La elocuencia ha sido considerada por la crítica literaria antigua como una
manifestación original del genio romano. Su nacimiento y desarrollo está en
íntima relación con el sistema político romano, basado largo tiempo en la
consulta popular. En efecto, la praxis asamblearia en el Senado o en los
comicios populares presupónía el recurso constante de la habilidad oratoria.
En
En
estas condiciones, la palabra desempeñó un papel muy importante, porque los
debates parlamentarios, los procesos ante los tribunales o las mismas
asambleas populares no podían ser conducidos y dominados más que por
hombres elocuentes, es decir, capaces de persuadir e imponer su voluntad.
La elocuencia requiere un terreno propicio para poder desarrollarse y no es
otro que un sistema político que respete fundamentalmente la libertad de
expresión. La oratoria fue un instrumento muy preciado para influir en la opinión
pública en la lucha política. Dado su enorme valor, la clase dirigente durante la
época republicana la utilizó y se sirvió de ella de una manera casi excluyente
como medio de ejercer el poder.
El fin de la República y el advenimiento del Principado que inhibíó la libertad de
expresión, trajo consigo la decadencia y muerte de la oratoria, transformándose
en una actividad que se ejercía tan solo en las escuelas.
1. LA RETÓRICA
La oratoria, el “ars dicendi” ante un auditorio no solo con la finalidad de
convencer sino también de agradar y conmover requiere una técnica”ars”, que
sigue una reglas pautadas y que hay que aprender. El conjunto de reglas se
denomina retórica.
Los romanos, que desde los orígenes vieron en la oratoria únicamente un
instrumento poderoso para la acción, comenzaron muy pronto a prestarle
atención a la retórica como un género literario.
En Roma la retórica pasó por tres etapas:
1. Hasta el siglo III-II a. C. Basada exclusivamente en el don natural de la
palabra y en la habilidad argumentativa.
2. En una segunda fase fue esencial la influencia de la retórica griega,
que se convirtió en un precioso complemento teórico de la realización práctica
representada por la elocuencia.
La retórica había nacido en Grecia a mediados del s. V a. C. Como sistema
técnico para ofrecer normas al discurso judicial o político. Pero su llegada a
Roma no se produjo hasta la primera mitad del siglo II a. C., fecha en que los
rétorés griegos abrieron las primeras escuelas. Su trabajo consistía en formar a
los ciudadanos en el arte de la palabra. En Roma se ofrecíó resistencia y por
medio de los decretos del Senado se ordenó su expulsión porque, se decía,
corrompían la sagrada pureza de la palabra.
A pesar de todo, la retórica logró implantarse en Roma y ser aceptada incluso
por las clases cultas, que se sirvieron de ella para la educación y formación del
ciudadano.
3. Finalmente, se produjo un divorcio entre retórica y oratoria debido a la
ausencia de actividad forense, con el advenimiento del Imperio y la falta
de libertad de expresión.
Sin embargo, la retórica siguió siendo la base de la educación superior. El
profesor que impartía esta disciplina se llamaba rétor.
El rétor propónía a sus alumnos dos tipos de ejercicios:
Las Suasoriae, destinadas a los alumnos de un nivel básico. Eran
consultas hechas a un personaje imaginario de renombre que debía
justificar su modo de actuar ante un hecho determinado.
Las Controversiae, para alumnos de nivel avanzado. Tenían contenido
jurídico.
Estos ejercicios contribuían a desarrollar la agilidad mental, la facilidad de
palabra y la capacidad dialéctica del alumno. Eran el entrenamiento del futuro
abogado o político.
Existían manuales de retórica que servían de herramienta al rétor y al orador.
No nos han llegado los primeros manuales utilizados en las escuelas retóricas
romanas pero podemos suponer que serían traducciones de los griegos, ya
que los profesores eran en su mayoría griegos. Los primeros libros latinos de
que disponemos son la retórica Ad Herennium y su contemporáneo De
inventione, el primer manual escrito por Cicerón; el carácter técnico de estos
manuales va evolucionando hacia tratados que abordan nuevos puntos de
vista, como el Orator, de Cicerón.
En esto manuales encontramos las claves de este arte:
Tipos de discurso
Siguiendo la tradición aristotélica la retórica distingue tres tipos de discurso o
“genera causarum”:
El genus demonstrativum, “género demostrativo”. Sirve para alabar o
vituperar a alguien. Se trata de una oratoria de lucimiento, cuyo centro
de gravedad está en el “ornatus” la “amplificatio”.
El genus deliberativum,”genus deliberativum”, o discurso político,
pronunciado ante una asamblea popular o ante el Senado, que debe
tomar una decisión ante lo que se propone. Este discurso se centra en
los “Exempla” o modelos. Se aplica en los casos en que hay que
persuadir o disuadir a alguien de algo.
El genus iudicale, se utiliza para defender o acusar ante un tribunal,
que debe pronunciar un veredicto. El pilar de este género son los
argumentos.
Recursos del orador
El orador debe poseer conocimientos y recursos técnicos para poder elaborar
el discurso, son los “oratoris officia”:
La inventio o búsqueda de argumentos, que reúne los elementos de la
causa, los hechos y los argumentos a favor y en contra.
La dispositio (ordo) u ordenación del material y de las ideas que
estructuran esos elementos con un plan trazado.
La memoria o reglamentación mnemotécnica, que permite hacer uso de
esos elementos en el momento justo.
La elocutio consiste en elegir las palabras apropiadas, el orden de la
frase, el ritmo, las figuras retóricas, etc.
La pronuntiato(declamatio o actio) o guía para el embellecimiento del
discurso mediante la voz y el gesto. El orador ha de controlar sus
ademanes y desplazamientos, que deben acomodarse al tono del
discurso y al asunto de que se vaya a hablar.
Según Cicerón, el orador debe convencer por el rigor de su razonamiento,
conmover al auditorio y deleitar a los oyentes mediante el encanto del
discurso, el sentido del humor y la destreza verbal.
Partes de un discurso
El discurso debe ejecutarse siguiendo un orden establecido:
El exordium (exordio), destinado a captar la atención (captatio
benevolentiae) del oyente, y en el que se exponen los motivos que han
inducido al orador a pronunciar el discurso.
La Narratio (narración) en la que se expone el asunto brevemente y de
manera verosímil y clara, atendiendo al quién, qué, dónde, cuándo,
porqué, y cómo.
La confirmatio (confirmación), en la que se rechazan los argumentos
del contrario (refutatio) y se refuerzan los argumentos que favorecen la
tesis del orador.
La peroratio (peroración), parte final donde se realiza una recapitulación
de los hechos que trata de inclinar a jueces y auditorio a favor de la
propia causa.
Estilos
En el ámbito de la retórica surgieron una serie de escuelas o estilos, con sus
carácterísticas específicas, a los que se adherían los distintos oradores. Estos
son:
Escuela Aticista, que propónía un estilo sobrio y mesurado, sin adornos
innecesarios.
Escuela Asianista, que defendía justamente lo contrario, un estilo
grandioso y recargado de adornos y figuras retóricas. Hortensio es su
principal representante.
Escuela Rodia, está en el término medio de los anteriores. Cicerón es
su máximo representante.