Unificación de Italia
La unificación de Italia: En 1815, Italia estaba dividida en estados desiguales en Lombardía y Veneto. En la década de 1830 se formó un movimiento de afirmación nacional, el Risorgimento, que tuvo una primera expresión política en la estrategia de unificación, propugnada por Giuseppe Mazzini y su organización, la Joven Italia. Esta planteaba la creación de una república democrática, unitaria y laica a la que se llegaría mediante una insurrección popular. Solo en el Piamonte se consolidó un estado constitucional bajo la monarquía de los Saboya. Su jefe de gobierno, Cavour, fue impulsor de una estrategia moderada para la unificación. No sería la insurrección popular, sino la consolidación del Piamonte como un estado fuerte, moderno e industrializado. La monarquía de Víctor Manuel II de Saboya fue la principal beneficiaria. Cavour consiguió con la ayuda francesa derrotar a los austriacos (1859), anexionar la Lombardía y poco después los estados centrales (1869). A la acción militar se añadió la diplomacia que supuso la cesión de Niza y Saboya a Francia a cambio del reconocimiento del nuevo reino de Italia. Por otro lado, un republicano mazziniano, Giuseppe Garibaldi, emprendió la conquista del sur (Reino de las Dos Sicilias) con un ejército borbónico. Garibaldi renunció a la perspectiva republicana y cedió a Víctor Manuel II las conquistas realizadas, reconociéndole como rey de Italia (1861). La unificación se completó con la anexión del Veneto (1866) tras derrotar a los austriacos, y la conquista de los Estados Pontificios (1870) a pesar de la oposición del Papa que quedó recluido en el Estado del Vaticano.
Unificación de Alemania
La unificación de Alemania: Desde finales del siglo XVIII, los componentes culturales del nacionalismo alemán quedaron establecidos por los filósofos Herder y Fichte, y fueron reforzados con el romanticismo. El Congreso de Viena había establecido la Confederación Germánica, que aglutinaba 39 estados, con la presencia de dos potencias, el Reino de Prusia y el Imperio Austriaco. El primer paso hacia la unificación fue la creación de Zollverein o Unión Aduanera, que estableció un mercado de libre circulación comercial formado por 20 millones de personas. En el Zollverein se integró Prusia, pero no Austria, y empezó a evidenciarse que sería Prusia el estado que dirigía el proceso unificador. Durante la revolución de 1848 consiguieron formar un parlamento en Frankfurt, con representantes de los distintos estados elegidos por un sufragio universal, e impuso la estrategia del canciller Bismark: Prusia dirigía la unificación a partir de su supremacía económica y militar. Por último, una guerra contra Francia permitió cohesionar los estados germánicos contra un enemigo común, al que derrotó en Sedan. La victoria militar culminó con la proclamación del Segundo Reich y de Guillermo I como emperador (1871). La unidad se tradujo en una estructura confederal con el dominio de Prusia. La unificación dejó por resolver dos importantes cuestiones: la dualidad religiosa entre el luteranismo del norte y el catolicismo del sur, y el carácter inacabado de la unificación al no integrar a los alemanes de Austria, frustrando la consecución de la Gran Alemania.
Revoluciones liberales (1820-1848)
Las revoluciones de 1820 y 1830: Durante la restauración, los liberales pasaron a la clandestinidad y se organizaron en sociedades secretas. Los masones eran el grupo más importante o los decembristas rusos. Estas sociedades, formadas por comerciantes, estudiantes, intelectuales y profesionales liberales, se consideraban herederas de la Ilustración y la Revolución Francesa y preconizaban la insurrección contra el absolutismo. La oleada revolucionaria que se produjo entre 1820 y 1824 provocó una quiebra, aunque temporal, del triunfo de España y poco después en Portugal, Nápoles y el Piamonte, abrió un corto periodo liberal que fue sofocado por las fuerzas absolutistas. Una segunda oleada revolucionaria se produjo. La revolución se inició en Francia en 1830 y la implantación de una monarquía constitucional con Luis Felipe de Orleans y comportó la independencia de Bélgica. En Polonia, un movimiento de independencia política y nacional fue aplastado por el ejército ruso. A finales de la década de 1830, el absolutismo fue desapareciendo de Europa occidental. Los liberales moderados defendían el sufragio censitario y limitaron el ejercicio de las libertades: así, por ejemplo, las asociaciones obreras quedaban prohibidas.
La experiencia democrática y social 1848: Una nueva revolución, en 1848, puso fin definitivamente al sistema de la restauración. En Europa oriental, excepto en Rusia, comportó la abolición del feudalismo, mientras que en Europa occidental abrió las puertas a los nuevos ideales democráticos, que defendían la soberanía popular y el sufragio universal masculino, frente al censitario vigente hasta entonces. Las revoluciones se iniciaron en París, en 1848 el gobierno de Luis Felipe de Orleans restringió las libertades (derecho de reunión, libertad de prensa, etc.). El movimiento insurreccional culminó con el asalto al palacio real, la huida del rey y la proclamación de la república. Se formó un gobierno provisional con la participación de republicanos, socialistas y radicales que impulsó un programa de reformas políticas y sociales: sufragio universal masculino, supresión de la esclavitud, abolición de la pena de muerte e intervención del estado en la vida económica con el fin de garantizar el derecho al trabajo de los parados. Se celebraron elecciones con sufragio universal masculino cuyo resultado dio lugar a la formación de un nuevo gobierno de republicanos moderados, que procedió al cierre de los talleres nacionales y a la liquidación de las reformas sociales que se habían iniciado. La respuesta se produjo en forma de una insurrección popular en junio de 1848, que se convirtió en un enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. La rebelión fue aplastada con la intervención del ejército y la represión fue muy dura: 1500 fusilados y 25000 detenidos. En diciembre, el acceso de Luis Napoleón Bonaparte, Napoleón III, al poder respondió a estas necesidades y culminó con la proclamación del Segundo Imperio. El impacto de la revolución de París fue inmediato y se extendió por Europa: el Imperio Austriaco se transformó en monarquía constitucional y la servidumbre fue abolida. Solo en Rusia permanecieron las estructuras señoriales.
La construcción de los estados nacionales
Nación y movimientos nacionalistas: La unificación de pesos y medidas y la promulgación de códigos de comercio. La revolución liberal estimuló el desarrollo del concepto de nación. Conjunto de ciudadanos ligados por una historia, una lengua y una cultura comunes. Alemanes e italianos se hallaban divididos entre diversas entidades políticas, y los nacionalistas deseaban unir en un solo estado todos los territorios.
Los primeros movimientos nacionalistas (1820-1830): El mapa europeo definido en el Congreso de Viena fijaba la existencia de 6 estados, 3 imperios y más de 30 comunidades culturales sin estado, entre las que destacan la alemana y la italiana. En Grecia, sometida al Imperio Turco, en 1820 se inició una insurrección independentista, de contenido liberal, que recogía las aspiraciones nacionalistas y rechazo de la población al dominio político, cultural, religioso y económico que ejercían los turcos. Delegados de toda Grecia se reunieron en el Congreso de Epidauro (1822) para proclamar la independencia, que no fue aceptada por los turcos hasta 1829. Bélgica se independizó de los Países Bajos tras un proceso de guerra civil que llevó al enfrentamiento con los holandeses. Se formó un gobierno provisional (1831). La monarquía constitucional belga fue reconocida por Holanda en 1839.
La primavera de los pueblos: La revolución de 1848 tuvo un importante contenido nacionalista en los países del Imperio Austriaco, una entidad absolutista en la que la minoría austriaca monopolizaba el poder y dominaba a las demás comunidades. De este modo, la revolución de 1848 alumbró una primavera de los pueblos de amplitud desconocida hasta la fecha. La insurrección se inició en Viena (marzo de 1848) y provocó la caída de Metternich, la elección de una asamblea constituyente mediante sufragio universal y la abdicación del emperador en Praga, Polonia y Croacia, que reclamaban el reconocimiento a su identidad, el respeto a la diversidad lingüística y cultural y la igualdad de derechos entre los distintos pueblos. En Hungría se proclamó la independencia. Si bien todos estos movimientos fueron derrotados, el Imperio Austriaco se vio obligado a introducir reformas. Se estableció un sistema liberal moderado. Basado en el sufragio censitario. En 1867, se convirtió en una monarquía dual, con 2 estados, Austria y Hungría, unidos solo por la persona de Francisco José, emperador de Austria y rey de Hungría. Esta situación se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial.