La elección se debió a que Madrid era una ciudad pequeña y tranquila, de clima seco y dotada de recursos. Además, no contaba con ningún concejo poderoso ni con señores laicos o eclesiásticos que disputaran el poder del rey. Madrid se concibió como una corte imperial y no como una capital nacional.
– La hispanización de la política:
Todas las decisiones eran adoptadas por un rey castellano y asistido por consejeros también españoles. Así, el reinado de Felipe II es una monarquía hispánica. No debe olvidarse que los intereses de Castilla tuvieron un gran peso en las decisiones políticas. Pero los objetivos de Felipe II con los de los Habsburgo no siempre coincidieron con las demandas de los españoles, más en el ámbito exterior.
– La sustitución de la política universal por la confesional:
Felipe II podía aspirar a ser líder de los católicos e intentó mantener la unidad confesional y política, ya que las minorías religiosas eran motivo de conflictos y guerras. Felipe II impulsó en España la Contrarreforma.
– La reactivación en el interior de la península de las rebeliones:
Este fenómeno estuvo muy relacionado con el aumento del autoritarismo político y religioso de Felipe II. Se mostró muy activo en los asuntos de gobierno, fue muy respetuoso con las instituciones de sus reinos, en las que no introdujo cambios.
Política Interior
Sublevaciones en Granada y Aragón:
Dentro de la península, la rebelión más importante fue la de los moriscos de Granada, también conocida como Sublevación o Guerra de las Alpujarras (1568-1570). La presencia de los moriscos constituía un problema religioso y social. Además, podían potenciar conflictos, ya que eran aliados de los turcos. Así pues, se desencadenó una rebelión morisca a causa de unas normas dictadas por el rey que prohibían la lengua árabe, el uso de sus vestimentas… La rebelión fue fallida gracias a Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, y los moriscos fueron deportados y repartidos por toda Castilla y sus tierras fueron confiscadas.
Otra rebelión sucedió en Aragón (1590-1592). En este contexto, el rey se disponía a nombrar virrey a un castellano y a situar bajo jurisdicción real el condado de Ribagorza. A este acto se oponían la justicia mayor de Aragón. Es en este momento cuando se produce la huida del aragonés Antonio Pérez, secretario personal de Felipe II, pero el rey recurrió al tribunal de la Inquisición para nombrarlo hereje. Entonces se produjo el motín de Zaragoza (1591), que logró liberar al secretario de la cárcel de la Inquisición. Felipe II adoptó algunas decisiones favorables al poder real, pero respetó la esencia de los fueros e instituciones tradicionales de Aragón.
Política Exterior de Felipe II:
Siguió los objetivos de su padre. No obstante, algunas circunstancias habían cambiado:
- El área de mayor interés se desplazó hacia el sur: la pérdida de territorios germanos y la paz con Francia parecían dar al Mediterráneo nuevo foco de atención.
- Hacia 1578-1580: Felipe II imprimió un giro total a su política exterior en el Atlántico debido a la rebelión de los Países Bajos contra él. Así, entró un nuevo enemigo, Inglaterra.
- El interés por el área atlántica se vio reforzado por la unión de Portugal con España.
Conflicto del Mediterráneo:
La prioridad de Felipe II en sus inicios de reinado fue la defensa del Mediterráneo frente a los turcos y los berberiscos. A diferencia de su padre, Felipe II llevó a cabo un plan de construcción de barcos en Italia y Cataluña, y buscó aliados para obtener victorias militares. La oportunidad de conspirar contra los turcos fue en su conquista de Chipre (isla que pertenecía a Venecia). Venecia solicitó ayuda a la Liga Santa, formada por Felipe II, el Papa y la República de Venecia. Estos disponían de una fuerte flota y lograron las célebres victorias: Lepanto (Grecia).
Rebelión de los Países Bajos:
El mayor problema con el que tuvo que enfrentarse Felipe II fue la rebelión de los Países Bajos y su posterior guerra (1568-1648). Las protestas empezaron por la feroz política represiva que se seguía con los calvinistas, descontentas ante el autoritarismo del rey, que trataba al país como una provincia de España y no como estado autónomo. Los dirigentes de la rebelión pertenecían a la alta nobleza, que había sido desplazada del gobierno. Los Estados Generales, que se encontraban al margen del control de los impuestos, expresaron también su oposición. En el verano de 1566, estallaron una serie de disturbios populares en las ciudades de los Países Bajos. El rey decidió no acudir y al año siguiente envió como gobernador a Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, para acabar con la oposición política y religiosa. El duque llegó acompañado por los tercios y constituyó el Tribunal de los Tumultos, que llevó a cabo la represión: confiscó bienes y ejecutó. Guillermo de Orange logró escapar de los ejecuciones y se presentó como calvinista y comenzó la guerra desde Alemania (1568). Entre tanto, los calvinistas controlaban ya las provincias del norte. El duque de Alba fue relevado como gobernador de los Países Bajos en 1574. Es en este momento cuando se envían tropas a los Países Bajos, pero la política de Felipe II en la zona terminó con un rotundo fracaso debido a:
- La carencia de una flota de guerra, además de que las tropas de España e Italia tardaban meses en acudir.
- La imposibilidad del bloqueo económico: este solo se podía llevar a cabo con una flota poderosa; además, para España era importante el comercio holandés.
- La derrota en la guerra de la propaganda: los holandeses difundieron sus ataques contra la tiranía y así se creó la Leyenda Negra.
- Las dificultades financieras del rey, que retrasaban la llegada de dinero y el pago a las tropas. El efecto sobre la población católica leal a Felipe II fue desastroso.
La guerra con Inglaterra y la unión con Portugal:
Al problema de los Países Bajos se añadió la actitud de Isabel I, reina de Inglaterra, quien propuso frenar el avance de España en los Países Bajos. Le impulsaban motivos religiosos, ya que era una anticatólica. Fomentó el apoyo a la piratería que ejercían los rebeldes de los Países Bajos contra los españoles. Para combatir a Inglaterra, Felipe II necesitaba una flota poderosa, una base adecuada en el canal de la Mancha y un puerto atlántico relevante para concentrar la flota. Los recursos de las Indias permitieron la creación de una flota, la base del canal de la Mancha la constituyeron los Países Bajos y el puerto lo aportó Portugal. La unión con Portugal (1580) implicaba el control de su gran imperio marítimo y marcó el viraje de la política de Felipe II hacia el Atlántico. Lisboa se convirtió en la nueva base de operaciones atlánticas contra holandeses e ingleses. Allí se concentró también la Gran Armada. La paz con Inglaterra no se logró hasta el siglo XVII.