Fernando VII vuelve al trono de España tras la finalización de la Guerra de Independencia y lo establecido en el tratado de Valençay en 1813. En este Napoleón lo reconoce como rey de España. Su regreso planteó el problema de integrar al monarca en el nuevo modelo político de carácter liberal, definido por las Cortes de Cádiz en la Constitución de 1812. La ideología absolutista del rey y su clara defensa de la vuelta de las instituciones propias del Antiguo Régimen contará con el apoyo de nobleza, Iglesia y parte del ejército, además de la adhesión mayoritaria de las clases populares. Esta situación va a favorecer un clima de confrontación entre liberales y absolutista que se mantendrá durante todo el reinado.
Fase Absolutista (1814-1820)
Fernando había abandonado el país como monarca absoluto y debía volver como rey constitucional (según la constitución de 1812). Los liberales no creen en la buena voluntad del rey y quieren que llegue a Madrid y jure la constitución. El rey acepta temeroso de enfrentarse a los que durante seis años habían luchado por él, habían gobernado el país y habían resistido al invasor. Sin embargo, los absolutistas (nobleza, clero, parte del ejército y un grupo de diputados) quieren que vuelva como rey absolutista, para mantener los privilegios del Antiguo Régimen. El rey entra por los Pirineos y se dirige a Valencia donde le entregan el “Manifiesto de los Persas”, donde se hace una reivindicación de la monarquía de origen divino. También se pide la abolición de la Constitución de 1812, y la anulación de las leyes elaboradas por las Cortes de Cádiz. Es en definitiva una “invitación al golpe de Estado” que fue favorablemente recibido por Fernando VII y que lo impulso a reinstaurar el absolutismo. Cuando Fernando VII ve el apoyo mayoritario del pueblo y de los estamentos privilegiados, y la debilidad de los liberales, da un golpe de Estado y durante los seis años siguientes (1814-1820) gobernará aplicando los restablecidos principios del absolutismo.
Trienio Liberal (1820-23)
El golpe de Riego, la pasividad del ejército, la actuación de los liberales en las ciudades y la neutralidad de los campesinos obliga a Fernando VII a ser un monarca constitucional. Regresan los liberales del exilio. Fernando VII nombra un nuevo gobierno, éste proclama: una amnistía y convoca elecciones. En las nuevas Cortes, con mayoría de liberales, se inicia el restablecimiento del régimen liberal. Entre los liberales presentes en las Cortes hay dos tendencias: Doceañistas (liberales moderados) y Veinteañistas (exaltados). La presencia de estas dos tendencias, tendera a debilitar a los liberales y a ralentizar la labor del gobierno, que ya tenía frente si a una importante oposición de grupos absolutistas.
Década Ominosa (1823-33)
Esta vuelta al absolutismo fue seguida de una feroz represión contra los liberales y de nuevo gran parte de ellos marchó al exilio. Se depuró la administración y el ejército, se crearon comisiones de vigilancia y control, y un verdadero terror se extendió por todo el país. Con las manos libres, el rey invalidó toda la legislación del Trienio, y puso fin a este segundo intento de revolución liberal. Surgen los Realistas Puros, son los absolutistas más radicales que apoyaban a Carlos Mª Isidro (hermano de Fernando VII). La labor gubernamental realizada durante el periodo tuvo un mayor alcance que la llevada en el periodo anterior de gobierno absolutista. La mayor preocupación del rey fue el problema económico. Había déficit del Estado (emisión de deuda pública y petición de préstamos al extranjero). Se crea el Consejo de Ministros y se reorganiza la Hacienda, estableciéndose el presupuesto anual del Estado.