3. La Voluntad de Poder
Para Nietzsche, la realidad tiene un carácter móvil, dinámico… en una palabra, la realidad es perspectiva. Es imposible llevar a cabo una compresión fija y no solo porque la realidad sea devenir, sino porque el intelecto humano, para realizar cualquier análisis científico y pretendidamente objetivo, tiene que servirse de sus propias formas de comprensión, sujetas al devenir y a la diversidad de perspectivas. Múltiple es la realidad del mundo en cuanto tal, y múltiple es el ser humano porque posee una pluralidad de impulsos e instintos, cada uno con su perspectiva propia; esta multiplicidad se convierte en “apariencia” cuando lo que se nos muestra en una perspectiva queda establecido como lo único determinante. Por otra parte, el ser “es devenir” porque siempre se está haciendo, siempre está por hacerse. La concepción del ser como devenir apunta a este doble sentido: al ser como movimiento permanente y al ser como resultado de un proceso eterno. La ontología combate con argumentos que son metafísicos y la ontología estática que veía en el devenir una simple apariencia. Afirma Nietzsche que la verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no podría vivir. Otro planteamiento de Nietzsche trastoca con su ontología es el del lenguaje acerca del ser. Si los conceptos no nos sirven para acercarnos a la realidad del devenir, múltiple y cambiante, la metáfora es una verdadera perspectiva, porque con ella se logra una integración de diversidades; ofrece la posibilidad de no caer en el dogmatismo platónico, porque la metáfora se mantiene abierta al mundo y no cerrada. La unicidad y pluralidad son las actitudes respectivas de estas dos clases. Esta exaltación, teoría y práctica de la metáfora, conduce a que no existe ninguna relación de causalidad lógica entre el mundo del objeto y el del sujeto. Gracias a Apolo, dios de la individualidad, el hombre puede resistir los avatares del movimiento continuo de la vida con la creación de conceptos o categorías lógicas que frenan el devenir. La afirmación del pluralismo manifiesta el radical ateísmo de Nietzsche. El ser como voluntad de poder, creación de nuevos valores, se autofirma en su propia producción (Dios ha muerto). El nihilismo consideraba que el devenir debía ser absorbido por el ser, por lo uno, por Dios y que lo múltiple era algo equivocado, injusto que tendría que ser juzgado por lo uno.