2. Modernismo y 98 en Luces de bohemia.
A finales del Siglo XIX y principios del XX, España se encuentra sumida en una profunda crisis que se vio reflejada
en todos los ámbitos. Esta crisis llamada “finisecular” contribuyó, entre otras cosas, a que se produjera un cambio
en la visión del mundo y una ruptura con los supuestos estético-ideológicos vigentes. En términos generales, se
puede afirmar que el peso del Realismo y la fe en la ciencia son sustituidos por el dominio del subjetivismo.
Literariamente, este cambio se tradujo en la búsqueda de nuevos caminos que pudieran explicar el mundo interior
y complejo del hombre y una realidad en constante cambio. Este afán de renovación fue la base del Modernismo,
que en sus orígenes pretendía transformar totalmente la vida y el arte a través de su postura antiburguesa y de
la recuperación de la belleza del lenguaje literario, que ellos creían descuidada en el Realismo anterior. Por otra
parte, habrá algunos que además se mostrarán muy preocupados por la realidad política de España durante
estos años de profundos cambios y crisis generalizada. Son los autores de la Generación del 98. Estos
escritores, alarmados por “el problema de España”, tratarán de regenerar la vida pública de un país atrasado
cultural y políticamente y fuertemente conmocionado por “el desastre”, como se llamó a la pérdida de las últimas
colonias en 1898.
No podemos negar que en la obra de todos los escritores más importantes del momento se pueden rastrear
rasgos modernistas y noventayochistas. Sin embargo, también es cierto que la obra de cada uno de ellos tendrá
una evolución particular y, por ejemplo, encontraremos más rasgos modernistas en Rubén Darío y en las primeras
obras de Machado y Valle Inclán, y más rasgos noventayochistas en Pío Baroja, Azorín y Miguel de Unamuno.
De hecho, estos dos movimientos tienen aspectos en común, como la búsqueda de un lenguaje diferente, su
espíritu de protesta y su profundo amor al arte; y rasgos que los diferencian como la concepción revolucionaria
de la vida, antiburguesa y a veces bohemia y elitista de los modernistas frente a la búsqueda de la verdad ante
todo de los del 98. El artista modernista profesa la religión del “arte por el arte” y con su postura elitista se distancia
de la sociedad y del chabacano mundo burgués. De ahí, el gusto por el escapismo (ambientes medievales,
cosmopolitismo, exotismo, referencias a lugares lejanos…) y la búsqueda apasionada de la belleza, su lenguaje
colorista y sensual. Por el contrario, o complementariamente, los autores del 98 encarnan la figura del intelectual
preocupado por la sociedad del momento que reflexiona desde presupuestos filosóficos o metafísicos sobre la
situación del hombre moderno y del país. Sus temas serán, por tanto, el problema de España, la intrahistoria (una
Junio: 2013
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visión apegada a la vida cotidiana de los individuos de la historia) y las preocupaciones existenciales (el sentido
de la vida, la existencia de Dios…)
Como se ha comentado, la obra de Valle dentro del Modernismo es importante, y en ella se incluyen obras como
sus Sonatas (1902-1905), o sus novelas sobre la guerra carlista. Pero a partir de 1915, tras su experiencia como
corresponsal de guerra durante la 1a Guerra Mundial, se dará en él un giro importante: se sigue oponiendo a la
conservadora sociedad burguesa, pero ahora no lo hará desde una postura modernista e idílica, sino desde
posiciones muy críticas, que lo aproximarán a los presupuestos ideológicos reformadores de la Generación del
98. Desde esta nueva postura no evasiva, sino firmemente comprometida con la realidad, Valle aportará a la
Generación del 98 una manera muy crítica de reflejar España: el esperpento. Hacia 1920 todas sus obras,
narrativas o teatrales, presentarán rasgos esperpentizadores en mayor o menor medida. El esperpento es la
respuesta ética y estética de Valle que refleja y denuncia la realidad miserable y deformada de la España
de los años 20 y 30. Y será Max Estrella, el protagonista de Luces de bohemia, quien represente en gran medida
la evolución de su autor desde las posturas bohemias del Modernismo, al compromiso con los más
desfavorecidos. Las luces brillantes de la bohemia se apagan y un violento contraluz reflejará la sociedad
española de los años 20, sumida en el oscurantismo religioso, los abusos de poder de los políticos y la ignorancia
de un pueblo que menosprecia la cultura.
Podemos, por último, señalar muestras concretas del ascendente modernista y del espíritu noventayochista
en Luces de bohemia. Ejemplos del primero son las elaboradísimas acotaciones escénicas, en las que Valle, más
allá de realizar indicaciones para la representación, evidencia su estilo sensorialista y lleno de imágenes; y el
leguaje culturalista y la actitud elitista de algunos personajes (como Dorio Gádex, o el propio Max, al principio).
Rasgos del 98 son las continuas críticas a la España de la Restauración y las consideraciones en torno a la
religión (entre Peregrino Gay y Max en la librería de Zaratustra o Rubén Darío y Max en el café Colón) o sobre la
muerte (Conversación entre Rubén y el marqués de Bradomín en el cementerio).