Trayectoria poética de Miguel Hernández:
La evolución de su poesía
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27. El más importante es la fusión de tradición e innovación en su obra, fruto de la temprana lectura de los clásicos españoles y de la influencia de las vanguardias.
La evolución de la poesía de Miguel Hernández corre paralela a un proceso de maduración personal, de interiorización de la realidad y los sentimientos. Sus inicios como escritor se corresponden con los de un aprendiz de poeta, el cual se convirtió en el “genial epígono” de los grandes autores de la Generación del 27, hasta que llegó a descubrir su propia voz poética.
Hay un enorme contraste entre la temprana poesía y sus últimas composiciones y en sus últimos temas, más personales, muestra evolución y compromiso social, centrándose en temas tradicionales como el amor, la muerte y la guerra
Al principio destaca su gran capacidad para expresar las sensaciones de su tierra con referencias mitológicas.
Tiene que modernizarse, hace uso de un registro elevado y sintaxis más compleja, en contraste con su posición social. Incorporando progresivamente un ambiente cotidiano, queda reflejado un estilo neorromántico, y gran simbolismo, donde expresa sus sentimientos, deseos, y agonías
Los símbolos que utiliza son la espada, el fuego, o el rayo cegador, que lo compara con la pasión del amor, de ahí el título El rayo que no cesa (1936)
A última hora, Miguel Hernández incorpora su famosa “Elegía” a Ramón Sijé,con un estilo emotivo insertándose así en la tradición de las elegías.
El estallido de la guerra civil, le provoca a ser un mártir del comunismo y la libertad, se convierte en la voz del pueblo, sirviendo de eco para inquietudes sociales y la revolución mediante un tono épico lírico “El viento del pueblo”
Su segunda obra, El hombre acecha, tiene un tono pesimista, donde se criticarán las barbaries de la posguerra.
En su aprisionamiento, recoge en el “Cancionero y Romancero De Ausencia”, los episodios más íntimos de su vida, y es aquí donde mejor podemos conocer al autor.
En ella se intenta reflejar un mundo ausente de libertad, belleza, y paisaje, aunque es aquí donde alcanza su verdadera madurez poética al despojarse de todo lo superfluo y elaborar un estilo más directo y claro.
Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX, nombrado “genial epígono” del 27, Hernández aprendió la poética de la Generación del 27, homenajeándola en su poesía, a la vez tan personal y original; de ahí que la fusión entre tradición y vanguardia sea una característica que una a Hernández y al grupo poético del 27.
Miguel Hernández se empapaba de todo lo que leía, incorpora a su escritura múltiples propuestas literarias: desde el Renacimiento del XVI hasta el folklorismo del siglo XX.
En su etapa de aprendizaje, leía y absorbía en su poesía a los clásicos de nuestro Siglo de Oro, se inclinaba por la imitación de escritores clásicos y contemporáneos.
Empezó a leer a los poetas de la Generación del 27, sus mayores. Así, partir de 1927, el poeta orioliano entra en contacto con Góngora a través de la Generación del 27, y en 1933 publicará su primer poemario, Perito en lunas.
El rayo que no cesa, su segunda publicación, de 1936, entra en contacto no solo con el surrealismo, sino también con la tradición, de la que toma la métrica clásica y los motivos temáticos, que nos remiten al Cancionero de Petrarca.
En los años treinta, el surrealismo, va a producir una “rehumanización del arte”,en la poesía de Miguel Hernández, se aprecia en El rayo que no cesa —que fusionará la poesía impura y la metáfora surrealista con la tradición literaria española
Otra de las influencias de la poesía hernandiana es el neopopularismo, presente en Viento del pueblo (1937). Hernández busca ahora una poesía más directa y cercana a los oprimidos
Cancionero y romancero de ausencias representa un hito en la utilización del cantar, enlazando de esta manera con una corriente revitalizadora que se inicia con los posrománticos españoles y que continúa con Machado y la Generación del 27. Iniciado en 1938 a raíz de la muerte de su primer hijo, esta obra póstuma se fue nutriendo con poemas escritos desde la cárcel que los editores recogieron posteriormente.
Se puede concluir que en la obra de Miguel Hernández se origina una clara simbiosis entre tradición y vanguardia, y el trayecto del poeta oriolano es, en consecuencia, una acertada recopilación de todas las tendencias poéticas del momento, lo cual enriquece sobremanera la obra de una de las figuras más representativas de las letras castellanas del siglo pasado.
EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27. El más importante es la fusión de tradición e innovación en su obra, fruto de la temprana lectura de los clásicos españoles y de la influencia de las vanguardias.
En 1934 viaja por segunda vez a Madrid, comienza para él una nueva etapa en la que se introducirá en la intelectualidad de la capital, lo que le provocará una crisis personal y poética.
Entablará amistad con algunos miembros de la Generación del 27, sobre todo con Vicente Aleixandre
En 1931 se incorporará a las “Misiones Pedagógicas”, un proyecto educativo para difundir la cultura general en aldeas. Así es como comienza el compromiso social del autor de Perito en lunas (1932).
La guerra civil de 1936 obliga a Hernández al compromiso político, es nombrado Jefe del Departamento de Cultura, donde se encargará de la edición de varias publicaciones y de la propagación de su poesía en el frente.
Esta poesía quedará recogida en Viento del pueblo, que trata un que denuncia las injusticias y se solidariza con el pueblo oprimido, donde Hernández comprende el poder transformador de la palabra, así como su función social y política para proclamar el amor a la patria.
La poesía hernandiana deriva hacia un progresivo pesimismo “El hombre acecha (1939)”, donde el poeta pasa de cantar a susurrar amargamente
Al acabar la guerra, Miguel Hernández es detenido.
“Cancionero y romancero de ausencias” contenía poemas relacionados a raíz de la muerte de su primer hijo, con poemas escritos desde la cárcel que los editores recogieron posteriormente.
Con este último poemario, el oriolano alcanza la madurez poética con la sencillez de la lírica popular y abordan los temas más obsesionantes de su mundo poético: el amor, la vida y la muerte, sus “tres heridas”.
En síntesis, el compromiso social y político de Miguel Hernández se percibe con nitidez en su voz poética, que exalta a los hombres que luchan por la justica, lamenta el dolor de las víctimas oprimidas y reprende a los explotadores de la patria.
5. EL LENGUAJE POÉTICO DE MIGUEL HERNÁNDEZ: SÍMBOLOS Y FIGURAS RETÓRICAS MÁS DESTACADAS
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27. El más importante es la fusión de tradición e innovación en su obra, fruto de la temprana lectura de los clásicos españoles y de la influencia de las vanguardias.
Su universo poético se va forjando, creando así una obra propia y personal que lo convierte en un artista complejo y original influido por los clásicos del Siglo de Oro y grandes poetas contemporáneos.
El gongorismo , en el que incorpora recursos como: hermetismo, complejidad metafórica, léxico culto, bruscos hipérbatos…
El neorromanticismo de El rayo que no cesa (1936) en el que emplea la metáfora surrealista, aliteraciones, hipérboles, epanadiplosis, rimas internas…
El neopopularismo, integrado por composiciones de verso corto y de rima asonante con la sencillez de la lírica popular y recursos que favorecen la musicalidad y la expresividad
Los símbolos de Hernández varían en intensidad y significado según la etapa evolutiva
La luna, motivo central en la obra de Miguel Hernández, adquiere dos significados: sugiere el paso del tiempo y es signo de muerte, en contraposición al sol, emblema de luz y vida.
El cuchillo, o la espada, asociados al dolor y a la frustración amorosa.
El rayo símbolo de la fuerza y el coraje de los soldados.
La lluvia se relaciona con la pena que provoca el amor; y el viento, con la fuerza del pueblo y la voz del poeta.
La tierra es la madre, la cuna y sepultura del hombre.
El toro, símbolo hernandiano por excelencia
En definitiva, el lenguaje poético de Miguel Hernández experimenta una serie de cambios a lo largo de la trayectoria del poeta; transformaciones que afectan del mismo modo a una métrica que varía en función de la temática y la intención expresiva del autor.
Octavas reales, sonetos, tercetos encadenados, romances, silvas o versos carentes de rima inundan las composiciones de una de las figuras más representativas de las letras castellanas del siglo pasado.
6.LA VIDA Y LA MUERTE EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNANDEZ
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27. El más importante es la fusión de tradición e innovación en su obra, fruto de la temprana lectura de los clásicos españoles y de la influencia de las vanguardias.
La poesía de Miguel Hernández comienza con la vida más elemental, que poco a poco, va configurando el sufrimiento y se va desarrollando la funesta historia personal del poeta.
Los primeros poemas contienen gran vitalismo.
En su primera etapa, los poemas rinden homenaje a la naturaleza circundante, el vitalismo de Miguel Hernández percibe los objetos como si estuvieran vivos.
Las “heridas” hernandianas (“la de la vida, la del amor y la de la muerte”) comienzan a sentirse en El rayo que no cesa (1936). El toro se convierte aquí en la figura que representa la coherencia de la voz del poeta.
En la poesía de Miguel Hernández, amor y muerte se plasman en los símbolos del toro y la sangre, a los que se une una constelación de elementos cortantes e hirientes como la espada, el cuchillo, el rayo.
En la «Elegía», versos coléricos contra la muerte, nos hablan de la concepción de Hernández en este momento de su vida: vivir es amar, penar y morir.
Con la llegada de la guerra, la muerte se convierte en parte de la lucha por la victoria. Pero deriva en dolor y pesimismo por la dilatación y crudeza del conflicto bélico, los poemas se oscurecen con el desengaño y la carencia de todo.
La muerte de su primer hijo, la pérdida de la guerra, el odio de la posguerra, la condena a muerte, la posterior enfermedad y la soledad configuran este poemario de la desolación, cercano a la desnudez de la verdad más dura y terrible.
7.TEMAS POÉTICOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27. El más importante es la fusión de tradición e innovación en su obra, fruto de la temprana lectura de los clásicos españoles y de la influencia de las vanguardias.
Ha estado muy ligado a la naturaleza, como poeta y destaca la presencia constante de la naturaleza en su imaginario poético, su primer poemario, Perito en lunas (1932), mantiene esa tendencia de reflejar una naturaleza embellecida a través de recursos literarios.
A partir de El rayo que no cesa (1936), la naturaleza se convierte en parte sustancial del imaginario poético hernandiano; ya que es fuente de inspiración y se integra en la temática creando símbolos y se nutre, además, de símbolos del animalario, los ejes dominantes son, la queja dolorida, el desdén de la amada y el amor como muerte.
El agitado ambiente de la República y el estallido de la guerra civil arrastran a Hernández a una poesía de testimonio y denuncia en el que el tema del amor se funde con una poética de combate y enfoque político-social.
Las últimas vivencias del poeta, el fallecimiento de su hijo, la derrota, la caída de la República, su encarcelamiento, su soledad, se plasman en su último poemario: Cancionero y romancero de ausencias.
El oriolano alcanza así la madurez poética con unas composiciones de la lírica popular que abordan los temas: el amor, la vida y la muerte, sus “tres heridas”.
Se puede concluir que en la obra de Miguel Hernández se origina una clara simbiosis entre tradición y vanguardia, determinado por la propia evolución del artista
El trayecto del poeta oriolano es, en consecuencia, una acertada recopilación de todas las tendencias poéticas del momento, lo cual enriquece la obra de una de las figuras más representativas de las letras castellanas del siglo pasado.