El Reinado de Isabel II: La Organización del Régimen Liberal
– La Regencia de María Cristina de Borbón. La Etapa Moderada.
Debido a las guerras que había, María Cristina se vio obligada a llamar a Martínez de la Rosa. Este convenció a la regente de la necesidad de una apertura. Se amplió la amnistía para que los liberales pudieran volver del exilio. La mejor prueba de la moderación fue el Estatuto Real en el que se convocaban unas Cortes conservadoras y elitistas. Además, la corona se reservaba una libre capacidad legislativa y de veto, y la libre disolución de las Cortes. Pronto se crearon las dos alas liberales: los moderados, que demostraron que eran incapaces de dirigir un país por la falta de fondos, los errores tácticos en la guerra…; y los progresistas. En 1835 estalló una insurrección que se extendió por todo el país.
– La Revolución Liberal:
El nuevo jefe de gobierno, Juan Álvarez de Mendizábal, adoptó las primeras decisiones para desmantelar el sistema legal del antiguo régimen. El intento de la regente de acabar con las reformas y volver al moderantismo desencadenó una insurrección progresista, y se vio obligada a restablecer la Constitución de 1812. El nuevo gobierno progresista continuó con la demolición del absolutismo: suprimió el diezmo y se sustituyó por un impuesto de culto y clero, se restableció la ley municipal del Trienio y, por último, se sustituyeron los jefes de gobierno y se puso al frente de la guerra al general Espartero.
Durante años María Cristina eligió gobiernos moderados, pero el intento de modificar la ley municipal para eliminar el voto popular provocó la oposición de los progresistas, que tenían el apoyo del general Espartero, lo que forzó la dimisión de la regencia de María Cristina.
– La Regencia de Espartero
Espartero se convirtió en el nuevo regente y durante 3 años gobernó con el apoyo progresista. Su política era autoritaria. Estalló una insurrección catalana con los rumores de que Espartero estaba negociando con Inglaterra un tratado de libre comercio. La durísima represión desprestigió totalmente a Espartero. El general Narváez desencadenó un acelerado proceso de reacción: depuso a los militares progresistas, persiguió a los diputados más radicales y, finalmente, se convirtió en jefe de gobierno.
Reinado Efectivo de Isabel II:
Se votó la mayoría de edad de Isabel para que pudiese reinar. Fue un periodo de tendencia conservadora y regido por la Constitución de 1845. Fue también un régimen de gobiernos autoritarios que limitó las reformas sociales y restringió las libertades individuales y colectivas. La reina intervino activamente en la política apoyando a conservadores y evitando el acceso a los progresistas. La participación de los generales en el gobierno fue continua: la exclusión de la oposición llevaba a ésta a recurrir a los militares para acceder al gobierno. Otra característica fue la exclusión de la política a la mayor parte del país. Las protestas y manifestaciones fueron contestadas con represión.
– La Década Moderada. La Constitución de 1845.
Destacó la figura del general Narváez. En cuanto a los poderes del estado, la Constitución repartía el poder legislativo entre las Cortes y el rey. Un senado compuesto por miembros vitalicios elegidos por miembros de la corona entre las élites de la nobleza, el clero… y servía para limitar las reformas. También se eliminaban los límites del poder ejecutivo de la Constitución de 1837, lo que permitió la intervención continua de la reina en la vida política.
– El Desarrollo de la Vida Política en la Década Moderada.
Se creó la Guardia Civil con el objetivo de mantener el orden y defender la propiedad en zonas rurales. Se establecieron relaciones con la Iglesia. Se firmó con Roma el Concordato, con el que el Papa reconocía a Isabel como reina y aceptaba la pérdida de los bienes ya vendidos a cambio de que el estado financiara a la Iglesia.
– El Bienio Progresista (1854-1856)
El golpe de estado del general Leopoldo O’Donnell fracasó tras un enfrentamiento con las tropas del gobierno de Vicálvaro, pero los rebeldes reaccionaron y realizaron una proclama: el Manifiesto de Manzanares. Otros jefes militares se sumaron al golpe y obligaron a Isabel a entregar el gobierno a Espartero y O’Donnell como ministro de guerra. En las elecciones se formó la Unión Liberal, propiciada por O’Donnell y otros políticos moderados y progresistas. Una nueva constitución, la de 1856, se incluía una declaración de derechos más detallada, la implantación de poderes de la corona y ejecutivo, y una ampliación de la participación. El bienio transcurrió en un clima de permanente conflicto social. En 1856 Espartero presenta su dimisión y O’Donnell, al lado de la reina, se hacen cargo del gobierno.
– El Gobierno de la Unión Liberal. La Acción Exterior:
La Unión Liberal fue el partido que controló la vida política. Fue una época de euforia económica con la construcción de ferrocarriles y grandes inversiones bancarias. El gobierno emprendió una agresiva política exterior con el fin de desviar la atención de la interior. Sucedieron una serie de guerras como la guerra contra Marruecos, el intento fallido de recuperar Santo Domingo, la expedición en México junto a los ingleses y franceses, y la guerra contra Perú y Chile.
El Sexenio Democrático, el Reinado de Amadeo I y la I República:
– La Revolución de 1868.
La Gloriosa se denominó al golpe militar encabezado por varios generales. La revolución triunfó porque en ella confluían varios intereses. La apoyaron los sectores financieros e industriales y muchos militares en recuerdo de la matanza de San Gil. En cuanto a las clases populares, se les prometió: sufragio universal, abolición de los impuestos indirectos, los consumos y las quintas, y el injusto servicio militar obligatorio. Una vez conseguido, se procedió a parar la revolución retirando las juntas, así como la devolución de armas.
– La Constitución de 1869:
Se convocaron elecciones mediante sufragio universal masculino. El debate era la forma de estado: democracia o república. El gobierno progresista apoyó la democracia y solo una parte de los demócratas apoyó a los republicanos. Se elaboró una nueva constitución, la primera democracia de nuestra historia. El país se constituía como una monarquía parlamentaria con una separación de poderes: ejecutivo, cámaras, legislativo, rey pero con poderes muy limitados. Se incluyó una declaración de derechos muy detallada: inviolabilidad del domicilio, derecho a voto, de residencia… Los ayuntamientos y diputaciones serían elegidos democráticamente.
– El Gobierno de Prim y la Búsqueda de un Rey:
Prim formó un gobierno de progresistas y algunos demócratas. Se adoptó una reforma monetaria que dio la exclusiva de la emisión al Banco de España y puso en circulación la peseta. También tuvo que enfrentarse a la guerra de Cuba. La crisis cubana para los criollos, la presencia de plantadores y comerciantes azucareros peninsulares, así como el monopolio comercial, provocó una guerra civil que acabó con la hipoteca de la Hacienda. Prim emprendió la tarea de buscar rey, que no fuese Borbón y que tuviera respaldo de las Cortes. Finalmente, el príncipe Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, aceptó la corona.
– El Reinado de Saboya:
Nada más llegar a España recibió la noticia del asesinato del general Prim. El reinado de Amadeo fue un fracaso. Nadie quería a Amadeo, se le aisló de la corte y se comenzó a apoyar a Alfonso, así surgieron las alfonsinas. Fueron dos años de gobierno inestables: el conflicto cubano se agravó y se añadió el estallido de la tercera guerra carlista.
Amadeo presentó su abdicación y la cámara, al ver que era imposible buscar otro rey, proclamó la república.
– La Primera República:
Se eligió la república sin ningún apoyo por parte política. Solo los Estados Unidos y Suiza reconocieron el nuevo régimen. Tampoco sus partidarios tenían una visión clara de lo que debía ser la república. Para los burgueses debería traer democracia y derechos individuales, y para los campesinos aportar reformas sociales como el reparto de tierra y la eliminación de quintas y consumos. El propio movimiento estaba dividido en dos grupos: federalistas y unionistas. Se produjeron los primeros levantamientos campesinos en Andalucía. En las elecciones la mayoría fue para la república, pero la abstención era altísima. Poco después, Figueras dimitió y Pi y Margall se convertía en presidente. La Constitución de 1873 establecía una república confederal de 17 estados, cada uno con su propia constitución. Dentro de cada estado, los municipios también tendrían una constitución local y una división de poderes entre alcaldía (ejecutivo), ayuntamiento (legislativo) y tribunales locales (judicial). Una amplia declaración de derechos afirmaría por primera vez el estado laico, que indignó a la Iglesia y enfrentó a la república a muchos católicos.
– La Insurrección Cantonal y el Fin de la República:
La Constitución no llegó a entrar en vigor y desencadenó una revolución cantonal, lo que conllevó al hundimiento de la república. Rápidamente, la proclamación de cantones y la formación de juntas revolucionarias se extendió por las comunidades del levante, Andalucía y parte de Castilla. Los carlistas habían aprovechado la situación para avanzar hasta Albacete y Cuenca. En esa situación, incapaz de organizar la respuesta del estado, Pi y Margall presentó su dimisión. El nuevo presidente, Nicolás Salmerón, dio un giro hacia la derecha otorgándole plenos poderes al ejército. A este le sustituyó Emilio Castelar, que acentuó el giro autoritario. Obtuvo buenos créditos y consiguió sofocar la revolución. Cuando Castelar se presentó ante las Cortes fue derrotado en una moción de confianza y recibió muchas críticas. A la caída de este, el general Pavía se hizo con el control y dijo que iba a crear un gobierno militar de emergencia. Este fue el fin de la Primera República.
– Los Cambios en la Propiedad de la Tierra:
La desamortización de las tierras de la Iglesia y de los concejos constituye la medida más llamativa desde el punto de vista económico-social. La enorme deuda hizo recurrir a la corona a la desamortización. Consistía en expropiar bienes a quien los tenía para ponerlos después a la venta. El primer decreto solo afectó a bienes vinculados a la Iglesia. A partir de 1833 la desamortización se hizo ineludible. En 1836 se publicó el decreto de los bienes del clero, que se llamó la Desamortización de Mendizábal. Mendizábal buscaba amortizar la deuda, aumentar el rendimiento de las tierras y el aumento de los liberales. Por otro lado, la corrupción en las subastas impedían al campesinado adquirir tierras. El resultado fue que solo se amortizó una parte de la deuda. Durante el Bienio Progresista se aprobó una ley llamada Desamortización de Madoz. Por ella se ponían en venta todas las tierras restantes de la Iglesia, pero una vez más las tierras fueron a parar a manos de inversores y antiguos terratenientes, por lo que se acentuó el proceso de concentración de la propiedad agraria en manos de la oligarquía.