Entre 1898 y 1936 se vivió un periodo fértil en el ámbito literario, que rompió con el realismo y naturalismo del siglo XIX y emprendió la búsqueda de nuevas vías narrativas. Esta fue una época de crisis que desencadenó en la dictadura de Primo de Rivera, con la posterior llegada de la República. A principios de siglo, había dos tendencias muy marcadas en el teatro español: el teatro comercial, orientado a un público burgués, escasamente crítico y que adoptaba pocas novedades técnicas; y el teatro innovador, que presentaba obras con carga crítica e innovaciones técnicas.
Dentro del teatro comercial, se encontraba el teatro poético, que era un intento de llevar el modernismo al teatro. Destacan autores como Eduardo Marquina, los hermanos Machado y Valle-Inclán. Además, se escribió un teatro cómico, donde el costumbrismo iba inseparablemente unido a la comedia musical y, más concretamente, al género chico y a la zarzuela. En este género destacan Arniches y los hermanos Álvarez Quintero.
Por otro lado, el teatro innovador presentaba un nuevo tipo de obras, con carga crítica e innovaciones técnicas. Destaca Valle-Inclán, quien propuso una total renovación de la escena española en todos sus aspectos. Sus obras se dividen en tres ciclos: el ciclo mítico, el ciclo de la farsa y el ciclo del esperpento. En cada uno de ellos, Valle-Inclán rechaza el realismo burgués del teatro anterior y propone una visión crítica y grotesca de la realidad.
En resumen, este periodo en el teatro español fue de gran importancia, ya que marcó una ruptura con las corrientes anteriores y abrió paso a nuevas formas narrativas y estéticas.