Guerras persas

1. Introducción

La historiografía es la ciencia que se encarga de recoger e interpretar los hechos históricos del pasado. Como otros géneros literarios, tiene sus orígenes en Grecia. Concretamente, la historiografía griega nace en Jonia a finales del siglo VI a.C. La aparición de la historiografía está relacionada con el desarrollo de la filosofía y el pensamiento racional que se produce en esta época. Es entonces cuando en Asía Menor los griegos empezarán a interpretar el mundo desde un punto de vista, ya no mitológico, sino racionalista o lógico, prescindiendo del mito para explicar las cosas, y se basarán en la razón. La historiografía investiga, pues, el pasado de manera racional.

 Etimológicamente la palabra “historia”, del griego ἱστ&ómicron;ρία, significa “investigación o narración de lo que se ha visto y, por lo tanto, se conoce”. Por eso los pioneros de la historiografía reciben el nombre de logógrafos, pues son los primeros escritores de relatos que narraban sus propios viajes y aventuras.

El género se inicia con la Historia de Heródoto, que es la primera obra extensa en prosa y la principal fuente que expone sistemáticamente la época anterior a las Guerras Médicas y el desarrollo de la confrontación bélica entre griegos y persas. La aparición de la prosa en Grecia es tardía, posterior al florecimiento de la poesía. 

Como antecedentes de este nuevo género literario podemos citar: 

* Los ὧρ&ómicron;ι, anales o crónicas en los que se anotaban los acontecimientos más sobresalientes del año, usados por los eruditos de los siglos V y IV a.C. Para realizar crónicas más elaboradas al combinarlos con las leyendas locales. 

* La logografía jonia es el precedente más directo y núcleo fundamental del que parte Heródoto. Los λόγ&ómicron;ι son una serie de relatos en prosa, que compónían en Jonia una serie de escritores -viajeros griegos que recorrían Oriente y Occidente guiados por el deseo de aprender e investigar- desde fines del s. VI. Se trata de obras monográficas de dos tipos:

A) Crónicas de ciudades o de pueblos, ya anteriores a Heródoto, ya contemporáneas o, incluso, posteriores

B) Obras más extensas que relatan un periplo y describen las costas de una regíón




Estas obras conténían datos etnográficos, geográficos, históricos, curiosidades, tradiciones míticas; en realidad trataban de continuar la épica, que, supuestamente, daba la historia antigua de ciudades y pueblos intentando sistematizar el material mítico. Así Heródoto incluye en su obra diversos λόγ&ómicron;ι del estilo de los logógrafos. Concretamente, hay dos libros, el II y el IV, que están ocupados casi íntegramente por los lógoi sobre Egipto y Escitia. Pero también hay otros más cortos, como los relativos a las costumbres de los persas (I 131-140), a la etnografía asiria (I 178-87), a los masagetas (I 92, 215-216), etc.

* La novelística popular, surgida en Jonia en el s.VI a.C. En boca de narradores ambulantes del tipo de los rapsodas; eran lógoi sobre individuos similares a novelas. En Heródoto, por ejemplo, los personajes son históricos, pero los sucesos son, con frecuencia, o inventados (caso del diálogo de Solón y Creso) o reelaborados con peripecias trágicas, cómicas o del tipo del cuento o la anécdota: lo carácterístico es que en todos los casos se desprende una enseñanza, una interpretación de los sucesos humanos. Tenemos la historia de Polícrates, a quien un pescador lleva el pez que se ha tragado el anillo arrojado por él al mar para no ser feliz en todo, siguiendo el consejo de Amasis; o de Adrasto, que mata sin querer al hijo de Creso, a quien estaba encargado de proteger; o del hábil ladrón que consigue casarse con la hija del faraón Rampsinito; y tantas otras más. Todas estas “novelas” rellenan el esqueleto de la narración histórica.

* La lírica y la tragedia, que contribuyen fundamentalmente a la interpretación religiosa del acontecer humano que da Heródoto a su Historia, tratando de definir los temas de la culpa y el castigo, la grandeza y la caída, la aparente debilidad que es causa de triunfo, etc. 

* La epopeya es un último precedente de la Historia. Es comprensible, porque Heródoto se educó en medio de la tradición épica y además la Ilíada conténía el mismo tema que Heródoto hizo eje de su Historia, la lucha de todos los griegos contra el enemigo común asíático. También influye la composición: la narración de los hechos, con sus sucesivos desarrollos, sufre interrupciones en las que aparecen acciones marginales, y digresiones varias. Del mismo modo, Heródoto se inspiró en el esquema seguido por Homero en la Ilíada para enlazar, en un largo relato histórico, diversos lógoi etnográficos, novelas y anécdotas e interpretaciones de tipo religioso.



2.2. Naturaleza de la obra de Heródoto Seguramente el propósito inicial de Heródoto era contar la historia de Persia siguiendo la sucesión de reyes desde Ciro hasta Jerjes, y narrar al mismo tiempo, en forma de lógoi las carácterísticas de los distintos pueblos que Persia se anexiona en el curso de su expansión hasta llegar a las Guerras Médicas. Sin embargo, en Atenas, Heródoto amplió su visión de la historia, abarcando el campo político y humano y profundizando en el análisis de las carácterísticas peculiares de griegos y persas. El resultado de este análisis le llevó a concebir la historia como un choque entre Europa y Asía y se dispuso a narrar las Guerras Médicas destacando la idea de un pueblo griego que buscaba la libertad frente a otro pueblo dominado por la tiranía de sus gobernantes. 

El resultado fue una obra, la Historia, con un reparto de la materia muy desigual: los seis primeros libros abarcan la expansión del Imperio persa por Asía Menor, Babilonia y Egipto hasta la batalla de Maratón; los tres últimos narran las campañas de Jerjes y la segunda Guerra Médica hasta la toma de Sesto.

2.3. Ideas religiosas y políticas La interpretación herodotea del acontecer histórico es pesimista, trágica. El hombre no es dueño de su destino. Todo cuanto sucede está dominado y regulado por la divinidad y el azar, fuerzas ocultas e irreductibles a la racionalidad humana. Fiel a la idea arcaica de la hybris o ambición desmesurada del hombre, que engendra kóros o hartazgo, y la consiguiente némesis o castigo divino por phthónos o envidia, explica la caída de imperios como el de Creso de Lidia, el de Polícrates de Samos y el persa. Pero no es dogmático; a ese componente divino se superpone un segundo plano, el humano, por el que se otorga al hombre la responsabilidad de las decisiones que determinan el curso de su historia. Son dos componentes constantes a través de toda la Historia de Heródoto. Heródoto atiende a las “causas” de la guerra, aunque no de manera muy consecuente. Estas no son para él consideraciones económicas o pragmáticas, sino que los acontecimientos pueden estar causados por agentes divinos y humanos. Heródoto ve en la historia una especie de restablecimiento del equilibrio roto, e insiste en que la fortuna del hombre cambia. El tema, extraído de la lírica y la tragedia, reaparece una y otra vez a lo largo de la obra. No hay, como en Homero, dioses que ayuden a uno u otro caudillo o pueblo, sino una ley de equilibrio cuya responsabilidad se atribuye ya a “los dioses” o “lo divino”, ya al “destino” o al “azar”, ya a acciones injustas de los hombres o a su propia grandeza excesiva. Hay una narración imparcial, aunque con simpatía hacia los griegos, pues todos están expuestos a la misma ley ineluctable. La ruptura de este equilibrio se debe a la debilidad del hombre, al giro de la rueda de la fortuna o “ciclo de las cosas humanas” de que habla Heródoto (I 127). De aquí la consideración del destino trágico del hombre. La divinidad es la responsable de restablecer el orden mediante el castigo.

Junto a esta posición teológico-religiosa, presenta, a veces, puntos de vista estrictamente humanistas y laicos, atribuyendo al valor y la inteligencia de los actores de la historia la marcha de ésta. Así son frecuentes las anécdotas en que interviene la sabiduría o astucia como factor decisivo. También en los triunfos de Maratón o Salamina son decisivos la inteligencia y el buen juicio de Milcíades y Temístocles, respectivamente. Este último no vacila en acudir al engaño para obtener los resultados que pretende. Parece como si, en los momentos decisivos, el fín justificara los medios, allí cuando se trata de hacer humanamente posible el plan divino. Este elemento de sabiduría y listeza es tradicional en la novela, el cuento y la anécdota, tan utilizados por Heródoto.



2.4. Método historiográfico El título, objetivo y plan de la obra los encontramos expresados por el propio autor en el comienzo: 

“Ésta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas respectivamente, por griegos y bárbaros y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento, queden sin realce”. Su método es crítico, pero su criticismo está limitado por las condiciones de una época primitiva en sus concepciones religiosas y en su conocimiento del mundo. Un primer paso hacia la objetividad es el hecho de que cuando se encuentran varias versiones, no se queda con la que le parece más verosímil, sino que las presenta todas, mostrándose imparcial. Suele basarse en la observación personal (“opsis”).

Referida a la opsis, la estructura de la investigación herodotea se articula en tres niveles:

  • descripción geográfica de un país.

  • descripción de las costumbres del pueblo establecido en el país en cuestión.

  • atención a os hechos destacables.

Buen exponente de esas fases que comporta la opsis son los lógoi, las narraciones geográfico-etnográfico-históricas de origen logográfico, que tanto abundan en la obra y que facilitan informaciones que, por lo general, la crítica moderna tiende a confirmar. Estos 

lógoi se introducen en la narración a modo de digresión, interrumpiendo el relato principal y desviándose de él para hablar de Egipto, Escitia, Mesopotamia, etc.

Un segundo medio del que se vale para el logro de información se basa en la obtención de datos a partir de fuentes escritas y orales. Entre las fuentes escritas pueden destacarse tres grupos:

  • datos aportados por los poetas

  • inscripciones, listas oficiales y administrativas y oráculos

  • informaciones procedentes de los logógrafos y de la literatura de su época.

2.5. La lengua y el estilo de Heródoto

El dialecto utilizado es el jonio, que en Heródoto adquiere caracteres peculiares, ya que junto al predominio de formas jonias se pueden constatar expresiones épicas, dóricas y áticas que le confieren un colorido especial.  El estilo es simple, sencillo; no busca los artificios retóricos y estilísticos que se desarrollan a partir de Gorgias; la simplicidad de los nexos sintácticos y la construcción coordinada de los períodos oracionales le otorgan una viveza propia de la lengua hablada.



3. Tucídides 3.1. Notas biográficasTucídides, nacíó hacia 460-455. Aristócrata por nacimiento, recibíó una educación acorde a su rango y asimiló las enseñanzas de los movimientos filosóficos y retóricos de su tiempo. Fue elegido estratego en 424, año en que también fue desterrado de Atenas por no haber acudido a tiempo en auxilio de la ciudad de Anfípolis, conquistada por el general espartano Brásidas. Es de suponer que pasara la mayor parte de los veinte años de exilio en Tracia. Cabe subrayar que su exilio contribuyó de forma positiva para su labor historiográfica, como él mismo reconoce en V, 26, 5: “al ser testigo de los sucesos de ambas partes y no en menor medida de los de los peloponesios por causa de mi destierro, pude enterarme mejor de ellos con toda tranquilidad”. Murió hacia el 400 a. C. Según unas fuentes en Atenas, de muerte violenta; según otras en Tracia, tras la guerra del Peloponeso.  3.2. Método historiográfico La Historia de la Guerra del Peloponeso, dividida en ocho libros, relata con precisión los sucesos de la guerra y las conmociones políticas del propio tiempo intentando explicar sus causas y consecuencias profundamente.

Las diferencias existentes entre Tucídides y sus predecesores se manifiestan fundamentalmente en los siguientes puntos: * Objeto de la investigación histórica: El objeto de su historia son los acontecimientos de la época en que vive. Pero no todos merecen su atención, sino que el eje

de su investigación son motivos políticos y militares. Excluye de su narración toda manifestación sobre la vida intelectual y artística desarrollada en Atenas durante este período. Carece de la curiosidad que domina la logografía jonia, y sus excursos, reducidos al mínimo, sólo tienen la finalidad de clarificar las fuerzas políticas y militares que entran en juego. 

* Método de investigación: Para exponer la estricta realidad de lo que ocurríó, Tucídides describe los acontecimientos  por él mismo vividos, pero también recurre a fuentes a las que aplica una crítica racional que asegure la verosimilitud (τὸ &épsilon;ἰκός) de lo que afirma. Este criterio de verosimilitud, basado en la idea de progreso económico y militar de las ciudades, es el que le lleva a afirmar la superioridad de la guerra del Peloponeso frente a la guerra de Troya. Tucídides realiza una exhaustiva búsqueda de datos objetivos e inserta en su obra sólo aquellos hechos que superan un minucioso examen crítico. Pero Tucídides profundiza más y, partiendo de los sucesos particulares, intenta aprehender, extraer y comunicar las constantes que, basadas en la naturaleza humana, subyacen en cada uno de ellos, elevándolas a la categoría de principios generales. Por ello su obra pretende ser una adquisición para siempre, de la que los políticos puedan obtener la luz que ilumine su actuación en eventuales situaciones iguales o semejantes a las que Tucídides relata.

* Método de exposición: Tucídides programa su obra según la división, ya utilizada por Heródoto, en discursos (λόγ&ómicron;ι) y hechos (ἔργα). Pero también aquí Tucídides supera a sus predecesores.

Por lo que respecta a los hechos, trata de evitar los excursus y planifica los acontecimientos por años. Junto a la narración estricta de los acontecimientos coloca Tucídides los discursos que, puestos en boca de hombres de estado, generales o embajadores de forma antitética, explican los motivos que inspiran las acciones de los bandos beligerantes, iluminan sobre las fuerzas en juego y ponen de relieve las constantes del proceso histórico. Pero los discursos cumplen además el cometido de introducir ideas del propio Tucídides, con lo que se pone en tela de juicio su objetividad, y aportar un sentido dramático a la narración histórica.



3.3. Interpretación de la historia

A diferencia de Heródoto, cuya concepción del acontecer histórico es eminentemente religiosa, Tucídides explica los sucesos desde un punto de vista humano.

Tucídides considera elemento constante del proceso histórico a la naturaleza humana, caracterizada por su aspiración a la libertad al mismo tiempo que al predominio sobre los demás.

La fuerza motriz de la historia es la inteligencia (γνώμη) cuyas decisiones están determinadas por fuerzas políticas, económicas o militares, manteniéndose al margen de toda norma ética o religiosa. Junto a ella está la fortuna (τύχη), considerada no como potencia divina, sino como lo imprevisible que surge en el acontecer histórico, como es el caso de la peste que diezma Atenas.


3.4. La lengua y el estilo de Tucídides

Tucídides fue uno de los pioneros en la creación de la prosa literaria ática. Sin embargo, aún quedan en su lengua huellas de la influencia de la prosa jonia, ya ampliamente desarrollada por los logógrafos y Heródoto. Ejemplos son el empleo de -σσ- por -ττ- o el uso de la preposición ξύν por σύν.

Tucídides es uno de los escritores que menos concesiones ha hecho al estilo. En su narración contrastan los períodos largos, a veces seccionados por oraciones parentéticas, con otras frases inesperadamente cortas que, por su densidad, contribuyen a dificultar la comprensión del texto. También se pueden observar claramente diferencias de estilo entre las partes narrativas, donde, a menudo, resalta la expresión simple, sencilla y precisa, y los discursos, en los que Tucídides concentra su pensamiento político, utilizando un lenguaje denso, de expresiones oscuras y difíciles de comprender.

No obstante, su estilo y vigor expresivo no pasaron desapercibidos para historiadores de la talla de Salustio y especialmente Tácito, a quienes se ha de considerar deudores de Tucídides.



4. Jenofonte

4.1. Vida de Jenofonte

Nacido en Atenas hacia el 430 a. C., recibíó una brillante educación, distinguíéndose pronto en las luchas y ejercicios de la palestra así como en la escuela de retórica. Entre sus maestros destaca la figura de Sócrates.

Vivíó todos los vaivenes del final de la guerra del Peloponeso. Se da por supuesto que conocíó las consecuencias de la desastrosa expedición a Sicilia y, como filoespartano que era, debíó ver con buenos ojos la revuelta oligárquica del 411 e incluso el gobierno de los Treinta tiranos.

En el año 401 se alistó en la expedición de Ciro el Joven, que pretendía derrocar del trono a su hermano Artajerjes II. Cuando Ciro fue enviado como sátrapa a Asía Menor, se ganó la confianza de los griegos y reuníó un ejército de mercenarios griegos, compuesto de unos quince mil hombres, entre los que figuraba Jenofonte, para destronar a su hermano y coronarse rey en su lugar. 

El triunfo fue para Ciro, pero su temeridad le llevó a buscar el combate personal con su hermano, y halló la muerte a manos de la guardia del rey. El ejército persa de Ciro se dispersó al conocer la noticia, pero los griegos, obligados por la necesidad, continuaron unidos. A pesar de su escaso número, los persas no se atrevieron a atacarles, pero con falsas promesas de repatriación se apoderaron de los jefes y los asesinaron. Jenofonte, sin ostentar ningún grado militar, logró que el grueso del ejército no se desmoralizara. Unos diez mil soldados le eligieron como general improvisado, emprendiendo así la heroica retirada.

Guiados por Jenofonte, recorrieron, en su vuelta a la patria, más de seis mil kilómetros, venciendo mil obstáculos y combatiendo contra ejércitos y tribus de las montañas. Al cabo de cuatro meses llegaron a Trebisonda, en la costa del Mar Negro, y costeando desde allí hasta el Bósforo, partieron hacia Europa. Esta fue la famosa expedición y retirada de los diez mil, que con el nombre de “Anábasis”, redactó el propio Jenofonte.

Después de esta aventura acompañó a Agesilao, rey de Esparta, en su campaña contra Beocia en el año 394. Agesilao fue derrotado en la batalla de Coronea, permaneciendo Jenofonte a su lado en las circunstancias más críticas. Por esta razón sus conciudadanos expidieron contra él un decreto de ostracismo acusándole de filolaconio. Esparta, por su parte, le dió como compensación unas tierras en Élide. Allí se retiró Jenofonte, donde vivíó muchos años con su esposa y sus hijos.

Hacia el año 370 a. C. Se reconciliaron Atenas y Esparta y le fue levantado el destierro. Sin embargo, Jenofonte ya no volvíó a su patria. Murió hacia el 355 a. C. En Corinto.



Como escritor Jenofonte es un autor muy prolífico con obras de contenido muy diverso:

A) Obras políticas: Ciropedia, La constitución de los espartanos, Sobre los ingresos del Estado, Hierón

B) Obras didácticas: Hipárquico, Sobre la equitación, Cinegético, Económico

C) Obras filosóficas: Memorables, Apología de Sócrates, Simposion

D) Obras históricas: Helénicas, Anábasis, Vida de Agesilao

Entre las obras históricas ocupa lugar principal la Anábasis, por la naturalidad con que Jenofonte habla de sus propias experiencias, por la enorme cantidad de datos geográficos y etnográficos y el excelente espíritu militar del conjunto. Sólo los seis primeros libros relatan la anábasis propiamente dicha, es decir, la marcha hacia el interior del país; sigue luego la descripción de la batalla de Cunaxa, y el capítulo principal de la obra se ocupa de la narración de la retirada hacia el mar Negro a través de países enemigos y de montañas intransitables; también se narra morosamente el destino de la tropa hasta su reuníón con las fuerzas espartanas al mando de Tibrón. Se le puede perdonar a Jenofonte el que, para resaltar su propia intervención, ponga en segundo plano la del espartano Quirísofo, que ostentaba el mando supremo. La narrativa sobresale también por los discursos ficticios con los que la adorna. Es un relato de un joven, algo ROMántico, excitado por el peligro y el descubrimiento, impresionable y pronto en la acción. 
La principal obra histórica de Jenofonte es las Helénicas, que narra en siete libros la historia griega desde 411 al 362. La obra comienza con los sucesos del año 411, tratando de enlazar con el final de la Historia de Tucídides. Con esta intención mantiene el principio analístico en el reparto de la materia y la narración se hace de la manera más impersonal posible. Así hasta el fin de la guerra del Peloponeso. Luego sigue la narración del gobierno de los Treinta, pero en el curso de la narración aparecen importantes desviaciones de los primeros capítulos de la obra, como el abandono del principio cronológico, el desequilibrio en el reparto de la materia y la intervención mayor del elemento personal. 

La obra se basa en sus conocimientos sobre cuestiones militares y su experiencia personal. Pone en primer plano los personajes importantes y muchas veces sabe trazar su retrato con eficacia. Pero, carece, frente a Tucídides, de análisis crítico. Jenofonte expone una serie de causas quedándose en la superficie de las cosas, mientras que Tucídides ahonda en su etiología. Tiene abundantes discursos y luce su destreza en la caracterización de los oradores, sin utilizarlos como Tucídides para esclarecer las fuerzas que actúan en el fondo. No menciona en absoluto cosas tan importantes como la batalla naval de Cnido, la segunda liga marítima, la fundación de Megalópolis, mientras cuenta con lujo de detalles sucesos de interés secundario.

Con el material elaborado en las Helénicas compuso Jenofonte su Agesilao, encomio del rey espartano tan profundamente venerado, encomio que revela un fuerte retoricismo frente a su obra historiográfica. 



4.3. El método historiográfico de Jenofonte

Jenofonte, como historiador, tiene notables defectos. No es exhaustivo en la recogida de datos, es olvidadizo y margina hechos de primera importancia y cuenta las cosas desde su perspectiva, mostrando cierta simpatía hacia los espartanos. No examina ni contrasta de forma crítica los datos de sus escritos, como tendría que haber hecho un fiel continuador de la obra de Tucídides, y es que en realidad Jenofonte es mucho mejor reportero de guerra. Sus escritos son un reportaje de sus propias experiencias en el ejército, perfectamente contados. Su escritura es fresca, precisa, rápida, no ajena a la ironía en ocasiones, tan solo alterada por la longitud de algunos discursos, que aparecen cargados de tópicos retóricos y distan mucho de la hondura psicológica de los de Tucídides. A veces prefiere remodelar la historia, silenciando algunos hechos y embelleciendo sus testimonios con figuras retóricas. Es mejor narrador que crítico. 


4.4. La lengua y el estilo de Jenofonte

Aunque Jenofonte ha escrito sobre los más diversos temas, su estilo es siempre el mismo; su manera de expresión tiene una claridad de pensamiento y una manera tan sencilla de contar lo que piensa, que seguirle y analizarle es bien fácil. Naturalmente, como su estilo es espontáneo, natural, ni lo trabaja ni lo cuida. Por ello esa falta de pureza de que le acusaban los gramáticos antiguos.

Respecto a la construcción de los períodos puede decirse lo mismo. Jenofonte no trabaja las frases, y de ello salen dos rasgos peculiares: la claridad y una cierta monotonía en determinados momentos. Aunque la variedad de asuntos le obliga a emplear toda clase de recursos literarios (discursos oratorios, relatos de sucesos, trozos didácticos, narraciones novelescas, descripciones y diálogos dialécticos) siempre dirige su pluma el mismo deseo de claridad.