La casa de los espíritus, así como otras obras de Isabel Allende, ha sido relacionada con el realismo mágico, una corriente surgida en los años 60-70 del siglo XX que pretende reaccionar ante la nueva industrialización y ante los abusos de ciertos regímenes autoritarios, como los de Augusto Pinochet, en Chile, o Jorge Rafael Videla, en Argentina. Se trata de un movimiento literario que recupera viejos mitos americanos, integrándolos de manera natural en la vida cotidiana. Gabriel García Márquez, Juan Rulfo o Jorge Luis Borges son algunos de los autores más significativos de esta nueva corriente estética.
La novela de Allende, publicada en 1982, parte de una carta que la propia autora escribe a su abuelo agonizante. Su éxito y adaptación al cine fueron inmediatos, si bien ciertos sectores intelectuales califican su novelística de menor e incluso de deberle demasiado a García Márquez. La casa de los espíritus, que nos detalla los avatares vitales de las pintorescas familias del Valle y Trueba, refleja a la perfección las luchas sociales del Chile del momento: terratenientes poderosos y abusadores, campesinos resentidos, desarrollo del socialismo y comunismo en la zona, golpes militares…
Sin embargo, la crítica literaria discrepa a la hora de valorarla como una novela característica del realismo mágico. Evidentemente, si comparamos la opera prima de Allende con otros relatos considerados por unanimidad más representativos de esta tendencia (Cien años de soledad o Pedro Páramo), la distancia es enorme. Aun así, la obra que nos ocupa participa de ciertos rasgos de estilo del movimiento citado.
Para empezar, en La casa de los espíritus se combina lo natural (catástrofes telúricas propias de Latinoamérica: huracanes, lluvias, terremotos…) con lo sobrenatural (predicciones de Clara, prácticas espiritistas, desplazamientos de objetos, aparición del fantasma de Férula…). Realidad y fantasía se presentarán íntimamente enlazadas en la novela: unas veces, por la llegada de lo mítico, de lo legendario o de lo mágico; otras, por el tratamiento alegórico o poético de la acción, de los personajes o de los ambientes.
La presencia simultánea de varios narradores es otra de las características de esta corriente. La casa de los espíritus presenta, así, un pluriperspectivismo que enriquece sobremanera la visión de los acontecimientos relatados. Se trata de un texto polifónico en el que Esteban Trueba y su nieta Alba —que reconstruye la historia a partir de las anotaciones de su abuela en sus diarios— serán dos de los tres narradores del relato. Ahora bien, exceptuando el epílogo, los escritos del patriarca de la familia así como unas esporádicas intervenciones de Alba en primera persona, los catorce capítulos de la novela serán contados por un narra-dor omnisciente que penetra a fondo en las conciencias de los personajes.
Frente al intelectualismo de los narradores del boom, en La casa de los espíritus se apela a las emociones del lector y los valores morales se recalcan desde un punto de vista maniqueo. La muerte está presente, es una prolongación de la vida; los muertos y los vivos conviven con naturalidad sin que provoque extrañeza.
El realismo mágico también se caracteriza por la distorsión de un tiempo que se percibe como cíclico. De hecho, en esta obra el final enlaza con el principio —la novela comienza y termina con el mismo enunciado: Barrabás llegó a la familia por vía marítima— y las anticipaciones y retrospecciones son frecuentes. Aunque no se puede hablar de una alteración temporal, la autora desliza en la obra elementos que remiten a una cierta concepción cíclica que, sin embargo, no afecta al texto en su conjunto.
En La casa de los espíritus, la violencia, rasgo de la estética mágico-realista, se manifiesta tal y como ocurre en la vida cotidiana, produciendo la sensación de una sociedad primitiva. En el relato de Allende, este tema se asocia exclusivamente al ámbito masculino y se circunscribe especialmente al personaje de Esteban Trueba. Su ímpetu y falta de control le acarrearán un profundo sentimiento de soledad que será una constante en el personaje.
Las exageraciones, tan habituales en esta corriente, aluden a un universo primitivo y bárbaro. Del tío Marcos, por ejemplo, se decía que sus modales se asemejaban a los de un caníbal.
En conclusión, La casa de los espíritus es un relato político-social con destacada presencia de lo femenino, en el que la trama, narrada con sencillez, ocupa un papel cardinal. Todo ello explica que la primera novela de la chilena Isabel Allende se convirtiera, desde su publicación en 1982, en un éxito inmediato de superventas a nivel internacional.